La varita mágica de la innovación
Los partidos prometen más I+D+i como solución contra la crisis
Los políticos están convirtiendo la innovación, esa palabra que suena tan moderna en los mítines, pero que pocos sabrían definir sin titubear, en uno de los mantras más repetidos contra la crisis. La mayoría de los programas sitúan las propuestas relacionadas con la investigación, desarrollo e innovación tecnológica (I+D+i), en el capítulo de medidas de choque contra la recesión. La clase política hace pedagogía contra la tentación de recortar presupuestos e incide en la importancia de avanzar hacia una segunda transformación de la economía vasca, apostando por áreas como las bio y las nanociencias frente al excesivo peso de unos sectores industriales más propios del siglo XX.
Los investigadores insisten en que la I+D+i es una apuesta a largo plazo
La UPV genera más del 90% de la investigación que se hace en Euskadi
La tendencia de futuro es impulsar tipos de proyectos multidisciplinares
Todos los partidos coinciden en que invertir en innovación resulta más importante que nunca. Los de izquierdas abogan por reforzar la investigación básica y pública, mientras que el PP prefiere mimar a las empresas para crear riqueza y empleo. En cualquier caso, las promesas compartidas de aumentar las inversiones en I+D+i chocan con la realidad: son las primeras partidas que se recortan, porque no ofrecen beneficios inmediatos.
Para no generar falsas expectativas, los investigadores consultados insisten en no presentar la I+D+i como una "varita mágica contra la crisis", sino como una apuesta a largo plazo. No es casual que la sigla relativa a la innovación vaya al final y en minúscula. Innovar significa incorporar a los procesos productivos los resultados de la investigación científica y de los desarrollos tecnológicos, mejorando así la competitividad de la empresa. La conclusión es clara: para poder hacerlo hay que consolidar un sistema de ciencia y tecnología estable y coherente.
La próxima legislatura comenzará en plena eclosión de iniciativas como las agencias Ikerbasque e Innobasque, los centros de investigación cooperativa (CIC, privados sin ánimo de lucro, como Biogune y Nanogune) y los centros básicos de excelencia (BERC, impulsados por Educación).
Una de las críticas más recurrentes a la creación de esas nuevas estructuras, presente en los programas de EB y Aralar, es que ha mermado el justo liderazgo de la Universidad del País Vasco (UPV), responsable de más del 90% de la investigación que se hace en Euskadi. Juan Ramón González Velasco, ex decano de su Facultad de Ciencia y Tecnología, comparte esa queja: "Parece que la Administración prefiere montar estructuras de cero, trayendo a un personaje del exterior, que aprovechar el potencial de grupos consolidados", lamenta. Frente a esa tendencia, insta a mirar a iniciativas como el Donostia International Physics Center y la Unidad de Biofísica UPV/CSIC, puestos en marcha por grupos universitarios que han sumado apoyos externos. En similar línea, Javier Fernández-Macho, catedrático de Econometría de la UPV, aboga por crear "estructuras de investigación mixtas, con participación pública y privada, pero lideradas por la universidad".
Mientras que los programas políticos prometen crear nuevos centros y organismos, la comunidad científica reclama dar coherencia y mejorar la coordinación de todo lo creado. "No es momento para nuevas aventuras. Hay que consolidar lo iniciado, y ahora que hay menos dinero, optimizarlo", recalca José María Mato, director general de los CIC Biogune y Biomagune.
Otro elemento que hay que seguir explotando es la red de centros tecnológicos, recalca José Miguel Erdozain, director general de IK4, la alianza que agrupa a siete de ellos. "Somos capaces de transferir y transformar conocimiento en valor añadido. Servimos a las empresas y tenemos que seguir haciéndolo", sentencia. En cualquier caso, investigadores universitarios, de centros científicos y tecnológicos coinciden en que la clave es impulsar la colaboración y la coordinación entre todos los agentes, a través de iniciativas como el Parque Científico que se construirá la próxima legislatura en el campus de Leioa de la UPV.
¿Y sobre qué conviene investigar? Las biociencias, las nanociencias y las energías renovables son señaladas por el Gobierno y respaldadas por el Parlamento como áreas estratégicas, y poca gente las cuestiona. "Hay que insistir en esas apuestas. No puede ser que al nuevo lehendakari le dé por priorizar la energía nuclear, por ejemplo, y desaproveche el esfuerzo realizado", alerta Guillermo Dorronsoro, director del área de innovación tecnológica de Innobasque. Mato apela a la responsabilidad de los científicos, que deben reflexionar sobre si las líneas de investigación en las que invierten los recursos son valiosas y útiles para salir de la crisis. La tendencia de futuro es impulsar proyectos multidisciplinares, en los que científicos experimentales, sociólogos o historiadores trabajen codo con codo para abordar retos sociales complejos, como la lucha contra el cambio climático.
Si hay un proyecto ambicioso que ilusiona tanto a políticos como a científicos es la candidatura española a la Fuente Europea de Neutrones. Compite con Suecia y Hungría para hacerse con esta especie de microscopio gigante, que se ubicaría en Zamudio y exigiría una inversión de al menos 1.300 millones de euros. La decisión de los países comunitarios se espera para antes del próximo mes de junio. Aralar es el único partido que se opone al proyecto, bajo el argumento de que no hay suficiente masa crítica que lo justifique. El resto se compromete en su programa electoral a poner todo de su parte para para que España gane.
Algunos investigadores han bautizado la iniciativa como el Guggenheim de la ciencia, que permitirá poner a Euskadi en el mapa de la investigación internacional. Si España gana, Cristina Oyón, responsable científica del consorcio ESS-Bilbao, destaca que tendrá un "enorme impacto económico, científico, tecnológico e industrial". "Sólo hay que mirar a Grenoble, una ciudad francesa que se ha desarrollado a partir de ser sede de infraestructuras científicas", ilustra. La instalación emplearía a unos 600 científicos de manera estable y atraería a 4.000 investigadores visitantes cada año. "Su influencia ayudará a desarrollar nuevas líneas científicas, y los centros de investigación y las empresas locales que usen la fuente podrán mejorar sus capacidades", defiende Oyón.
Pero incluso si España no gana la carrera abierta por la fuente, la estrategia de I+D impulsada por ESS-Bilbao habrá contribuido a capacitar a la red vasca de ciencia y tecnología. "Ya somos capaces de proporcionar servicios y componentes a otras fuentes de neutrones y demás infraestructuras europeas", celebra Erdozain.
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