_
_
_
_
Reportaje:PENSAMIENTO

Del 11-S y de la guerra

Josep Ramoneda

En 2005, participé en un debate sobre el 11-S y el 11-M en la New School de Nueva York. El seminario reunió a políticos, periodistas, jueces, intelectuales y representantes de las asociaciones de víctimas. Al oírles a todos ellos, se podía llegar a la conclusión de que las únicas cosas que tenían en común los dos atentados eran muchos muertos y el aire de familia de sus autores. Los políticos americanos no entendían que en España se hubiesen celebrado unas elecciones tres días después del atentado, lo que desde aquí podía ser visto como una afirmación del sistema democrático y como una catarsis que contribuyera a la elaboración del duelo, desde allí parecía una aberración. Al mismo tiempo la diligencia y la responsabilidad suprapartidista con que la comisión del Congreso americano había redactado su informe contrarrestaba con la exhibición de resentimiento que dio la derecha en el Parlamento español. Los periodistas americanos defendían la censura de imágenes de las víctimas que se había autoimpuesto la prensa de su país y no entendían que los españoles reivindicaran la publicación de estas imágenes precisamente para favorecer la conexión emocional con los que habían sufrido el atentado. Y así sucesivamente, en todos los campos. Incluso las organizaciones de víctimas eran diferentes: las de Nueva York escasamente politizadas y muy enfocadas a cuestiones prácticas; las de Madrid, mucho más marcadas por el debate político. Estados Unidos, la primera potencia mundial, había sido atacada por primera vez por terroristas extranjeros en su propio territorio; España, desgraciadamente, tiene una larga experiencia terrorista y, por tanto, está mucho más habituada a convivir con él.

Las revoluciones de la llamada primavera árabe nos han revelado que Al Qaeda está fuera de juego en muchos países del mundo islámico

En el hall de una de las Torres Gemelas había una escultura de Calder. Acabo de ver una de las cinco láminas de hierro que la componían, que forma parte de una exposición sobre el 11-S, en Barcelona. Las leves curvas trazadas por el artista han sido completamente doblegadas por el paso del fuego. Fragilidad del arte, que tampoco escapa al efecto destructor de la barbarie.

Diez años después, podemos decir claramente que los terroristas no han ganado. Pero, como dice Gideon Rose, en The U.S. versus Al Qaeda, tampoco está claro que hayamos ganado nosotros. Entre otras cosas, porque no sabemos muy bien quién es este nosotros. Sí sabemos, sin embargo, que muchas de las ideas comunes que se habían impuesto en los últimos años eran falsas y que el llamado mundo Occidental, por cinismo, pero también por ignorancia, se había acabado creyendo sus propias mentiras. Las revoluciones de la llamada primavera árabe, cargadas todavía de incertezas sobre su suerte final, nos han revelado que Al Qaeda está fuera de juego en muchos países del mundo islámico y que han sido las nuevas generaciones, más que los impulsos bélicos de Occidente, los que la han derrotado. Diez años después, Bin Laden, ha sido asesinado. Y, poco a poco, el primer mundo va emergiendo del clima de miedo que los ataques terroristas, primero, y la guerra antiterrorista, después, habían instalado. Fèlix Fanés en su Diari de guerra, del otoño de 2001 en Nueva York, escribe: "Casi todos mis amigos han marchado. No quiero relacionarlo con las Torres Gemelas. Son gente que viaja mucho. Pero esta vez se han hecho huidizos todos a la vez". Diez años después, Estados Unidos, que ha vivido una década de expansión belicista, vuelve a plantearse el repliegue sobre sí mismo. Mientras Obama busca sustituir el internacionalismo belicista por la cooperación diplomática, con suerte desigual, la derecha pasa del patriotismo de cruzada occidental de Bush al patriotismo de cruzada interior del Tea Party.

"Los ataques fueron tan impactantes, tan transgresivos, tan catastróficos que era casi inevitable que produjeran una reacción opuesta parecida", escribe Gideon Rose. Y el discurso de la guerra regresó a Estados Unidos, a partir de la invitación de Bush a luchar contra el imperio del mal. No se ahorraron gastos económicos, políticos y morales. Hubo que sobredimensionar la amenaza hasta convertir a Bin Laden en una especie de monstruo todopoderoso, hubo que inventar la idea de un islam unido lanzado contra Occidente, hubo que construir falsedades y mentiras para justificar una guerra difícil de legitimar, y hubo que alimentar un clima de miedo que paralizara la capacidad crítica de la ciudadanía. Fruto de este debate es Guerra. El origen de todo, libro de Victor Davis Hanson, profesor de historia clásica y militar de Stanford, muy representativo de la cultura americana de la guerra. Hanson parte del fatalismo de la guerra: está en la naturaleza humana y por eso existe y existirá mientras el hombre esté sobre la tierra. Ni siquiera la tecnología, por sofisticada que sea, cambiará lo esencial: "La idea de ganar es lo único importante para la opinión pública". Y "las guerras se ganan cuando muere un gran número de combatientes enemigos". Para Hanson la mejor manera de analizar los errores de la guerra está en la historia militar. Y desde ella traza agudos análisis sobre las muchas equivocaciones del ejército americano en su historia. La guerra tiene que ver con la cultura de los pueblos y la cultura americana caracterizada por la juventud, el individualismo, el sentido práctico y la familiaridad con las armas está mejor dispuesta para la guerra que la europea. Hanson sí tiene claro quién es "nosotros": Estados Unidos. La guerra forma parte del carácter trágico de la experiencia humana. Somos "iguales que los griegos pero con dos mil años más de experiencia", de ella tenemos que aprender, según Hanson, no tanto para acabar con las guerras, que es imposible, como para ganarlas mejor.

Guerra. El origen de todo. Victor Davis Hanson. Turner. Madrid, 2011. 328 páginas. 22 euros. Diari de guerra. Nova York, tardor 2001. Fèlix Fanés. L'Avenç. Barcelona, 2011. 17 euros. The U.S. versus Al Qaeda. A History of the War on Terror. Gideon Rose / Jonathan Tepperman (editores). Foreign Affairs, 2011. (Una interesante selección de artículos publicados por la revista en los diez últimos años).

Soldados estadounidenses y afganos, el pasado agosto en Afganistán.
Soldados estadounidenses y afganos, el pasado agosto en Afganistán.AFP / GETTY IMAGES / ROMEO GACAD

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_