¡Qué poca memoria!
El orgullo mexicano está profundamente lastimado. Sus ciudadanos están confinados en hoteles en Beijing y Hong Kong por el simple hecho de ser mexicanos, en cuyo país probablemente surgió la epidemia de influenza humana.
Argentina renovó su decisión de impedir que aterricen en Buenos Aires vuelos procedentes de México, que motivó a un influyente periodista con fuertes lazos bonarenses a escribir cómo le dolía la decisión de sus amigos. En Chile, como describió otro importante columnista, al equipo que es el arquetipo de la nacionalidad mexicana, las "Chivas" del Guadalajara, "los revisaron como si fueran leprosos, o peor aún, enemigos invasores" al llegar a Santiago, y para colmo, los insultaron en las calles. Cuba y Perú tampoco quieren que les lleguen mexicanos, por ahora, y en Israel decidieron que el virus tenía que llamarse "influenza mexicana".
Es una tragedia nacional. ¿Cómo al país que abrió sus puertas sin condiciones a los exilios de las dictaduras le hacen esto? ¿Cómo nos tratan los chinos de tan fea manera cuando México votó para que entraran a Naciones Unidas pese a las amenazas de Richard Nixon? ¿Y no se acuerdan los cubanos qué país los defendió del imperialismo norteamericano cuantas veces los quiso aplastar en América Latina? Qué poca memoria. Por eso, empapada de orgullo mexicano, el pasado sábado la canciller Patricia Espinosa recomendó a los mexicanos que no viajaran a esas naciones que han puesto en práctica la discriminación, en una nueva espiral de decisiones y acciones del gobierno en todos los campos para enfrentar la amenaza a la salud pública que es la influenza humana.
Qué poca memoria, en efecto. Pero la memoria mexicana.
La epidemia de la influenza humana le ha pegado por debajo de la línea de flotación al gobierno mexicano, que aunque respondió rápidamente ante la amenaza, estableciendo un precedente nunca antes visto, se ha venido tropezando continuamente con sus propios errores de operación.
La epidemia los atrapó, se puede argumentar, por la negligencia del responsable de evitar que eso sucediera, el subsecretario de Salud, Mauricio Hernández, quien no reaccionó con la velocidad que requería un brote de neumonía atípica durante marzo y principios de abril que le estaban reportando de varios estados (provincias) del país, como acaba de documentar la ruta de la epidemia divulgada por la Organización Mundial de la Salud.
Los sorprendió, también, porque en las intrigas palaciegas del gobierno mexicano, Hernández se fue deshaciendo de los expertos con mayor experiencia en epidemias, quienes habían elaborado los planes de contingencia para semejante emergencia y habían realizado los simulacros para evitar que, en una situación extrema como la actual, el pánico guiara la conducción gubernamental. Qué tanto influyó la salida del gobierno de los epidemiólogos más experimentados en la mala lectura del tamaño de la epidemia que se construía, será algo que nunca sabremos.
Lo que sí sabemos es que las autoridades confundieron tanto a los mexicanos con su baile de cifras confusas, que desataron la incredulidad sobre la gravedad de la crisis y dieron entrada a un debate en ciernes sobre si hubo sobrerreacción en la serie de medidas que han detenido la vida cotidiana. Y además, paulatinamente, los mexicanos nos estamos enterando también que hay cosas que nunca nos informaron.
La reacción de la canciller Patricia Espinosa, por ejemplo, no tiene sentido. Se está quejando de algo que, en una situación similar, México hubiera hecho, tomando acciones semejantes con viajeros de países con el brote epidémico. Esto no es una especulación; es un hecho. En abril de 2007, el presidente Felipe Calderón suscribió con el entonces presidente George W. Bush y el primer ministro canadiense, Stephen Harper, la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN), que fue un acuerdo ejecutivo trinacional en varios rubros, uno de los cuales desarrollaba "El Plan Norteamericano para una Influenza Aviar y Pandémica".
En el capítulo quinto de ese plan, se establece la soberanía para cada país de imponer los controles fronterizos que considerara pertinentes y pedirían al país donde se hubiera dado el brote epidémico que verificara la salud de los pasajeros en aviones antes de salir del país para evitar que viajaran acompañados de la infección, con el propósito de reducir las posibilidades de contagio. Todavía más profuso, el documento establece: "Debido a que algunos viajeros sin síntomas que están incubando la influenza podrían presentar los síntomas mientras van viajando, la efectividad de una observación general puede ser mejorada si se adopta un enfoque de varias capas que incluya vigilancia antes de partir de viaje, durante el trayecto y en el momento de la llegada, mediante un aislamiento apropiado y medidas de cuarentena para individuos que se sospeche de estas infectados y con aquellos con quienes tuvo contacto que pudieran haber estado expuestos". Es decir, lo que hizo China persiguiendo a todos los más de 300 pasajeros del vuelo de Aeroméxico que aterrizó en Shanghai con un mexicano infectado, no es nada más de lo que México habría hecho con los chinos si la contingencia fuera inversa.
