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Entrevista:SAPHIA AZZEDDINE | 70ª FERIA DEL LIBRO DE MADRID | NARRATIVA

"El humor es la elegancia suprema de quienes han sido despojados de todo"

Antonio Jiménez Barca

Saphia Azzeddine, (Agadir, Marruecos, 1981) vivió sus primeros años en Marruecos y la segunda parte de su vida en Francia y Suiza. Estudió sociología, pero los artículos frivolones que escribía esporádicamente sobre tiendas de zapatos o de joyas en un periódico de Ginebra le mostraron la vocación de la literatura. Su primera novela, Confesiones a Alá, que se publica ahora en España (Demipage), es de todo menos frívola: un retrato duro y áspero de Ibara, una joven pastora de las montañas del Magreb que se prostituye por un yogur en su adolescencia y que, para ascender en la sociedad o, simplemente, para salir del espanto de vida que la rodea, aborta, deja el feto en un descampado y se convierte, con el tiempo, en prostituta de lujo. Huye de su familia, de su ciudad y un poco de sí misma, pero sobre todo del destino que le aguardaba. Su aventura la relata en primera persona con un humor algo desconcertante. Tan popular en Francia como mediática, Saphia Azzeddine llega un poco tarde y agobiada por la falta de tiempo a su cita en un café parisiense: su segunda novela, Mon père est femme de menage (Mi padre es señora de la limpieza) -todo un éxito de ventas en Francia donde ha pasado de los 200.000 ejemplares- acaba de convertirse en película y la propia Azzeddine se ha encargado de escribir el guión y dirigirla.

"Para Ibara, Alá es un amigo y un confidente. Dios no la juzga. Quienes la juzgan son los hombres"
"La integración se vuelve un problema cuando va de la mano de otras dificultades, como las económicas y las sociales"
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PREGUNTA. ¿Cómo concibió el personaje de la joven pastora en las montañas del Magreb?

RESPUESTA. Es fruto de mi imaginación, pero también de mis ojos. Crecí en Marruecos y vi niñas así. Y le voy a contar una cosa: a los diez años vine a Francia, pero volvía con frecuencia a Agadir. Una vez, cuando yo tenía 17 años, me encontré un feto en la calle. Tropecé con eso, lo miré, lo recuerdo bien, estaban también mis padres. Algo así me marcó y se quedó dentro. Yo había visto eso en reportajes sobre China, pero nunca en mi país.

P. Es un personaje duro, pero con mucho sentido del humor...

R. El humor es la elegancia suprema de quienes han sido despojados de todo. Y ella tiene mucho humor porque es una mujer elegante.

P. ¿Qué lugar ocupa la religión en el libro?

R. Yo hablo de fe, no de religión. No soy una experta en islam. La fe se dirige hacia los otros, la religión hacia Dios. Y la fe es universal mientras que la religión, ya sea el islam, el judaísmo o el cristianismo, es parcial. Para Ibara, Alá es un amigo y un confidente. Dios no la juzga. Quienes la juzgan son los hombres.

P. ¿Ha salido el libro ya en Marruecos?

R. Sí. Y he tenido buenas críticas. En periódicos conservadores (que no islamistas) se dice que es un libro crudo pero no blasfemo.

P. ¿Qué opina de la Primavera Árabe, cree que todo va a cambiar en estos países?

R. No creo que sea conveniente que quemar todas las etapas en un solo día. Por el momento, y no es poco, me alegro de que se haya tomado conciencia, porque eso antes no era posible. Ahora, si vamos a ir hacia adelante o hacia atrás, eso yo no lo sé. Por el momento, me siento muy satisfecha de que la iniciativa haya procedido del interior, que pertenezca ciento por ciento a los propios jóvenes árabes. Esto es importante porque era gente acostumbrada a ser tratada como niños por parte de sus Gobiernos.

P. ¿Y usted, se siente mitad marroquí mitad francesa?

R. No sé, eso no es algo que se pueda medir. No son matemáticas. Es una suerte, eso sí, tener dos países: cuando me harto de Francia me voy a Marruecos y cuando me harto de Marruecos vuelvo a Francia. Si me harto de los dos me encierro en casa. Yo nunca he tenido problemas en Francia.

P. ¿Se refiere a problemas de integración?

R. La integración se vuelve un problema cuando va de la mano de otras dificultades, como las económicas y las sociales. Visite los barrios buenos de París. No encontrará problemas de integración: todos se integran muy bien y muy rápidamente. Ahí no hay problemas de racismo. En los barrios de la periferia hay un problema de justicia social.

R. Buscan la libertad. Los personajes que me interesan van contracorriente. La cuestión que atormenta a Paul es: ¿cómo voy a mejorar? Es feo, no puede ser modelo como su hermana. Así que se pregunta continuamente cómo transformar la mierda que le rodea en crema de chantilly. Eso es lo que me interesa, esa batalla perpetua, cotidiana para forjarse un destino diferente.

P. Habla de justicia social, pero sus personajes escapan solos, sin ningún sentimiento colectivo...

R. No son Madres Teresa, por un lado. Y por otro, no tienen capacidad de ayudar a nadie. Las cosas, por pasos: primero, ayudarse a uno mismo. Y después, tal vez, tal vez ¿eh?, que yo no culpabilizo a nadie, ayudar a los demás. Pero, ¿sabe? hay varios tipos de ayuda a los demás. Una cosa son los partidos políticos, las asociaciones... Otra, el puro civismo. Donde yo vivo, muchos de mis vecinos no dicen ni buenos días. Si yo no les saludo, no lo hacen. Conozco señoras mayores que no reciben ni una sola visita al día, ni una sola. Paliar eso es, simplemente, civismo. A las personas mayores no se les trata así en los países árabes.

P. ¿Le sorprendió el éxito de su primera novela?

R. Lo raro es que los tres libros que he escrito siguen funcionando, por un efecto de boca en boca. Recibo muchas cartas de los lectores, y me molesto en contestarlas todas.

Confesiones a Alá. Saphia Azzeddine. Traducción de Purificación Meseguer. Demipage. Madrid, 2011. 135 páginas. 18 euros. Mi padre es señora de la limpieza se publicará en la misma editorial.

"Es una suerte tener dos países", asegura Saphia Azzeddine.
"Es una suerte tener dos países", asegura Saphia Azzeddine.DANIEL MORDZINSKI

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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