Hipnótico Don DeLillo
El teatro de Don DeLillo, en muy buena versión castellana de Buenaventura y Minera, comparte con su narrativa un lenguaje hipnótico y eléctrico, entre el trance visionario y la atención obsesiva. Sus tramas, igualmente, están marcadas por el misterio, un glacial humor negro y una mirada amarga y desolada sobre la existencia, muy cercana al mejor teatro del absurdo. DeLillo parece transitar aquí por senderos que abrieron Pinter y Stoppard (el estilo alucinado y mandarinesco, las paradojas filosóficas) o, ya en terreno americano, la obra dislocada de Arthur Koppit o el primer John Guare, toda vez que anticipa procedimientos de autores como Rafael Spregelburd o piezas como Jerry Springer the Opera, de Thomas y Lee.
Teatro
Don DeLillo
Traducción de Ramón Buenaventura y Otto Minera. Seix Barral. Barcelona, 2011
349 páginas. 19 euros
La habitación blanca (1986), su primera comedia dramática, es un intrigante juego pirandelliano de suplantaciones entre médicos de un hospital y pacientes de un psiquiátrico, que acaba mutando en la conspiración de un elusivo grupo teatral (y en una singular meditación sobre la esencia del actor). En Valparaíso (1999), un billete de avión con el rumbo equivocado (de Florida a Chile) propulsa a un ejecutivo a una vorágine mediática en la que su vida entera será cuestionada, para acabar asumiendo su destino en brazos de la oracular sacerdotisa del talk show más seguido del planeta. Sangre de amor engañado (curiosa traducción, casi un homenaje a Manuel Puig, del Love-lies-bleeding original: una flor del desierto y una canción fúnebre de Elton John) es su obra más reciente (2006) y la más grave y sombría del terceto: en un tono que oscila entre la elegía contemplativa y el implacable balance vital, narra la historia de un pintor que yace en estado vegetativo mientras sus dos esposas y su hijo rememoran sus vidas y se enfrentan a la decisión de empujarle a la muerte. Completan el volumen dos piezas tan breves como crípticas, El arrebato del deportista en su asunción al cielo, y El misterio en mitad de la vida ordinaria, muy en la línea del primer Handke. Valdría la pena llevar su teatro a nuestros escenarios.
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