ETA condena a Carod
Al comunicar que "suspende" sus atentados en Cataluña, ETA no está declarando una tregua, sino amenazando al resto de los españoles. Todos los partidos catalanes sin excepción rechazaron ayer esa amenaza implícita y exigieron a ETA que desaparezca. Sin embargo, no se pusieron de acuerdo sobre las consecuencias de esta auténtica carta-bomba -como la definió Maragall- en la que ETA confirma la interpretación más desfavorable para Carod del significado de su encuentro con los jefes de la banda en Perpiñán.
Carod había negado que hubiera alcanzado acuerdo alguno o que hubiera planteado una tregua circunscrita al territorio catalán. Volvió a hacerlo ayer. Según Carod, el hecho de que ETA diga que la tregua es efectiva desde el 1 de enero, días antes de su encuentro, probaría que la decisión de los terroristas es independiente de la entrevista. Es una explicación pueril, especialmente increíble a la vista del mes y medio que se habría tomado ETA para comunicar el hecho al pueblo catalán. Quien acepta entrevistarse por su cuenta con una banda terrorista asume el riesgo de la interpretación que sus interlocutores puedan hacer de sus palabras. En el caso de Carod hay además escritos y declaraciones suyos, remotos y recientes, en los que aceptaba esa lógica de tregua territorial.
La buena conciencia de Carod no reduce, por tanto, su responsabilidad. La que asumió dimitiendo como conseller en cap cuando se conoció el encuentro de Perpiñán, fue calificada de provisional. Y aunque finalmente tuvo también que dejar de ser conseller, Maragall se ha negado hasta ahora a cerrarla definitivamente. Esa provisionalidad sólo puede entenderse como una cautela a la espera de que se confirmase o no que, además de desleal e imprudente, la entrevista había sido causa de algún compromiso inconfesable. ETA ha tenido interés en confirmar esta última hipótesis.
Eso es lo que añade el comunicado de ayer a lo ya sabido: que ETA tiene interés en hacer ver que Carod fue a Perpiñán a pactar una tregua por separado. Sea verdad o no (o lo sea a medias), la responsabilidad del ex conseller en cap es ahora mayor, y lo provisional tendrá que convertirse en definitivo. Carod se ha cerrado ya la puerta del Gobierno y tiene un difícil futuro político. Si se resiste, habrá que convencer a su partido de que tiene que convencerle. ¿Y si ello no es posible? Zapatero dijo ayer que el comunicado de ETA debe tener consecuencias en ERC o en el tripartito. Seguramente es así, por este orden: primero, que ERC encuentre la forma de convencer a su secretario general de que debe llegar mucho más lejos a la hora de asumir la responsabilidad personal. Y si eso no es posible, no puede mantenerse la coalición.
Porque también es muy grave que un par de folios de ETA obliguen a modificar la composición de un Gobierno respaldado por 1,7 millones de catalanes, el 55% de los votantes. El PP ha ido demasiado deprisa tratando de aprovechar los efectos colaterales de la bomba de fragmentación soltada por ETA. Rajoy emplazó a Maragall a romper "de inmediato" el pacto de gobierno con ERC, opinión compartida por algún barón socialista. Y Aznar consideró incompatible esa alianza con el Pacto Antiterrorista firmado por el PSOE, a menos que Esquerra destituya a Carod o que Maragall disuelva el Gobierno tripartito.
Hay cosas demasiado importantes en juego. ETA está muy débil, y el oportunismo de Carod le ha permitido hacerse presente a su estilo: administrando la violencia y la amenaza de ejercerla de manera que divida a los demócratas y les lleve a cuestionar valores compartidos. El Pacto Antiterrorista se firmó, entre otras cosas, para evitar ese efecto; sería triste paradoja que el efecto de algo que socialistas y populares condenan con la misma energía fuera la ruptura del propio pacto. Sobre todo porque ha sido decisivo para legitimar la ofensiva del Estado de derecho que ha dejado a ETA al borde del colapso.
Los terroristas tratan ahora de capitalizar a su favor la torpeza de Carod intentando condicionar la campaña electoral. Condicionarla precisamente contra las expectativas de los socialistas, lo que sólo podrá sorprender a los ciegos voluntarios, como el propio Carod. Sus distingos sobre fondo y forma indicaron que seguía pensando que merecía una medalla, y no una censura, porque "alguien tenía que hacer" lo que hizo: buscar el diálogo para resolver "un problema que es político". Pasando por alto lo que más de 20 años de experiencia han enseñado: que el diálogo con ETA estimula la perpetuación del terrorismo; que sus crímenes encuentran un sentido en la medida en que sus amenazas selectivas "aceleran las contradicciones" del enemigo. O sea, de los demócratas.
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