"Cosmin estaba de espaldas y ni se enteró de que nos disparaban"
El compañero del joven asesinado en Torrejón cuenta cómo un hombre moreno de 1,80 empezó a pegar tiros cuando la discoteca Pícaro estaba ya cerrada
"Estábamos hablando Cosmin y yo con el pincha de la discoteca. Entonces oímos ruido. Me giré y vi a un chico, de pie, disparando. Cosmin estaba de espaldas y creo que ni se enteró de lo que pasaba. Pensó que eran petardos". Ciprian Crisan, recostado en el sofá de casa de un amigo, recuerda el tiroteo que la madrugada del sábado acabó con la vida del rumano Cosmin Virgil Costea, de 26 años, delante de la discoteca Pícaro, en Torrejón de Ardoz. "Tuve mucha suerte", reconoce. Porque ninguno de los 14 tiros que un individuo disparó frente a la puerta de servicio le rozó. Fue de rebote, porque estaba muy cerca de la pared. Al menos tres balas le alcanzaron tras impactar en el muro blanco del local. Ciprian muestra sus heridas: un rasguño en la espalda, esquirlas en el brazo derecho y, lo más grave, varias heridas junto al párpado.
"Tengo miedo hasta de ir al bar. Me voy a ir una temporada", dice el testigo
Eran las seis de la mañana y la discoteca ya había cerrado. Cosmin y él llevaban desde la una de la madrugada en el local. Se habían rezagado porque el primero, que vivía en la zona de General Ricardos, en Madrid, necesitaba un transporte para volver a casa. Precisamente de eso estaban hablando con el disc jockey, que tenía aparcado su coche frente a la puerta de emergencia. "No vi de dónde venía. Solo lo vi de pie, con una pistola en la mano y pegando tiros de izquierda a derecha", explica. "Me asusté. Me agaché y vi que la puerta estaba medio abierta. Había dos o tres personas dentro. Una me cogió y me metió para dentro", recuerda.
El encargado de la discoteca, Alin, era una de esas personas. "Al herido pudimos meterlo, pero a Cosmin no, porque estaba más lejos de la puerta. Los disparos no paraban". Alin explica que ni siquiera vieron que Cosmin estaba herido grave. Había recibido un balazo en el pecho, cerca del corazón. Sin embargo, fue capaz de caminar unos 50 metros, hasta un banco de la avenida de la Constitución para, allí, caer desplomado. Lo encontraron un rato después.
Mientras, Ciprian sangraba sin parar. Lo tendieron en un sofá hasta que llegó la ambulancia. "No veía nada. Me caía la sangre por el pecho", explica, y muestra la camiseta que llevaba esa noche, todavía con las manchas oscuras de la sangre y un boquete en la espalda. Los pantalones, cuenta, sí los lavó.
Pese al miedo, pese a los nervios y que a esa hora aún no había mucha luz, pudo ver bastante bien al autor de los disparos. Lo describe como "un hombre de 1,80-1,85 metros, un poco gordo, de unos 30 años, vestido con una camiseta oscura, posiblemente marrón, moreno, de pelo negro". ¿Lo reconocería? Admite, no sin cierto recelo, que sí. "No salgo a la calle. Tengo miedo hasta de salir a un bar a tomar algo. Estoy pensando ir unos días a Rumania, quitarme de en medio".
Mientras habla, su novia le acaricia el pelo. Está agotado, medio grogui por la medicación que le dieron en el hospital La Paz para el dolor. No quería preocupar a su madre y por eso se refugió en casa de un familiar de su novia, rumana como él y la inmensa mayoría de los clientes de la discoteca.
3Dentro de 10 días le tienen que quitar los dos puntos que le dieron en la herida del ojo. "Mañana mismo [por hoy] voy a buscar un abogado", añade. Durante la conversación, Ciprian usa la palabra "suerte" varias veces. Para referirse a la suya, buena, y a la mala de Cosmin. Él tampoco podía creerse que fueran balas. "Vi que salía polvo y humo de la pared y pensé que estaba disparando con una pistola de esas de bolas de caucho, y que rebotaban. Fue tan rápido que casi no me di cuenta de nada. No me puedo imaginar cómo no me dio ninguna". Ciprian trabaja en la lavandería de un hotel a la autovía de Barcelona, cerca del centro comercial Plenilunio. Vive con su madre en Torrejón, que a primera hora de la tarde de ayer desconocía lo que le había pasado a su hijo. "Seguro que no ha querido decirme nada para que no me quedara intranquila", aseguró Rodika. "Mi hijo va muy poco a esa discoteca porque solo libra un fin de semana de cada cuatro", añade la madre, que trabaja en el mismo hotel que su hijo.
