El final de la pesadilla
Dicen que Murakami no tenía pensado escribir una tercera parte de 1Q84, pero que "en un determinado momento pensó que la novela aún podía extenderse más, hasta desplegar toda su sustancia". Creo que ese "determinado momento" lo decidió el editor, y que fue el editor el que le dijo que dejaba muy insatisfecho al lector con aquellas setecientas páginas de niebla más o menos elaborada, que para colmo concluían en algo que a primera vista parecía un suicidio (si bien con promesas de vida eterna en un mundo paralelo de naturaleza más bien infernal). El resultado es que esta tercera parte resulta bastante postiza y no añade gran cosa a las anteriores. Rompe además las líneas paralelas que estructuraban férreamente el relato al introducir un tercer elemento (el detective) que resulta bastante desdibujado y aún más estereotipado que los otros personajes. Introduce además algo que nos temíamos, y donde vuelvo a ver la mano del editor: el final feliz, con la convergencia de los dos enamorados, hasta entonces solo enamorados platónicos, y la promesa de descendencia. En esta tercera parte continúan las repeticiones inútilmente pedagógicas siguiendo el registro de los peores best-sellers, las citas de filósofos que Murakami no ha leído o ha leído en pésimas traducciones y que le hacen parecer un escritor de una indigencia cultural inquietante, el moralismo de pacotilla y tremendamente oportunista, y una confusión en el planteamiento integral de la novela que convierte su artefacto narrativo en un cúmulo de lugares comunes e ideas mal formuladas y mal desarrolladas. Sus anteriores novelas, y especialmente Tokio blues, llegaron a parecerme parcialmente excelentes, y confiaba en que su obra iba a ir a más, como lo dije en otra época, pero lo cierto es que en 1Q84 se acentúan los peores defectos de Murakami, como les ocurre a los autores endiosados que han perdido la capacidad de autocrítica. En 1Q84, nada resulta convincente a partir del cuarto o quinto capítulo de la primera parte, el Tokio que nos presenta es de una falta de relieve muy notable, la filosofía que contiene está basada en el Jung más esotérico, anticuado y precario, y la sensualidad que le atribuyen algunos brilla por su ausencia y se reduce a desgastadas imágenes sexuales ya muy utilizadas por Murakami. Por otra parte, el sistema de narraciones paralelas que presenta ha sido utilizado hasta la náusea por toda clase de escuelas narrativas, y Murakami utiliza los diálogos no para transmitir información y tensión, sino sencillamente para llenar páginas y crear un cierto "efecto realidad" que rara vez le funciona. Se puede decir a su favor que las figuras de los enamorados, en las que se sustenta el relato, están bastante bien planteadas, que hay momentos de magia oscura y magia clara que pueden hechizar y envolver, y que lo mejor de la narración es el comienzo y parte del final. Dos momentos fundamentales que sostiene una estructura bastante endeble y flácida. No estamos ante la mejor novela de Murakami, aunque los reclamos publicitarios que la amparan se empeñen en negar las evidencias, proclamándola como la mejor. No le hacen con ello ningún favor al autor de Tokio blues, pero así es el mercado.
1Q84. Libro 3
Haruki Murakami
Traducción de Gabriel Álvarez Martínez / Jordi Mas López
Tusquets / Empúries. Barcelona, 2011
416 / 400 páginas. 22 euros
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