Los mexicanos nos sentimos adoloridos, y las llamadas a los noticieros de radio de la capital mexicana, son la narrativa cotidiana de esta herida abierta. Estamos sometidos a la estigmatización global, que va desde las discriminaciones que denuncia el gobierno, hasta demandas más radicales, como aquellos en Estados Unidos que exigen que el presidente Barack Obama cierre su frontera sur para frenar la llegada de posibles enfermos que puedan extender el contagio en esa nación. Qué poca memoria.
Por un lado, esa demanda no tiene forma de ponerse en práctica, salvo que la Administración Obama quiera ignorar los acuerdos trinacionales suscritos. En el documento de ASPAN, los líderes de los países aseguraron que en un brote epidémico, garantizarían que el flujo de personas y de productos no sufriera merma significativa. Pero por la otra, realmente fue México el trampolín de donde salió la influenza humana al mundo. Eso es lo que nos han dicho, pues un niño de 5 años se contagió del virus A-H1N1 en una pequeña comunidad de Veracruz, en el Golfo de México. El niño se recuperó, lo que no sucedió con una encuestadora que murió infectada por ese tipo de influenza, poco después en un hospital de Oaxaca, en la costa mexicana del Pacífico.
Los dos casos son suficientes para llevar a México a un lugar destacado en la historiografía universal de epidemias. Sin embargo, empieza a haber indicaciones de que ese sitio que reservaba el Guinness para México, quizás tendrá que ser ocupado por alguien más. Cinco expertos en enfermedades animales en Estados Unidos, están por publicar un ensayo de nueve páginas en la revista especializada Veterinary Microbiology (Veterinaria Microbiológica), donde revelan que en verano de 2007, en un condado del estado de Ohio, en el cinturón industrial de aquella nación, se presentó este virus.
"En agosto de 2007 puercos y personas resultaron clínicamente afectados por una enfermedad de tipo influenza mientras atendían una feria en un condado de Ohio. El virus de influenza A fue identificado de puercos y personas, y el virus aislado fue caracterizado como
(virus) porcino H1N1, similar a los virus porcinos que actualmente circulan entre la población de cerdos en Estados Unidos", arranca el texto, que terminaron de escribir casi siete meses antes del brote epidémico.
Los autores detallan los análisis clínicos que realizaron sobre una muestra de cerdos, y encontraron que si se estaba naturalmente expuesto a ellos, se podría manifestar el virus entre tres y siete días después de haber tenido contacto con los cerdos infectados. "Esto sugiere que hubo una oportunidad de exposición para la gente que manejaba los puercos en la feria", escriben los expertos, quienes encontraron que dos terceras partes de aproximadamente 235 cerdos que estaban en un solo establo en el condado, estaban clínicamente afectados. La exposición de las personas que cuidaban a los cerdos en la feria pudo haber sido muy alta, explican, y aproximadamente 26 personas que cuidaban a los cerdos fueron afectados por una enfermedad tipo influenza. Los virus de cuando menos dos de ellos fueron aislados, ubicados en secuencia y analizados en los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades en Atlanta, resultaron casi idénticos al virus porcino que estudiaron en Ohio.
En el caso de la influenza que azota a México y al mundo, los especialistas están señalando que se trata del reordenamiento genético de un nuevo virus, con dos cepas de gripe porcina, una de virus de gripe aviar, y una de virus de gripe humana. En el ensayo de Veterinary Microbiology, los autores encontraron que el epitelio de la tráquea -la membrana que cubre la superficie de la tráquea-, mostraba ser receptora de virus de gripe aviar y de gripe humana, lo que sugería que el cerdo era un vehículo para nuevos virus con "potencial pandémico humano". Es decir, el planteamiento de los expertos sobre la epidemia actual y las conclusiones de Ohio, llegaron al mismo punto, con casi año y medio de diferencia.
"Las características del virus en nuestro modelo experimental de cerdos, así como los casos documentados de transmisión humana, exigen un monitoreo puntual de la expansión del virus en poblaciones de puercos y humanas", subrayaron en el ensayo. "El potencial para un salto exitoso de cerdo a humano del virus de influenza porcino contemporáneo es desconocido, pero la rápida tasa a la cual el virus de influenza porcina en Norteamérica está desarrollándose y emergiendo, incrementa potencialmente el riesgo".
¿Qué sucedió que no sucedió nada? Esto no es un juego de palabras, sino una tragedia. Si la mutación del virus de los puercos a los humanos, en realidad no era algo inédito, ¿por qué no se hizo nada, como desarrollar vacunas preventivas para algo que estaba creciendo?
¿Por qué las autoridades responsables en México no fueron más diligentes cuando se dio el primer brote en Veracruz y la primera muerte en Oaxaca? Estamos en el umbral de una pandemia, con el desprecio creciente en el mundo por México y los mexicanos, y nosotros mismos defendiéndonos contra los molinos de viento de nuestra imaginación porque, en realidad, nos están aplicando las mismas medidas que habría tomado el gobierno mexicano de no haber estado en el centro de la crisis de salud pública. Es cierto. Qué poca memoria.
El autor es analista político y escritor. Ha dirigido varios periódicos y su columna 'Estrictamente personal' se publica en diversos medios de México. Es director del portal ejecentral.com.mx
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