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Reportaje:Ola de cambio en el mundo árabe

"No tenemos nada que perder, la lucha sigue"

El grupo juvenil 20 de Febrero intenta mantener viva la llama reformista

Andrea Rizzi

Delicada, menuda, pero animada por una arrolladora energía vital, Imane Dahuane recorría ayer las calles de Marraquech indiferente a la torrencial lluvia que las inundaba. Desperdiciar una mano para sujetar un paraguas cuando había tantas octavillas prodemocracia por repartir en un día de manifestación es una idea que probablemente ni siquiera llegó a contemplar. Bióloga, de 31 años, Imane sabe que el momento es decisivo, que es indispensable echar el resto ahora para mantener viva la llama del cambio en Marruecos. La lluvia no es desde luego el elemento más hostil al que se enfrentan los jóvenes marroquíes que reclaman democracia.

La trayectoria vital que condujo ayer a Imane hasta la plaza del Ayuntamiento enfundada en una camiseta blanca con un logo del Movimiento 20 de Febrero y a exigir libertad a gritos por las calles de su ciudad son a la vez un calvario personal y un paradigma generacional. Terminada la carrera, entró en un túnel de pasantías no retribuidas, empleos precarios y paro. "No solo los salarios son miserables, sino que además en alguna ocasión han llegado a exigirme condiciones intolerables para renovarme un contrato, como que me comprometiera a no casarme durante cuatro años", explica indignada. "Solo los hijos de papá avanzan. Estamos hartos de la falta de meritocracia, hartos de la corrupción, hartos de estos políticos en los que ya no tenemos ninguna fe", espeta.

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Los compañeros de Imane, reunidos ayer en una de las marchas organizadas por el Primero de Mayo, tienen un perfil homogéneo. Se trata mayoritariamente de estudiantes o jóvenes con buena formación. Algunos, como Amine A., de 21 años, pronuncian palabras contundentes. "Vivimos bajo un sistema dictatorial. Esto tiene que cambiar. Si no lo hacemos nosotros, nadie lo hará. No me amedrentaré", dice. Otros se atreven a cantar, en la concentración, "abajo la tiranía". La policía observa sin intervenir. Los sindicalistas se muestran mucho más prudentes, y algunos hasta corean "¡viva el rey!".

Sin embargo, las reivindicaciones públicas de los jóvenes son generalmente moderadas. Piden monarquía constitucional, seguridad jurídica, oportunidades de trabajo. Pero aunque el denominador común sea asumible por muchos, la formación de un frente más amplio se está revelando tarea complicada.

La manifestación de ayer en Marraquech lo evidencia. Aunque la fuerte lluvia desanimó a gente, solo unos pocos centenares de personas respondieron a la convocatoria. Además, en un síntoma de escasa unidad, los diversos actos sindicales no confluyeron en un punto de encuentro final. Eso no fue culpa del temporal.

"En nuestras filas hay también sindicalistas, pero la relación con las centrales no es del todo fluida", reconoce Imane, que viste un ligero velo blanco que no cubre todo el pelo.

No es quizá la distancia más grave que queda por salvar. Sobre todo, el movimiento no parece haber logrado todavía atraer a las clases bajas. En otros casos -Egipto, Túnez- el odio al dictador hizo de coagulante, propulsó la protesta. A falta de ese ingrediente, en Marruecos el frente reformista juvenil es todavía un movimiento de reducido espectro social. Así se deducía en Marraquech.

A todo ello, hay naturalmente que añadir el fantasma de la represión, ahora avivado por el atentado del jueves. Los chavales temen que el Estado endurezca su actitud, y de paso deje de tolerar sus peticiones. Un grupillo minoritario llegó a corear: "El atentado es una pièce teatral".

Pese a las adversidades, parecen muy motivados para insistir. Algunos, como Amine o Zakaria Lazmat, estudiante de 20 años, se declaran inspirados por los logros de sus colegas egipcios y tunecinos.

Otros manifiestan impulsos más personales. "Yo no tengo nada que perder. No tengo ni siquiera un poco de dinero para emigrar. Así que seguiré luchando", promete Imane. Y es francamente difícil no sentir simpatía y admiración ante la perseverancia con la que distribuye sus octavillas e intenta mantener viva la llama reformista bajo la inusual fría lluvia de Marraquech.

Concentración del Primero de Mayo en Casablanca.
Concentración del Primero de Mayo en Casablanca.YOUSSEF BOUDIAL (REUTERS)

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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