_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El sueño de Lewis Carroll

Gustav Spiller escribió que los sueños corresponden al plano más bajo de nuestra actividad mental. No comparto ese concepto que, a mi parecer, tiende a subestimar al arte. Todas las artes son acaso una forma de sueño. Ist es mei Leben getraümt oder ist es wahr? ¿He soñado mi vida o fue verdadera?, se pregunta espléndidamente el poeta austriaco Walter von der Vegelweide.La literatura inglesa y los sueños guardan una antigua relación. Beda el Venerable refiere que Caedmon, el primer poeta de Inglaterra, compuso su primer poema en un sueño. Stevenson confiesa que soñó la transformación de Jekyill en Hyde y la escena central de Olalla. Un triple sueño de palabras, de arquitectura y de música dictó a Coleridge el admirable fragmento de Kubla Khan. Los casos del sueño como tema son innumerables en la historia de la literatura. Pero sin duda los más ilustres se hallan en los libros que nos ha dejado Lewis Carroll. Alicia sueña con el rey Rojo, que está soñándola, y alguien le advierte que si el rey se despierta ella se apagará como una vela, porque no es más que un sueño del rey que ella está soñando. Los dos sueños de Alicia bordean la pesadilla. Las ilustraciones de Tenniel (que ahora son inherentes a la obra y que a Carroll no le gustaban) continuamente acentúan la sugerida amenaza. A primera vista, las aventuras de Alicia parecen irresponsables o casi arbitrarias; luego comprobamos que encierran el secreto rigor del ajedrez y de la baraja, que asimismo son aventuras de la imaginación. Carroll, según se sabe, fue profesor de matemáticas en la universidad de Oxford; las paradojas logico-matemáticas que la obra nos propone no impide que ésta sea una magia para los niños.

En el trasfondo de los sueños de Lewis Carroll acecha una resignada y sonriente melancolía; la soledad de Alicia entre sus monstruos refleja acaso la del célibe que tejió la inolvidable fábula. La soledad de un hombre que no se atrevió nunca al amor y que no tuvo otros amigos que algunas niñas que el tiempo fue robándole, ni otro placer que la fotografía, menospreciada entonces. Queda otra zona, que mi incapacidad no entrevé y que algunos entendidos desdeñan: la de los pillow problems que urdió para poblar las noches del insomnio y para alejar (él mismo lo confiesa) los malos pensamientos que lo acosaban. El triste Caballero Blanco, artífice de cosas inservibles, es un autorretrato deliberado y una proyección, tal vez involuntaria, de aquel provinciano que trató de ser Don Quijote. Un Quijote o Quijano que nunca sabe si es un pobre sujeto que sueña ser un paladín cercado de hechiceros o un paladín cercado de hechiceros que sueña ser un pobre sujeto. Recuerdo ahora que Martin Gardner, a propósito de estos sueños recíprocos, nos habla de cierta obesa que pinta a una pintora flaca, que pinta a una pintora obesa que pinta a una pintora flaca, y así hasta lo infinito.

De todos los episodios de Alicia, el más inolvidable es el adiós del Caballero Blanco. Quizá el Caballero está conmovido, porque no ignora que él también es un sueño de Alicia, como Alicia fue un sueño del rey Rojo, que está a punto de esfumarse. El Caballero es el propio Carroll que se despide de los queridos sueños que poblaron su soledad.

Quien escribe para los niños corre peligro de quedar contaminado de puerilidad; el autor se confunde con los oyentes. Tal es el caso de Jean de La Fontaine, de Robert Louis Stevenson y de Rudyard Kipling. Se olvida que Stevenson escribió A child's garden or verses, pero también The master of Ballantrae; se olvida que Kipling nos ha dejado las Just so stories y los relatos más complejos y trágicos de nuestro siglo. En lo que a Carroll se refiere creo que los admirables libros de Alicia pueden ser leídos y releídos, según la locución hoy habitual, en muy diversos planos.

Esos sueños forman parte de nuestra felicidad; ojalá compartan esa felicidad quienes, más allá de los años y la repetida vigilia, siguen, como yo, volviendo sus páginas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_