Ciprian cuenta que, a medida que pasan las horas, va recordando más detalles. No vio a Cosmin en el suelo. Este, herido de muerte, caminó hasta el banco, donde lo encontraron los sanitarios del Summa. Intentaron reanimarle y le trasladaron al hospital de La Paz con pronóstico muy grave. Murió a mediodía.
Los amigos del fallecido instalaron ayer un pequeño altar en su memoria. Una mesita negra, unas velas y unos carteles con la foto de un Cosmin sonriente donde se podía leer, en rumano: "Aunque te has ido lejos, para nosotros siempre estarás cerca y te vamos a querer igual que siempre. Descansa en paz". Lo firmaban sus mejores amigos en Madrid, adonde se trasladó hace nueve años desde una población situada a 30 kilómetros de Alba Iulia, en Transilvania. Alexandrina, Soarecu, Hermina y Dandanache describían a Cosmin como un joven "muy alegre, muy buena persona y muy tranquilo, que nunca se metía en problemas". Algunos le conocían ya en Rumanía y habían sido amigos desde niños. Cosmin trabajaba en la construcción desde que llegó a Madrid. "A todos nos ha buscado trabajo alguna vez", decía uno de sus allegados.
También colocaron unas flores y más imágenes suyas junto al banco en el que cayó Cosmin. Y de nuevo, frases en rumano en las que decían que le querían y que no le olvidarían nunca. Miradas al suelo, mucho dolor y más tristeza se mezclaban en esas calles a las que solo acudían amigos de la víctima y los responsables de la discoteca.
La madre y la hermana de la víctima llegaron ayer por la tarde a Madrid para intentar repatriar el cadáver a su ciudad natal. Este trámite puede tardar varios días, porque la autopsia se ha retrasado hasta hoy. El juez, además, debe autorizar su salida de España. "He hablado por teléfono con la madre y está destrozada", afirmó Alexandrina, amiga de Cosmin desde la infancia. Nada más aterrizar en el aeropuerto de Barajas, la madre quiso que la llevaran a la discoteca. "Ha encendido una vela, ha visto sus fotos y a los cinco minutos se ha ido llorando desconsolada. Lo está pasando muy mal", añadió Alexandrina. Los familiares se quedarán en casa de un amigo.
Cosmin era un cliente habitual de Pícaro. Le conocía todo el mundo porque no faltaba ni un fin de semana. Esta discoteca es probablemente la más famosa entre los rumanos que residen en la región. El propio Alin, el encargado del local, conocía a Cosmin. "Muy buena persona, hablaba con todo el mundo. Dos veces me regaló el rosario que llevaba colgado al cuello", recuerda. "Era más tranquilo que una chica", añade.
El Grupo V de Homicidios, que investiga el crimen, mantiene la discreción sobre el caso. Afirma que está muy cerca de detener al autor de los disparos. Para ello cuenta con varias pruebas incriminatorias, como la grabación de una cámara de seguridad que hay en el exterior de la discoteca. Además, sabe que el hombre huyó en un BMW negro. También recogieron los casquillos, con lo que se podrá cotejar con el arma utilizada, en caso de que sea recuperada.
Lo que aún no ha quedado esclarecido es qué ocurrió dentro de la discoteca y qué desencadenó la posterior venganza. Las primeras investigaciones apuntan a que todo empezó alrededor de las 4.30 de la madrudaga cuando dos grupos de mujeres se enfrentaron dentro del local. Los hombres que estaban con ellas entraron en la discusión y la seguridad del local invitó a que se marchara al grupo más conflictivo. Pero después, con la discoteca ya cerrada volvieron. "Yo no pensé que por echarlos iba a pasar esto", se lamentó uno de los trabajadores del local.
Los responsables de seguridad del local relataron los acontecimientos de lo que ocurrió la madrugada del sábado, pero aseguran que sucedió algo más en esas horas. Eso sí, mantienen silencio por indicación de la policía y por respeto a la víctima. Al menos no quieren hablar hasta que sea detenido el autor de los disparos.
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