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Crítica:Justo Navarro - El espía | 70ª FERIA DEL LIBRO DE MADRID | EL LIBRO DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Demonios indescifrables de Ezra Pound

J. Ernesto Ayala-Dip

Terminada de leer El espía, la nueva novela de Justo Navarro, se encuentran en su registro casi notarial ecos de alguna novela suya anterior. Hay elementos que nos remiten a Finalmusik (2007), algunos personajes recurrentes (como el escritor italiano de novelas policiacas Carlo Trenti), un cierto aire de misterio y un traductor (de Trenti) que se dirige a nosotros (o tal vez sería más exacto decir que se dirige a sí mismo). Pero la naturaleza documental de El espía nos remite a F. (2003), la novela que Justo Navarro urde en torno a la vida (y la muerte) del gran poeta catalán Gabriel Ferrater. De alguna manera en este libro también se investiga un alma atormentada por demonios indescifrables. Tanto en F como en El espía estamos ante un enigma humano. En El espía asistimos al momento en que el poeta norteamericano Ezra Pound es detenido, encerrado en una jaula cerca de Pisa y acusado luego en Estados Unidos de alta traición. Como Ferdinand Céline, Pound fue un declarado militante antisemita, además de un fanático propagandista del régimen fascista de Mussolini. En 1948, permutada la pena de muerte por su encierro en un manicomio, Ezra Pound publica Cantos pisanos, obteniendo el prestigioso Bollinger Prize.

El espía

Justo Navarro

Anagrama. Barcelona, 2011

212 páginas. 18 euros

Más información
'El espía', de Justo Navarro.

Digamos antes de avanzar que cuando tuve noticias de este libro, noticias de su argumento y del personaje que recreaba, pensé que se trataba del enésimo experimento (ahora ya no tan experimental) novelístico-biográfico que se está poniendo tan de moda en todas las literaturas. Comenzado el libro fue cuando reparé en su escritura y en el proyecto literario que esa escritura formalizaba. Y fue cuando a la vez recordé la novela sobre Gabriel Ferrater. El mismo acento notarial, el mismo énfasis indagatorio, la misma obsesión por aproximarse a una verdad compleja. He leído últimamente novelas abundando en la fórmula de mezclar vida y conjeturas novelescas alrededor de algún personaje real: hayan sido escritores/as o pintores/as. Las he leído y las encontré interesantes e irreprochables en su hacer artístico, pero carentes de un meollo polémico o problemático, tal vez debido a la excesiva admiración que el personaje real inoculaba a sus autores. Justo Navarro trabaja con un personaje real incómodo. Vocero del fascismo y antisemita. Evidentemente no puede haber sintonía moral. El espía se organiza en 12 capítulos. Pero lo que se dice una auténtica división argumental, se produce en el último titulado 'La evasión'. Aquí irrumpe una voz distinta (hasta entonces escuchábamos un relato aséptico, con ese mismo tono neutro que escuchábamos en F.), la voz de alguien que se llama J. N. y que recoge de labios del escritor Carlo Trenti y otros testimonios una teoría con tintes de novela de espionaje. La teoría según la cual Ezra Pound podría haber sido un agente doble.

Este cambio de perspectiva casi al final de la novela es la razón de ser de la novela. Todo el libro apunta a una unidad. El enigma humano llamado Ezra Pound. Que el poeta norteamericano estaba loco, ya lo había leído Navarro del propio Gabriel Ferrater, según el cual las pruebas de su genuina locura eran sus insensatas teorías económicas y no tanto sus alocuciones radiofónicas en favor de Mussolini. Que Pound hubiera sido un espía no hace más que redundar en su ignota personalidad. Puede resultar inverosímil pero no más que las muchas historias de intelectuales ingleses de entreguerras que un día se descubrió que también lo fueron.

Hace unos años leí Ravel, de Jean Echenoz. ¿Era esa la vida del músico francés? No era una novela sobre su vida, pero sí sobre lo que nunca sabremos de su misteriosa existencia. Y ese misterio hecho ficción estaba en la ironía de su escritura. Con El espía sucede algo semejante. Navarro urde una conjetura esencialmente novelística. Suelda tres mecanismos distintos de narración. La pesquisa moral, el documento histórico y el relato de aventuras. Y para cuadrar el círculo, nos propone un brillante diálogo entre algunos interrogantes humanos y el juego de la imaginación.

Ezra Pound (1885-1972), fotografiado en 1945 en Washington.
Ezra Pound (1885-1972), fotografiado en 1945 en Washington.ASSOCIATED PRESS

Razón y sinrazón

La insensatez incomprensible que mostró Ezra Pound en su porfiada actividad política en beneficio del totalitarismo contrasta con la racional construcción de su obra capital, Cantos pisanos. Dicha racionalidad no es la de la coherencia de los elementos que componen el libro, sino la de la conjunción de su heterogeneidad cultural, temática, idiomática y filosófica. Por ello se entiende que Claudio Guillén, en su libro Entre lo uno y lo diverso, señalara lo siguiente: "La obra de arte concilia la unidad con toda clase de diferencia, toda índole de diversidad. La forma revela, azarosamente, más o menos palpablemente, una voluntad de conjunto". En esta estela de organización lírica están los nombres de Eliot y Ezra Pound, a los que Guillén se remite como paradigmas. En esa enorme masa de conocimientos diversos que componen los Cantos, entre los ideogramas chinos hasta tramos ensayísticos, entre el proyecto dantesco de retratar la historia del mundo, hallamos su paranoica teoría de la usura y los banqueros como causas de todos los males de la humanidad.

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