El programa que daba miedo
El Partido de la Justicia y del Desarrollo propugna reformar la Constitución para imponer la 'sharía'
A veces aún se le escapa algún ramalazo integrista. A una pregunta del diario de Casablanca Al Massae sobre las mujeres sin velo y los que contraen créditos hipotecarios, Saad el Othmani contestó, recordando versículos coránicos, que cada uno es libre de elegir entre ser devoto o impío. Después se suele arrepentir y, en cuanto le tienden un micrófono, aprovecha para explicar que sus palabras fueron sacadas de contexto. Recuerda entonces que su partido es la versión musulmana de lo que son en Europa los partidos democristianos.
Othmani, de 51 años, el líder de los islamistas moderados del Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD), ha suavizado mucho su discurso y su actuación estos últimos años ante las autoridades marroquíes y ante la opinión pública para lograr un mayor reconocimiento. En 2002 llegó, por ejemplo, a recortar su participación en las elecciones para no sacar demasiados escaños y más recientemente cambió al líder de su grupo parlamentario, Mustafá Ramid, con fama de radical, por uno más moderado.
"Hay sectores de la sociedad civil que están asustados", señala Mohamed Madani
Su programa electoral tiene ahora un marcado carácter social -propone, por ejemplo, apadrinar a 100.000 niños abandonados para asegurar su escolarización-, pero tampoco se olvida de la religión. Propugna reformar la Constitución para recalcar que la sharía (ley islámica) es la fuente de toda la legislación marroquí. Para garantizarlo, dos ulemas (doctores de la ley) deberían incorporarse al Consejo Constitucional.
La imagen templada que Saad el Othmani y sus allegados consiguen dar queda, a veces, hecha trizas por culpa de los exabruptos de otros dirigentes recogidos en la portada de At Tajdid, el diario que les es afín. Festivales de música veraniegos y homosexualidad son vilipendiados casi a diario y hasta los centros de enseñanza extranjeros en Marruecos salen mal librados.
Mustafá Ramid, el ex presidente del grupo parlamentario, cuestionó que aquellos que hayan estudiando en el Liceo francés de Rabat sigan siendo marroquíes. La Unión Nacional Marroquí del Trabajo, un sindicato vinculado al partido, llegó a prohibir a los fotógrafos, el 1 de mayo en Oujda, que tomaran instantáneas de las mujeres islamistas que se manifestaban.
"Hay sectores de la sociedad civil que están asustados ante los aspectos retrógrados de las iniciativas islamistas, sobre todo los progresistas, los laicos y las asociaciones femeninas", señalaba el politólogo Mohamed Madani en una entrevista con el semanario Le Journal de Casablanca.
Durante la legislatura que acaba ahora, los islamistas fueron los más activos en el Parlamento, donde el Partido de la Justicia y del Desarrollo era la principal fuerza de la oposición. Los políticos que integran esta formación fueron, por ejemplo, los únicos que se atrevieron a preguntar al ministro de Asuntos Islámicos, Mohamed Toufic, por la supuesta venta fraudulenta a Mounir Majidi, secretario particular del rey, de un terreno perteneciente a su departamento en Tarudant, en el sur del país.
Pese a esta labor de control, Nadia Yassin, portavoz de Justicia y Caridad, la principal asociación islamista marroquí, sostiene que los "hermanos" del Partido de la Justicia y del Desarrollo "están cada vez más absorbidos por el majzén" (los cortesanos que rodean al monarca). Justicia y Caridad boicoteó las elecciones del viernes pasado, a las que no se podía haber presentado porque es ilegal por negarse a reconocer al rey como Comendador de los Creyentes.
Menos tajantes, dos organizaciones no gubernamentales, la alemana Democracy Reporting International y la rama marroquí de Transparency International, señalaban en enero pasado en un informe elaborado en común: "Actualmente ni el programa ni la actuación política del Partido de la Justicia y del Desarrollo hacen prever un enfrentamiento directo con el poder monárquico".
Por eso Mohamed Darif, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Mohamedia, opina que "la participación del PJD en el Gobierno no perturbaría los equilibrios actuales". En el fondo, "el poder no teme la ideología del Partido de la Justicia y del Desarrollo, sino la emergencia de un partido representativo que puede ser un serio rival", señala el politólogo Madani.
Comparado con los partidos tradicionales, "el islamista constituye una excepción en la medida en que parece perseguir objetivos coherentes, apoyarse sobre una estructura organizada cuyo funcionamiento es percibido como uno de los más democráticos del espectro político marroquí", subrayan las dos organizaciones no gubernamentales en su informe de enero.
Para comprobarlo, bastaba con acudir a su sede central en Rabat en la noche electoral. Los islamistas eran los únicos que habían previsto un área para la prensa a la que acudían sus responsables para comunicar los pocos datos de los que disponían y compartir un té con los corresponsales.
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