La oposición no da tregua a los ayatolás
Policías antidisturbios y agentes de paisano bloquearon ayer el acceso a la zona de Teherán donde la oposición iraní había previsto concentrarse con motivo del 11º aniversario del asesinato de dos disidentes. Cada año varios cientos de críticos con el régimen acuden a la casa donde agentes secretos mataron a Dariush Foruhar y su esposa, Parvaneh, en 1998. Tras la crisis desatada por las últimas elecciones presidenciales, la cita constituía una oportunidad para que los opositores volvieran a expresar su descontento. Las autoridades habían advertido de que no aceptarían otro desafío, pero unas 2.000 personas acudieron a la protesta, según la agencia Fars.
"El Gobierno no debería intimidar a la gente para cambiar su opinión (...) este movimiento va a continuar y estamos dispuestos a pagar cualquier precio", manifestó Mir Hosein Musaví a través de su página web poco antes de la convocatoria. Musaví, que acusó al presidente Mahmud Ahmadineyad de haberle robado el triunfo electoral el pasado junio, es nominalmente uno de los líderes del movimiento opositor. Pero en la calle ha quedado superado.
"No nos conformamos con un cambio de Gobierno, queremos un cambio de régimen", confían a este diario dos jóvenes profesionales que simpatizan con los manifestantes pro reforma. Conscientes de esa amenaza, las autoridades han reforzado desde el verano todos los servicios de seguridad para acabar con cualquier atisbo de disidencia.
"Esos grupos que cantan eslóganes contra los valores de la revolución debieran saber que tendrán que enfrentarse a los basiyís", advirtió el miércoles Mohammad Reza Naqdi, el jefe de esa milicia a la que se responsabiliza de la represión de las protestas poselectorales. Según datos oficiales, 4.000 personas fueron detenidas y 36 murieron, una cifra que la oposición multiplica por dos.
Privados de canales de expresión, los opositores han aprovechado las convocatorias oficiales por del Día de Jerusalén, el pasado septiembre, y el aniversario de la toma de la Embajada de Estados Unidos, a principios de este mes, para salir a la calle. El próximo día 7, con motivo del Día del Estudiante, han fijado una nueva cita.
Mientras tanto, el Gobierno se encarga de recordarles el riesgo que corren por su desafío con el anuncio de las sentencias a los encausados tras las elecciones. Ayer se conoció la condena a seis años de cárcel a Mohamed Ali Abtahí, que fue vicepresidente con Mohamed Jatamí. Se trata del reformista de más alto rango condenado por los disturbios, aunque el juez le ha concedido la libertad bajo fianza de unos 475.000 euros mientras recurre la sentencia. La elevada cuantía depositada garantiza que no se desdirá de las confesiones que realizó durante su juicio, denunciadas como forzadas por su familia.
Durante la semana pasada, un portavoz judicial también elevó de tres a cinco el número de condenados a muerte por su responsabilidad en las protestas. También informó de que otras 81 personas habían recibido sentencias de entre seis meses y 15 años, además de latigazos. Entre éstas, se hallan Alí Behzadiyan-Neyad, sobrino del jefe de campaña de Musaví, condenado a seis años, y Abdulá Momeni, portavoz de un grupo estudiantil reformista, a ocho años.
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