La resolución de la ONU da esperanzas a los rebeldes
Las principales batallas se desarrollan en las últimas horas en las ciudades de Misrata y Ajdabiya, puerta al bastión rebelde de Bengasi
No hubo gritos ni euforia desatada en las calles de Trípoli cuando el delegado chino anunció la prohibición de los vuelos en Libia, pero algunos se atrevieron a decir todo lo que habían callado durante estos días. "Es lo que estábamos esperando desde hace un mes. Espero que no sea tarde. Inshalá", dijo el empleado de un comercio en la capital, pasada la una de la madrugada. Unas horas antes, el mismo hombre hablaba de traición de la comunidad internacional por abandonar a los rebeldes y expresaba de su miedo. "Ha sido un bonito sueño", decía el trabajador, "el problema es que la pesadilla empieza ahora, cuando nos despertamos".
El júbilo sí estalló en las calles de Bengasi, donde miles de personas concentradas en la plaza de los juzgados, comenzaron a lanzar fuegos artificiales y dispararon al aire para celebrar la noticia que quizá les permita defender el bastión rebelde del inminente ataque anunciado por las tropas del coronel Gadafi. Los habitantes de la capital de la revolución siguieron en directo a través de la cadena Al Jazeera la retrasmisión de la votación y empezaron a gritar en cuanto el delegado de China anunció que la resolución había sido aprobada. "Ahora, Libia y la revolución", gritaron al tiempo que mostraban fotografías de los caídos en los combates.
Según el hijo de Gadafi y su sucesor, Saif el-Islam, al parecer el régimen habría cambiado su táctica de ataque sobre Bengasi tras conocer la decisión de los 15 miembros del Consejo. Según informa un periodista de la CNN sobre un encuentro con El-Islam, el cambio de táctica se habría suspendido el ataque militar sobre la ciudad por razones humanitarias.
Poco más de media hora después del anuncio, el viceministro de Asuntos Exteriores, Khaled Kaim, compareció para decir que la resolución "pone en peligro la unidad de Libia y hace un llamamiento a los libios a matarse entre sí". Un grupo de manifestantes a favor del régimen apoyaron las palabras del ministro que no dejó de sonreír durante toda su declaración.
Estos días, el régimen de Gadafi se había afanado en aplastar el sueño revolucionario vendiendo la euforia de la victoria y la vuelta a la normalidad de Trípoli. Es lo que han visto los periodistas que se concentran a diario en el hotel Rixos para coger un coche o un autobús del Gobierno y tratar de medir el ambiente. Sobre las diez de la mañana, los voluntarios del régimen organizan tours el que enseñan escuelas, mercados y calles en las que siempre hay gente con banderas verdes y retratos de Gadafi. Los espontáneos miran a las cámaras y acaban gritando siempre la misma proclama: "Ala, Mohamed, Libia obes", que puede traducirse como "no hay nada más que Dios, el profeta y Libia".
Los intentos de escapar de la presencia de los hombres de Gadafi y acercarse a los suburbios, donde vive la mayor parta de la disidencia, suelen acabar en los controles policiales que rodean la ciudad. En principio, los taxistas no ponen problemas cuando se les pide que vayan al distrito de Tajura, al este de Trípoli. Este barrio obrero es uno de los más castigados por el régimen, donde las manifestaciones de las pasadas semanas han acabado con botes de humo y disparos. El viaje hasta allí permite ver los grandes carteles con la imagen del líder libio omnipresente que se impone en los edificios: Gadafi con gafas de sol; Gadafi de coronel; Gadafi de civil; Gadafi sonriente o con el gesto serio; con los brazos abiertos o con el puño alzado. Después de más de media hora en un atasco amenizado por otro grupo de espontáneos, el paseo acaba en un control policial que obliga a dar marcha atrás.
Mientras tanto, la ciudad sigue desconectada. Solo los dos hoteles donde se alojan los periodistas tienen Internet y algunas páginas web como la de la cadena Al Jazeera o Twitter son inaccesibles. "Esa página no existe", dice el mensaje en inglés bajo el logo de la red social. En cuanto a los teléfonos móviles, estos funcionan pero las compañías locales no distribuyen tarjetas nuevas y hacerse con un número es una tarea complicada. Si se consigue hay que pagar unos 100 dinares (unos 60 euros); el precio antes de las revueltas, hace un mes, estaba en torno a los 10 dinares.
"Los teléfonos están pinchados. Hay que tener mucho cuidado con quien se habla porque se le puede estar exponiendo a las represalias. Si uno cree que no le vigilan se equivoca. El régimen está en todas partes", dice un joven desde Nallut, ciudad de mayoría bereber al suroeste de Libia, y una de las que aún no ha caído en manos de Gadafi. A pesar de su declaración, el joven sigue hablando por teléfono: "Estamos bien pero muchos tenemos miedo porque hemos hablado con periodistas y ya debemos estar en las listas del régimen. Sabemos que muchos de los que han hablado en Trípoli con la prensa han desaparecido. Estamos esperando nuestro final. Las tropas están ya muy cerca".
"Cuando las hormigas andan, Gadafi las oye. Si mueven sus antenas, él las siente. Nada puede hacerse en este país sin que él lo sepa; él tiene ojos y oídos por todas partes". Quien dice esto es uno de los pocos habitantes de Trípoli que se atreven a hablar contra el régimen, siempre bajo la promesa de ser lo más impreciso posible a la hora de atribuir sus palabras.
Los combates de ayer en Ajdabiyah y Misrata no ayudaban a eliminar el pesimismo en las filas rebeldes. La primera ciudad, un punto estratégico en la carretera de la costa por el este, es el primer paso para el asalto definitivo a Bengasi, el bastión de los rebeldes. Según el canal de television Al Arabiya, los enfrentamientos en Ajdabiyah se cobraron ayer 30 muertos. La ciudad sigue bajo mando rebelde pero está rodeada y las tropas de Gadafi la dan ya por ganada. Su toma definitiva les permitiría avanzar por la carretera paralela a la costa, llegar hasta Tobruk y rodear Bengasi. En cuanto a Misrata, los rebeldes se preparaban ayer para una batalla campal por la noche y el Gobierno aseguró que se dará por conquistada esta misma mañana. Por la tarde, todavía con el viento a su favor, el ejército libio había anunciado que el domingo dejaría de atacar momentáneamente para dar una oportunidad a todos los rebeldes que quisieran rendirse.
Todo eso cambió por la noche con la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que prohíbe los vuelos y permite abre la puerta a ataques con el fin de proteger a los civiles. El tono de las declaraciones cambió en las dos partes. En Trípoli, pasada la medianoche, algunos se atrevieron a susurrar que quizás esta sea la última esperanza de la revolución y se encomendaron a Alá.
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