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Tentaciones
Reportaje:MÚSICA

¿Se acabó la fiesta?

COMO un pollo sin cabeza. Así corre esta década. La sublimación más escandalosa de la posmodernidad, una sopa de letras de tendencias y movimientos en la que los estilos no se sustituyen, sino que se superponen. Aquí repasamos, año tras año, los discos que representaron mejor la siempre cambiante e inestable coyuntura de las tendencias. Por razones de espacio y de salud mental, no podemos incluir el UK garage, el nuevo country, el folk digital o incluso la música cósmica, la IDM o el grime. Éstos que aparecen no son los mejores, pero tal vez sí sean los que mejor muestran el devenir de lo que Gordon Brown denominó "la década amable", un tiempo feliz, pero sin segundas oportunidades. Como escribió Alexis Petridis en The Guardian sobre el segundo largo de CSS, "editar un segundo disco brillante se ha vuelto una prueba demasiado dura para las bandas actuales".

Dos strikes y fuera. Así han ido las cosas en la década en la que definitivamente muere el concepto tribu urbana como representación de las fobias y filias de la posadolescencia. Los del electroclash no odian a los rockeros, sino que les copian los peinados. Los raperos ya no quieren zurrarse con los heavies, sino que les samplean los riffs de guitarra. Así, sólo nos quedan los emo. Como son más jóvenes, más flacos y están más angustiados, se han convertido en el blanco perfecto para los que viven atrapados en esa época en la que un mod entraba a comprar tabaco a un bar de rockers y no se le volvía a ver. También se han convertido, los pobres, en el único objetivo que las autoridades (buenrollistas y con talante hasta el punto de cederte espacio para hacer raves) encuentran lícito para cargar contra la cultura juvenil. Sea lo que sea eso hoy, cuando los hilos de la actualidad cultural los mueven padres rockeros y peterpanes de 40 años con pantalones pitillo y sudaderas con motivos ochenteros en homenaje a su infancia.

Es una década más de canciones (Beyoncé, OutKast, The Hives...) que de álbumes, el cambio de formato, el P2P, la perenne crisis de la industria, el descubrimiento de las redes sociales en Internet como armas de promoción y demás nuevas realidades, han diseñado un formato de década que corre muy rápido en muchas direcciones a la vez. Tan cobarde que no es capaz de descartar nada. "El rap no estará jamás en crisis, porque es una necesidad", declaraba Mos Def con respecto a la supuesta crisis del género. Y su frase se puede hacer extensiva a la década de los ochenta, que se terminaron por convertir en casi una necesidad estética y moral, tanto para los nostálgicos como para los cachorros de la era neoliberal.

La fiesta se acabó. La Generación Yo está a punto de darse de bruces con la realidad. Por primera vez, una década termina en ocho. El festín desregulado terminó. Los ochenta tocan a retirada y los emo sienten que tenían razón: todo es una mierda y nuestros padres nos odian.

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