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Crítica:LIBROS | Escaparate
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Espejismo del espacio público

Enrique Gil Calvo

Ensayo. En un reciente informe comparado que dirigió el año pasado Mario Pezzini para la OCDE, Madrid destacaba con ventaja sobre el resto de capitales europeas por su excelente calidad de vida, con el transporte público y la integración de su 16% de inmigrantes como notas más destacadas. Es la joya de la corona que enorgullece al PP, cuya política social de americanización urbana (privatización del espacio público, ascensión social de las clases medias y sustitución de la clase obrera por inmigración foránea) es el común denominador que identifica a los por otra parte rivales alcalde y presidenta de la conurbanización madrileña. Pero este nuevo Gran Madrid no es "la suma de todos", como reza la publicidad electoral de la lideresa. Por el contrario, sólo pertenece a una exigua minoría de constructores urbanos, políticos derechistas, especuladores financieros y propietarios inmobiliarios.

El resto de madrileños no pertenecemos a Madrid, sólo habitamos aquí, coexistiendo de manera relativamente pacífica. Pues el espectáculo que deslumbró al equipo de la OCDE no es más que un espejismo urbano que reverbera en la meseta manchega, como Las Vegas en el desierto de Nevada o Los Ángeles en la Baja California. Y para demostrarlo, nada mejor que el contundente informe elaborado por el Observatorio Metropolitano: un equipo de geógrafos y urbanistas críticos que lleva años diseccionando la metamorfosis de este sufrido Madrid, que ha dejado de ser el rojo rompeolas de todas las Españas para pasar a ser el nuevo escaparate ostentoso del arribista neofranquismo sociológico. Y este informe traza la cartografía madrileña de un espacio público reconstruido por la privatización, que lo fractura y manufactura para comercializarlo entre turistas y nuevos ricos mientras los inmigrantes trabajan a su servicio.

Podría pensarse que semejante hipertrofia especuladora del urbanismo sólo podría tener lugar en las capitales regidas por el PP o sus avatares, como Madrid, Valencia o Marbella. Pero nada más lejos de la realidad. Por desgracia, en la Barcelona regida por consistorios progresistas, a la que la izquierda española siempre ha imaginado como alternativa urbanística a Madrid, ocurre otro tanto. Y para comprenderlo, nada mejor que el reciente panfleto del antropólogo barcelonés Manuel Delgado: un manifiesto incendiario dirigido contra el modelo urbanístico barcelonés que viene presidiendo la reconstrucción permanente de la Ciudad Condal desde el comienzo de la transición democrática, y que alcanzó su cenit de máximo esplendor en los fastos olímpicos de 1992. Un modelo que si bien se ha escenificado con un diseny mucho más edificante y edulcorado que el madrileño, sin embargo se ha erigido con la misma voracidad especulativa y depredadora, sin complejos para esgrimir como coartada una impecable corrección política que le autoriza a arrasar barrios populares enteros en beneficio del presunto progreso municipal.

Es la otra cara sólo aparentemente antitética de la misma moneda de Madrid, ahora catalanista y tripartita en vez de franquista o pepera. Y Manuel Delgado se ceba en su libelo denunciando los desmanes del llamado modelo Barcelona de urbanismo progresista: un modelo de moda venal al que compara con la prostitución seudovirginal de una top model de pasarela, que no duda en vender sus dudosos encantos ciudadanos, arquitectónicos y paisajistas al mejor postor, desde el turista accidental al crédulo izquierdista, pasando por el inversor global. Como reza la publicidad municipal: "Barcelona, ponte guapa" (para seducir con sus encantos urbanísticos a la clientela comercial).

La especulación urbanística e inmobiliaria es la principal fuente de financiación autonómica, municipal y partidaria. Es el lado oscuro de la fuerza de Madrid, Bilbao, Valencia y Barcelona, cuya cara más visible y brillante se muestra en las torres del Madrid, la cáscara del Guggenheim, los calatravas de Valencia o el falo de Aguas de Barcelona. Pero la privatización especulativa del espacio público no sólo genera espejismos urbanísticos como el barcelonés o madrileño, entre otros muchos ejemplos de ciudades-espectáculo convertidas en parques temáticos como Shanghai o Venecia, sino que también ofrece otra cara oculta mucho más miserable, violenta e inhumana. Es la destrucción pura y dura de los espacios urbanos, o su hipertrofia cancerosa y putrefacta, causada por la globalización deslocalizadora que está generando un doble movimiento de huida, abandono y desertización de los viejos cascos históricos, y su reflejo contrapuesto, allí donde proliferan ingentes megaciudades-basura hechas de chabolas donde se acumula la escoria humana expulsada de los ecosistemas rurales destruidos para hacinarse en homicidas campos de concentración urbana. Ambos procesos antitéticos, el de los espectros urbanos de las ciudades muertas y el de los despojos urbanos de las ciudades-miseria, han sido diseccionados en dos libros por el geógrafo estadounidense Mike Davis, quizás el más celebrado crítico anticapitalista de la autodestrucción urbana del presente.

Madrid: ¿la suma de todos? Globalización, territorio, desigualdad. Observatorio Metropolitano. Traficante de Sueños. 703 páginas. 24 euros. La ciudad mentirosa. Fraude y miseria del "modelo Barcelona". Manuel Delgado. La Catarata. 242 páginas, 18 euros. El desgobierno de lo público. Alejandro Nieto. Ariel. 351 páginas, 21 euros. Ciudades muertas. Ecología, catástrofe y revuelta. Mike Davis. Traficante de Sueños. 249 páginas, 18 euros. Planeta de ciudades miseria. Mike Davis. Akal. 283 páginas, 19 euros

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