A los peruanos les tienta el cambio de Ollanta Humala
A dos semanas del voto, los ciudadanos se sienten decepcionados por las políticas económicas de los partidos tradicionales
En Lima, a dos semanas de las elecciones presidenciales, el "voto del bolsillo", el que se decide según el pálpito económico de cada persona, está muy dividido. Muchas veces, una misma persona que arranca hablando bien de la candidata de la derecha, Lourdes Flores, acaba diciendo que no descarta votar al populista Ollanta Humala. Los peruanos desconfían del candidato nacionalista, pero, al mismo tiempo, muchos se sienten decepcionados de los partidos tradicionales y les tienta el cambio.
Flores representa la continuidad del modelo económico estable que arrancó con la presidencia provisional de Valentín Paniagua tras la caída del régimen de Alberto Fujimori (1990-2000), y que se afianzó durante el mandato del actual presidente, Alejandro Toledo, y de su ex ministro de Economía y actual primer ministro, Pedro Pablo Kuzcinsky, alias PPK. Humala es aún una incógnita, atrae a los más ansiosos y a los que sólo han visto de lejos la riqueza acumulada por Perú en el último lustro.
El sector pesquero, uno de los más importantes de la economía, está en situación de ruina
A pesar de los buenos datos macroeconómicos, el flujo de la riqueza no circula hacia abajo
Uno de los padres de la economía moderna, el británico William Stanley Jevons, escribió: "Podemos llamar feliz al hombre que, no importa cuán baja sea su posición y reducidas sus posesiones, puede siempre esperar más de lo que tiene y sentir que cada momento de esfuerzo tiende a realizar sus aspiraciones". Entre los tripulantes del pesquero peruano Ateneo, amarrado en el puerto del Callao, sólo el capitán, Miguel Hospinel, se siente identificado con el postulado que Jevons consideraba un pilar del progreso. Seis de sus marinos, enfrascados en las tareas de mantenimiento, opinan que su esfuerzo sólo les permite subsistir, que no pueden hacer planes ni pensar en que mañana será mejor. Dicen que de esto hablan durante los largos días en alta mar y que la mayoría de los 21 tripulantes y compañeros del puerto piensa igual.
Hospinel, de 36 años, cuenta que tiene tres hijos de entre 8 y 13 años y que a todos los manda a una escuela privada. "La educación pública no es una opción, siempre hay huelgas y la calidad es muy baja. Quiero lo mejor para mis hijos, me lo puedo permitir", reflexiona. El Ateneo descansa en la base naval de la marina de guerra peruana, frente al buque insignia de la flota, el Miguel Grau. "Preferimos pagar para tener nuestro barco aquí en la base. El resto del puerto es muy inseguro", cuenta Juan Manuel Gómez, responsable de Vieira Perú, filial de la empresa Eduardo Vieira de Vigo. Las empresas extranjeras son vistas con buenos ojos por la marinería peruana: por lo general las condiciones laborales son mejores y pagan algo más que las locales.
El barco, botado en España, tiene mucho mar bajo la quilla y a simple vista parece necesitar otra mano de pintura. Gómez explica que el navío es para la pesca artesanal de langosta y centolla, y puede navegar hasta un máximo de 45 días antes de volver a puerto. Al marinero se le paga por día embarcado y ese sistema es la primera queja de los hermanos Miguel y Leopoldo de los Santos: "No es justo que cuando estamos en tierra no nos paguen, aunque sea algo, porque así no llegamos ni a los 1.500 soles (420 euros) al mes", argumenta Leopoldo mientras mira de reojo a Gómez. Un minuto después, lo encara para pedirle una mejora del sueldo.
El salario que piden los hermanos de los Santos es dos veces el mínimo en Perú. Dicen que con menos de eso la vida es muy difícil. El alquiler de una vivienda para una familia con al menos dos hijos en un barrio limeño de clase media cuesta entre 120 y 150 euros al mes, casi un tercio de lo que ganan. Miguel tiene 25 años y un hijo y Leopoldo tiene 33 y tres niños y una mirada dura que su hermano aún no ha desarrollado. Ambos viven en un barrio marginal y ven difícil que algún día puedan salir de allí.
A pesar de que la economía peruana ha crecido a un ritmo anual del 4,5% de media desde 2001, de que la inflación está contenida, de que la deuda externa está en un mínimo histórico en porcentaje del PIB y de que la moneda está estable, el flujo de riqueza no ha chorreado mucho hacia abajo. El desempleo ronda el 10% según las cifras oficiales y según las extraoficiales se duplica. El 49% de una población de 28 millones de habitantes es pobre y la mitad de esa gente vive míseramente, con menos de 75 céntimos de euro al día. La educación y la sanidad y los servicios públicos no satisfacen a nadie.
Por ejemplo en Lima, donde llueve poco, hay constantes cortes en el suministro de agua. "¿Progreso? ¿Cuál, el de la Avenida de la Marina?", se pregunta el maquinista Javier Guerrero. La calle a la que se refiere es la que comunica el aeropuerto con el centro de Lima, y lo primero que se ve al llegar a la capital; está plagada de casinos, locales de tragaperras y centros comerciales de medio pelo.
Guerrero, con su mono azul de la sala de máquinas y la veteranía marcada en la frente lo tiene claro: "Votar a Lourdes es votar por la continuidad del modelo y votar por Alan García
es volver al pasado, por eso voy por Ollanta, es mi única oportunidad y la de muchos como yo". Su compañero William Pulache sólo sabe que no va a votar a la derecha, pero no sabe por quién se decantará. Dice que entre la marinería del Callao la incertidumbre es mucha. Opinan que, pese a la riqueza de estos años, los pobres siguen igual y recuerdan que Alan García se fue de la presidencia (1985-1990) dejando el país en ruinas. Humala les da un poco de miedo, temen que se rodee de oportunistas y que termine sirviendo a los que ahora critica.
En el puente de mando del Ateneo, el fornido Juan Carlos Ninahuanca, jefe de máquinas, dice que todos los candidatos venden ideas como si hubiesen descubierto la pólvora ayer, que ninguno le ofrece la mínima garantía para él, su familia y su hija que tiene apenas un año. Si lo piensa mucho reconoce que es pesimista, así que prefiere levantarse cada mañana y embestir la vida sin miramientos. Ninahuanca, que fue compañero de estudio de Hospinel en la escuela naval y marino mercante antes de entrar en el pesquero, comparte con el capitán la idea de que los peruanos no pueden quedarse de brazos cruzados achacando todos sus males a un Estado corrupto e ineficiente, sino que "cada uno tiene que poner un grano de arena para que todo mejore".
En lo que coinciden todos los marinos es que el sector de la pesca, uno de los históricamente más importantes de la economía peruana, está en la ruina. La explotación descontrolada y la corrupción durante los 10 años de mandato de Fujimori -hoy preso en Chile y con pedido de extradición para ser juzgado en Perú- han dejado el negocio a la deriva. Han sido tales los despropósitos que los marinos dicen que hoy quien gana dinero con la pesca es quien arrasa y lo quema todo para hacer harina de pescado para exportar. Entre las especies que se incineran a granel está la caballa, la anchoveta o el jurel, que bien podrían servir para alimentar a una población a la que no le sobra nada.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.