La negociación secreta de Kennedy
El asesinato del presidente de EE UU abortó el acercamiento al régimen cubano
El asesinato del presidente norteamericano John F. Kennedy, del que este jueves se cumplen 44 años, abortó unas conversaciones secretas entre Estados Unidos y Cuba, cuyo primer objetivo fue, por parte norteamericana, lograr que Fidel Castro se alejara de la influencia ejercida por la Unión Soviética. "Cuba no habría roto nunca sus relaciones con la URSS, como se nos exigía", reveló Castro en un artículo publicado el verano pasado.
Castro ha admitido el interés que tuvo por dialogar con Kennedy
El presidente de EE UU intentaba cortar la expansión soviética
Diplomáticos cubanos creen que la CIA intentó envenenar a Castro
Kennedy murió tras apelar a una normalización con el dirigente cubano
Los gobiernos de Cuba y Estados Unidos preparaban entonces la agenda de la negociación. El día en que se cometió el asesinato en la ciudad estadounidense de Dallas, Castro conversaba con el periodista francés Jean Daniel, emisario del presidente de Estados Unidos, en una residencia oficial del balneario de Varadero, a 185 kilómetros de La Habana: "No pudimos seguir hablando, cuando alguien llegó rápido y nos trajo la noticia de lo ocurrido".
El fracaso de la invasión de Cuba por Bahía de Cochinos, en abril de 1961, y la llamada crisis de los misiles entre EE UU y la URSS, desarrollada en octubre de 1962, fueron dos de los factores que habían determinado el arranque del intento negociador. El derrocamiento de Castro no era fácil y Kennedy intentó apartarlo de los rusos aprovechando la irritación del cubano con Nikita Kruschev, el entonces máximo dirigente de la URSS, que le mantuvo al margen de las negociaciones con Washington para solucionar la crisis del 62. Estados Unidos aceptó no invadir la isla y retirar sus misiles de Turquía, a cambio del desmantelamiento de los cohetes soviéticos instalados en la mayor de las Antillas. Kennedy concibió las conversaciones como una herramienta para frenar el expansionismo soviético con la ayuda de un régimen de rumbo marxista, con muchos adeptos en América Latina, instalado a 179 kilómetros de las costas de Miami.
"Hay un documento norteamericano con una frase que dice, más o menos, esto: Logramos esa negociación con Castro, lo separamos un poco de los soviéticos, que era el objetivo, y después nos será más fácil desembarazarnos de él", subraya Reinaldo Taladrid, experto de la televisión cubana en asuntos relacionados con Estados Unidos. "Se ve que hay un elemento de perfidia en ese planteamiento que hace que muchos en Cuba, sin renunciar a una negociación justa y honorable, desconfiemos de todos esos trucos del imperialismo. Es muy triste que yo esté negociando con usted, para ver cómo le fastidio después".
Según fuentes diplomáticas, algún mensajero de Castro hizo llegar al entorno del dictador español Francisco Franco su interés en la mediación del Caudillo ante Lyndon B. Johnson, que sustituyó al presidente asesinado, para que continuara las conversaciones iniciadas por éste. Pero ya no prosperó ninguna otra conversación posterior.
A partir de documentos desclasificados entre los años 1995 y 1999, apenas conocidos algunos de ellos, y de las precisiones de fuentes oficiales cubanas, es posible reconstruir los momentos más importantes de aquel proceso negociador. Reinaldo Taladrid alude críticamente a uno de los memorandos: el remitido por Gordon Chase, especialista del Consejo de Seguridad Nacional (de EEUU) para asuntos de América Latina, a McGeorge Bundy, Consejero de Seguridad Nacional del presidente Kennedy, el 11 de abril de 1963. El texto dice: "Si una suave aproximación negociadora a Castro es factible y exitosa, los beneficios podrían ser sustanciales". Chase menciona dos: la no reintroducción en Cuba de misiles soviéticos y el control de lo que se denomina como subversión cubana. "En el largo plazo", agrega, "podríamos trabajar para desembarazarnos de Castro". La apuesta era esta: si la opinión pública norteamericana observaba un repliegue soviético, vería a Castro más como un nacionalista que como un comunista, y eso permitiría al gobierno "trabajar con más comodidad" contra el dirigente de La Habana.
A Kennedy le importaba el expansionismo soviético, más que la instauración de un régimen comunista en su patio trasero. Porque podía llegar a entenderse con sus jefes, como lo hacía con otros gobernantes comunistas de la época, como el de Yugoslavia, Josip Broz, Tito, y el de Guinea Conakry, Sekú Turé.
En el artículo publicado por Granma el 30 de junio pasado, Fidel Castro reconoció que había estado dispuesto a dialogar con Kennedy, sin dejar de ser "revolucionarios y radicales en nuestra lucha por el socialismo". Ni Tito, ni Sekú Turé renunciaron a su condición de revolucionarios, pero llegaron a acuerdos con Estados Unidos. Fuentes consultadas en La Habana por este periódico afirman que EE UU exigía la completa retirada de los soviéticos de la isla, el fin del activismo cubano en América Latina -que incluía su apoyo a los movimientos revolucionarios y guerrilleros contra los gobiernos constituidos en Latinoamérica, África o Asia- y el inicio de una apertura democrática en la isla. El levantamiento del embargo sería una de las probables concesiones.
