La resurrección de Alejandro Toledo
El líder peruano, cuya popularidad tocó fondo durante su Gobierno, lidera los sondeos para las presidenciales
En Perú no hay cadáveres políticos. Esta afirmación, que pudo comprobarse en 2006 -cuando Alan García ganó la presidencia por segunda vez tras haber dejado al país sumido en una profunda crisis económica y bajo el ataque de Sendero Luminoso al final de su primer Gobierno, en 1990- vuelve a demostrarse ahora, con el crecimiento de la figura de Alejandro Toledo. El ex presidente (2001-2006), cuya popularidad tocó fondo a mediados de su Gobierno con apenas un 8% de aprobación en los sondeos, es ahora favorito para imponerse en los comicios del 9 de abril y volver a la presidencia.
Aunque los analistas recuerdan que en sus últimos meses de presidente su popularidad mejoró hasta terminar en alrededor del 30%, el ascenso de Toledo, quien el 28 de marzo cumplirá 66 años, puede considerarse fulgurante y sorpresivo.
Sin embargo, para él esta debe ser una nueva historia de la cenicienta, similar a otras en su vida. Nació en el misérrimo pueblo de Cabana (en la sierra Áncash, una región al norte de Lima) y de niño fue limpiabotas y vendedor de periódicos, para llegar a estudiar economía en la Universidad de Stanford y después alcanzar la presidencia.
Durante la mayor parte del Gobierno de Alan García evitó situarse en la primera fila de la oposición, sus declaraciones políticas fueron esporádicas y se dedicó a dar conferencias y clases en universidades extranjeras, con un perfil bastante bajo dentro de su propio país. Tampoco su partido, que apenas logró colocar un par de representantes en el Congreso en los comicios de 2006, fue un actor importante en los últimos cinco años.
Sin embargo, su campaña ha sido breve y eficaz. Cuando anunció su candidatura, en noviembre de 2010, las encuestas lo situaban tercero en la intención de voto, con alrededor del 16%. Desde entonces ha logrado casi duplicar esa cifra y situarse en cabeza. Dos sondeos difundidos el pasado fin de semana le otorgan un apoyo en torno al 30% y una ventaja de entre 8 y 10 puntos sobre Keiko Fujimori, su más cercana perseguidora. En una previsible segunda vuelta (se necesita superar el 50% de los sufragios válidos para evitarla), el candidato de Perú Posible también se impone a todos sus posibles rivales, según las encuestas.
El recuerdo de los puntos más bajos de su Gobierno, entre ellos la aparición de una hija que se negó a reconocer hasta que la presión pública lo obligó a hacerlo, los excesos verbales de su esposa, Eliane Karp, y su fama de frívolo, elementos que influyeron en su baja popularidad cuando presidente, parecen ahora temas de segundo plano, pese a que sus adversarios no pierden oportunidad para ponerlos sobre el tapete. Keiko Fujimori llegó incluso a pedirle que se someta a una prueba para descartar el consumo de drogas, un reto que Toledo declinó y calificó de "circo barato".
"Es el candidato con más fuerza y con una creciente sensación de ganador por lo que, cuanto más lo atacan, mayor margen saca", comenta Fritz Du Bois, director del diario Perú.21, quien considera que a estas alturas queda claro que ha sido Toledo quien mejor ha manejado la campaña electoral.
Aún falta el trecho decisivo de la campaña, pero tras varios años de crecimiento económico sostenido, parece que ahora es el momento para que el ex presidente saque provecho de su imagen como el hombre con el que el país inició un importante despegue económico. "Toledo no hizo daño", señala el sociólogo y analista político Julio Cotler. "Todas las acusaciones que se le pueden hacer son que tomaba sus tragos y que se iba a Punta Sal de fin de semana, pero dejaba hacer a sus ministros, no tuvo un estallido social como el [conflicto indígena] de Bagua ni un discurso conflictivo como el del perro del hortelano". Cotler puntualiza diferencias entre el ahora candidato y el actual presidente, Alan García, que también ha tenido problemas de popularidad durante su actual mandato y también parece interesado en competir una vez más por la presidencia en 2016.
"Es cierto que Toledo llegó a [tener un apoyo de solo el] 8%, pero sobre el final de su Gobierno levantó, básicamente porque la economía del país mejoró y él cometió menos errores. El recuerdo que hay de él no es malo", señala el periodista Fernando Rospigliosi, que fue ministro del Interior durante su mandato. "Su campaña previa fue muy importante, porque fijó temas sensibles como el alza de precios, el empleo y la educación", agrega. Cotler coincide también en señalar los aciertos de su campaña. "Se ha puesto en el centro del debate. En términos de estrategia electoral es extraordinario, porque todo el mundo lo tiene que atacar. Es él quien marca la agenda", explica.
Ni siquiera las marchas y contramarchas en su discurso, un defecto que también le pasó factura cuando fue presidente, han afectado a la buena marcha de su campaña hasta el momento. Hace dos semanas, en un encuentro con la prensa extranjera acreditada en Perú, Toledo sorprendió presentando propuestas liberales como la formalización de la unión civil entre homosexuales o la despenalización del aborto y sugiriendo que se vea "con un ojo analítico" la legalización de las drogas. Las críticas y ataques llegaron de inmediato y el candidato llegó a retractarse en varios puntos, aunque mantuvo su posición favorable respecto al matrimonio gay. Era de esperarse una reacción del electorado, pero las encuestas lo mostraron igual o incluso más fuerte que antes. Tanto, que en un alarde de fuerza que algunos han interpretado como soberbia, ha llegado a declarar que pretende ganar las elecciones en primera vuelta. Nadie lo considera factible a estas alturas, salvo quizás él mismo. Incluso así, lo cierto es que tiene grandes posibilidades de convertirse en el protagonista de una nueva resurrección en un país que tiene claro que los cadáveres políticos no existen.
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