Historias encerradas en cuatro paredes
La evolución -y periódica involución- de las costumbres de convivencia está íntimamente ligada a la transformación de las habitaciones de la vivienda. Por eso, recorrer la historia de la casa a través de cada una de sus estancias resulta un entretenido e interesante paseo lleno de curiosas historias. No es un enfoque novedoso, pero las distintas maneras de abordarlo hacen la diferencia. Todo sobre la casa podría ser uno de los más prácticos y amenos. Baño, cocina, comedor, dormitorio, jardín y salón -los capítulos en los que se divide- han tenido evoluciones distintas a lo largo de los siglos y las diferentes civilizaciones. Lo que hoy concebimos como partes diferenciadas y de usos concretos en la casa han tenido una importancia y una utilización más difusa según épocas y lugares. La cama careció de la intimidad que ahora le suponemos, y durante siglos era normal compartirla con otros familiares y hasta con huéspedes ocasionales. Se recibía a las visitas en la cama y los gobernantes despachaban sus asuntos entre los cortinajes de su lecho. Ha habido épocas aseadas seguidas de otras en las que el baño era algo excepcional. "Un monje medieval tenía más medios para ser limpio que un europeo del siglo XIX, y un indígena caribeño era más pulcro que casi cualquiera de los dos", escribe la autora. También indica que la ingeniería hidráulica de los cretenses superaba a la de los egipcios y a los griegos o que en el medievo se celebraban festines con hombres y mujeres sumergidos en tinajas con agua caliente, costumbre luego censurada y seguida por una puritana falta de aseo.
Todo sobre la casa
Anatxu Zabalbeascoa
Ilustraciones de Riki Blanco
Gustavo Gili. Barcelona, 2011
215 páginas. 30 euros
El jardín, sin estar bajo el techo familiar, tiene uno de los capítulos más amplios. El hecho de poseer una reproducción del espacio natural, del paisaje, entre los muros o cercados de la propiedad privada ha generado una de las historias más reconfortantes para el ser humano. Un lugar para el placer de los sentidos y un escape hacia la luz, sin salir de la protección del hogar.
Si bien el libro está lleno de ejemplos, no pierde en ningún momento el hilo ni la concreción del relato. Ágil y ameno, va desgranando cantidad de datos sin digresiones innecesarias. De hecho, es un apretado compendio del tema que trata en cada capítulo y lo hace con una amplia visión histórica. También se va relacionando esta evolución de los interiores con las ideas de los arquitectos que marcaron cada momento. Los monarcas, y en muchas ocasiones sus esposas o amantes, tuvieron un papel determinante en la decoración interior de las casas, mansiones y palacios, con notable influencia en las modas de cada momento. La historia y evolución de los muebles están integradas en este marco y se van explicando las razones que llevaron de unas formas a otras, de unos ornamentos a los siguientes. Ese ir y venir de estilos al que seguimos sujetos.
Este viaje al interior de las cuatro paredes que nos cobijan a lo largo de nuestras vidas no propone teorías ni conclusiones. Pero es una historia que transforma la mirada sobre lo que nos rodea. Hay que destacar en este libro el acierto de las magníficas ilustraciones de Riki Blanco, que con su estilo unifican la parte gráfica y con sus detalles dan vida a esta historia de cómo habitamos.
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