Castro se manifestaba dispuesto a llegar a acuerdos sobre aspectos militares de la presencia soviética, sobre las compensaciones a los empresarios estadounidenses expropiados y sobre las acusaciones de fomentar la subversión.
"Kennedy había emergido de la crisis (de los misiles) con más autoridad", admitió Castro. El acentuado perfil anticomunista del jefe de la Casa Blanca, imprescindible en los años de la guerra fría entre EE UU y la URSS, le permitió aprobar un primer encuentro exploratorio entre William Attwood, adjunto al embajador norteamericano en la ONU y ex editor de Look Magazine -que había entrevistado a Castro en 1959-, y Carlos Lechuga, embajador cubano en ese organismo. La cita se desarrolló el 23 de septiembre de 1963, con resultados esperanzadores. No obstante, el proceso había comenzado mucho antes, con un cruce de mensajes y mensajeros. El abogado James Donovan abrió el camino, en 1961, durante sus gestiones para liberar a los 1.200 prisioneros de la fallida invasión de Cochinos a cambio de 52 millones de dólares en comida y medicinas. Fuentes diplomáticas cubanas mencionan un aspecto que dice mucho sobre las dificultades del acercamiento bilateral: : "Sin saberlo el propio Donovan, la CIA le hizo llegar, en enero de 1963, un traje de buzo que debía regalar a Fidel. Estaba contaminado en su interior y en el equipo de respiración para causarle una enfermedad crónica de la piel y una tuberculosis. No podíamos confiar ni un tantito".
La persona que participó después en la mediación fue Lisa Howard, periodista de la cadena American Broadcasting Company (ABC), que había entrevistado a Castro en La Habana el 22 de abril de 1963. También se reunieron con ella Raúl Castro, Ernesto Che Guevara, Vilma Espín, esposa de Raúl Castro, considerados del sector duro, y Raúl Roa, entonces ministro de Exteriores, y el cirujano René Vallejo, secretario y confidente de Fidel Castro. "Vallejo, que hablaba muy bien inglés, fue la persona encargada por Fidel para abordar el tema de las conversaciones y transmitir las instrucciones pertinentes al embajador de Cuba en la ONU, Carlos Lechuga", según reconocen fuentes oficiosas cubanas al tanto de aquellas negociaciones. Fidel Castro comentó a Lisa Howard que estaba dispuesto a conversar sobre un acercamiento con EEUU. "Posiblemente porque es consciente de que Cuba atraviesa un caos económico desde el bloqueo de octubre", anotó la periodista.
Richard Helms, subdirector de la CIA, escribió en aquellas fechas que "Fidel Castro controla totalmente Cuba y ninguna decisión de importancia se toma sin su consentimiento. Ni Guevara, ni Raúl Castro serían capaces de gobernar Cuba si es asesinado". El mandatario cubano invitó a Cuba a William Attwood pero Kennedy no aprobó el viaje temiendo que pudiera filtrase a la prensa. Prefería una reunión en Nueva York o incluso en México, con un formato que no implicara a la Casa Blanca.
El tráfico de llamadas telefónicas entre Lisa Howard y Vallejo, que declinó viajar a Nueva York, fue intenso por aquellas fechas. El 23 de septiembre, la periodista organizó un cóctel en su casa, al que invitó "a los amigos que habían estado en Cuba", y allí se encontraron Attwood y Lechuga. Hablaron de cómo llegar a un acuerdo sin que ninguna de las partes "perdiera la cara". Ernesto Che Guevara rechazaba las concesiones a EE UU, según quienes le escucharon, pero Fidel Castro garantizó que el argentino no estaría presente en las conversaciones.
El último memorando se redactó el 19 de noviembre de 1962, tres días antes de que Kennedy fuera asesinado. Las conversaciones habían avanzado lo suficiente como para pensar en la redacción de una agenda con los asuntos a negociar. Gordon Chase, el especialista del Consejo de Seguridad Nacional para asuntos de América Latina, dijo a McGeorge Bundy, Consejero de Seguridad Nacional del presidente Kennedy: "La pelota está ahora en el tejado de Castro. Tan pronto como Lechuga llame a Bill [Attwood] para concertar una cita y discutir la agenda, Bill se pondrá en contacto con nosotros". Castro, por su parte, aceptaba una posterior reunión de alto nivel entre los dos países. La política de Kennedy favorable al acomodamiento con el vecino comunista pudo ser una de las causas de su asesinato, según Carlos Lechuga.
El mismo día 19, mensajeros norteamericanos pidieron a Fidel Castro que escuchara el discurso pronunciado por Kennedy ante la Sociedad Interamericana de Prensa, en Miami. En aquel discurso, el jefe de la Casa Blanca se declaraba partidario de explorar las potencialidades de una normalización con Castro y denunciaba que Cuba era arma de subversión de "poderes externos" (en referencia a la URSS). No hubo tiempo para el eventual del regreso del comandante a posiciones moderadas: a las 12.30 minutos del 22 de noviembre de 1963, John Fitzgerald Kennedy caía asesinado en la Plaza Dealey de Dallas con la cabeza destrozada a balazos.
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