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El prooccidental Hariri desiste de formar gobierno en Líbano

Hezbolá se niega a pactar un Ejecutivo de unidad nacional

Saad Hariri, designado primer ministro de Líbano tras su triunfo electoral el 7 de junio, ha arrojado la toalla. Seguramente, el presidente, Michel Suleiman, le encargará de nuevo la tarea de formar gobierno porque resulta inconcebible que otro dirigente pueda acometer la misión. Pero tres meses después de su victoria, el magnate -líder de la coalición prooccidental que consiguió 70 de los 128 escaños en los comicios- anunció ayer su fracaso a la hora de constituir un Ejecutivo de unidad nacional con Hezbolá y sus socios cristianos, la única alternativa que permitirá garantizar la estabilidad de un país convulso como pocos y sometido a los manejos de las potencias extranjeras como casi ninguno.

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Hariri, líder de los musulmanes suníes, propuso el lunes un Gabinete que fue inmediatamente rechazado por el movimiento chií Hezbolá y su principal aliado, el partido del ex general cristiano maronita Michel Aoun. La coalición triunfadora y la oposición están de acuerdo en el reparto de poder. La fórmula 15-10-5 (15 ministros para los prooccidentales, 10 para la oposición y cinco designados por el presidente Suleiman) otorga en la práctica el derecho de veto a Hezbolá sobre los asuntos que, según el pacto constitucional, exigen mayoría de dos tercios. Pero la disputa sobre la identidad de los elegidos para las diferentes carteras se ha revelado insalvable.

La controversia gira en torno al nombramiento de Yibran Bassil -yerno de Aoun- como ministro de Telecomunicaciones. Hariri se opone rotundamente y argumenta que Bassil no logró vencer en su distrito en las elecciones. La oposición alega que tiene derecho a elegir a sus miembros en el Gabinete. Ambas partes se acusan del bloqueo institucional.

Líbano está habituado a vivir en el vacío político. Ha sido capaz de sobrevivir meses sin presidente, y años con el Gobierno incapaz de adoptar decisiones cruciales en medio del marasmo político y la violencia política. Los analistas descartan a corto plazo que los partidos prooccidentales vuelvan a enfrentarse a Hezbolá y sus acólitos a tiro limpio como sucediera en mayo de 2008, cuando el movimiento chií tomó Beirut en una demostración de fuerza incontestable. La razón es sencilla. Sometido permanentemente a las injerencias de Siria e Irán, por un lado, y de Arabia Saudí y EE UU, por otro, Damasco y Riad pactaron que la violencia amainase después de una oleada de ataques políticos que conmocionó al país tras el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri, padre de Saad, en febrero de 2005. Probablemente, será imprescindible que saudíes y sirios presionen a sus leales en Líbano para que el nuevo Gobierno vea la luz.

Ahora toca reiniciar un proceso en el que Hezbolá y sus socios -que perdieron los comicios debido al sistema electoral, aunque cosecharon casi 200.000 votos más que los vencedores- han demostrado de nuevo que nada se puede hacer sin su consentimiento, entre otros motivos porque el presidente es reacio a aceptar un Ejecutivo sin el beneplácito de Hezbolá. Mientras, y es imprevisible saber por cuánto tiempo, el primer ministro, Fuad Siniora, seguirá en el cargo en funciones.

Saad Hariri, hijo del asesinado primer ministro Rafik Hariri.
Saad Hariri, hijo del asesinado primer ministro Rafik Hariri.AP

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