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HOJAS SUELTAS | OPINIÓN
Columna
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El cuarteto europeo

¿Qué es mejor: que mande uno o que manden muchos? En la Unión Europea acaba de estrenarse un patrón para dos años y medio: el belga Herman Van Rompuy, el nuevo presidente comunitario, por una de esas casualidades de la historia, se encuentra con José Luis Rodríguez Zapatero como presidente semestral de turno. Ambos van a dirigir un mismo órgano, el Consejo, donde se sientan los jefes de Estado y de Gobierno. Compartir idéntico espacio de poder con otro habría disgustado sobremanera a José María Aznar, enérgico defensor durante toda su vida del principio "que mande quien queráis, pero que mande uno". A Zapatero le toca bregar con esta bicefalia -forzada por el Tratado de Lisboa-, sin perder de vista el papel atribuido también al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso.

Lejos de tutear a China y América, el primer semestre de Zapatero al mando de la UE servirá de transición interna

Al trío de presidencias se suma una Alta Representante, la británica Catherine Ashton. Dotada de muchos más medios que los de su antecesor, Javier Solana, ella inicia la tarea desde un perfil internacional más bajo que el del español. La jefa de la diplomacia europea y los tres presidentes aludidos resultan un cuarteto inesperado como respuesta a la célebre pregunta atribuida a Henry Kissinger, que hace más de treinta años se interrogaba sobre el número de teléfono bueno para llamar a Europa.

Visto lo visto, no va a cambiar el modo de relación con Chimérica. Este vocablo, contracción de China y América, ha sido incluido por The New York Times en su lista de las palabras que más han marcado 2009: designa el dúo aparentemente llamado a ejercer el dominio económico del planeta y a tomar las decisiones que importan (o a no tomarlas, como hicieron en la reciente cumbre de Copenhague sobre el clima, para disgusto de muchos europeos). Lejos de tutear a esa Chimérica, el primer semestre de 2010 será para la UE un período de transición interna y de rodaje de las nuevas instituciones. Salvo crisis inesperadas, esta época tiene tiene más de acople de mecanismos y de oscuras peleas, que de emocionantes decisiones o gestos capaces de sacar a la ciudadanía de la indiferencia con la que ha vivido la designación de los nuevos dirigentes comunitarios.

En lo esencial, las competencias de Zapatero serán las mismas que las de anteriores presidentes de turno, salvo que el belga presidirá todas las cumbres con el español a su lado, según el compromiso adoptado por ambos. Se celebrarán en España reuniones de la UE con los Estados Unidos de Obama y con América Latina. Menos clara está la dirección de los asuntos económicos: Van Rompuy se ha apresurado a convocar una cumbre dedicada al crecimiento y al modelo social europeo para tomar la iniciativa de la recuperación, pero a España le corresponde presidir las reuniones de ministros de Economía y Finanzas. Ciertamente, va a ser muy difícil convencer a los demás de que las buenas ideas para salir de la crisis provienen de un país que mantiene en paro casi al 20% de la población activa.

A pesar de los pesares, hay que enfocar los próximos meses con optimismo. La recesión parece retirarse del corazón de Europa, lo cual beneficiará a todo el continente, dada la interdependencia de las economías de sus países. Y las instituciones comunitarias, aunque titubeantes y cautelosas, se ponen de nuevo en marcha, ya veremos hacia dónde. Zapatero tendrá que sobreponerse a la relativa debilidad de su posición en el escenario político español -capaz de complicarle la trastienda en cualquier momento- y aplicar al espacio de la UE mucha mano izquierda. Entre otras razones, para que la más que probable llegada al poder de los conservadores euroescépticos en Reino Unido, en la primavera próxima, no alargue todavía más la transición de la UE hacia una entidad política con peso en el mundo y capaz de proteger a sus habitantes.

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