¡Que llegan los 'ultras'!
La quinta parte de los 736 diputados de la nueva Cámara son extremistas - Las divisiones entre los antisistema dificultarán que formen grupo propio
"Trágico", "angustioso", "horrible", "desesperante"... La arrolladora irrupción de partidos antisistema en el Parlamento Europeo suscitó ayer una cascada de descalificaciones a lo largo y ancho de la Unión, en particular en boca de políticos cuyo fracaso en las urnas ha dotado ahora de escaños a un heterogéneo grupo de ultras, xenófobos, eurófobos, euroescépticos y populistas de toda laya.
La genérica etiqueta de extremistas puede cubrir a más de 120 de los 736 eurodiputados de la nueva Cámara, una relación de cinco a uno que da perspectiva al fenómeno y permite aventurar que los partidos convencionales no les dejarán secuestrar la Eurocámara, pese al ruido que vayan a producir. Un análisis más detallado reduce a un puñado los realmente intratables, que tendrán que esforzarse para formar grupo propio. Ya en 2007 dos docenas de eurodiputados extremistas fracasaron en un intento de formar un grupo en el Parlamento Europeo.
Los realmente intratables se pueden reducir a un puñado
Se requieren 25 diputados de siete países para constituir bloque
Reino Unido ha reforzado su vitola de país euroescéptico por antonomasia con el envío a Bruselas y Estrasburgo de dos eurodiputados del Partido Nacional Británico (BNP), apenas un grupúsculo hace una veintena de años, que ha hecho bandera de lo que percibe en las islas como racismo antiblanco. "El Partido Laborista, los liberaldemócratas y los tories han dejado abierta la puerta de Reino Unido y obligado a la gente a buscar un partido que hable claramente del problema de la inmigración", explica en BBC Nick Griffin, líder del partido desde hace 10 años y titulado de Cambridge que viste como se espera que lo haga un eurodiputado y no como los matones del aún más extremista Frente Nacional en que militó antaño.
Más inclinados a los uniformes, los desfiles y las demostraciones de fuerza son los ultranacionalistas del Movimiento para una Hungría Mejor (Jobbik), creado a principios de esta década por jóvenes movidos por la consigna "Hungría para los húngaros". Según ellos, hay que meter en vereda a los gitanos y devolver el país al perímetro de la Gran Hungría que murió con la disolución del Imperio Austro-húngaro al fin de la I Guerra Mundial, lo que ya ha provocado incidentes de matonismo con Eslovaquia protagonizados por la Guardia Húngara, que con sus uniformes negros evoca los del partido nazi de la Cruz Flechada. La abogada Kristina Morvai encabezará el trío de eurodiputados de Jobbik, dispuesta a combatir cualquier medida que suponga vender Hungría a los extranjeros.
A Geert Wilders, un político conservador que ha explotado con gran éxito las inquietudes que el islamismo radical produce en Holanda, le produce pavor que se le quiera asociar con semejantes partidos y ha dejado bien claro que nunca los cuatro eurodiputados de su Partido por la Libertad formarán grupo con semejantes compañías.
Para que los ultras tengan algo que decir en la Eurocámara es crucial la formación de un grupo propio, lo que les brinda apoyo institucional y medios a los que de otra forma no tendrían acceso. Para ello necesitan coaligarse al menos 25 diputados de siete países, lo que en el pasado no ha sido fácil. Hace dos años fracasó estrepitosamente un intento de crear un grupo de extrema derecha con la etiqueta Independencia, Tradición y Soberanía. En él iba a estar Jean-Marie Le Pen, que ahora vegeta en el grupo de los No Inscritos. La xenófoba Liga Norte, de Umberto Bossi, se encuadra en el Grupo Independencia/Democracia.
Aquella experiencia permite al liberal británico Graham Watson profetizar que "sus divisiones internas y sus incoherencias les impedirán propagar sus ideas". Antonio Missiroli, politólogo de European Policy Center, percibe la existencia de muchas formaciones pequeñas muy diferentes y da por hecho que "harán ruido; tienen potencial de votar a la contra, pero no se traducirá forzosamente en coaliciones con otros grupos". Según él, "no son presentables para los grandes partidos, que no les buscarán para las votaciones".
La Eurocámara puede perfectamente tender un cordón sanitario a esos ruidosos. Le Pen es el decano de los eurodiputados y como tal debería presidir la sesión de formación de la nueva Cámara que ha de constituirse a mediados de julio. A los otros grupos se les hizo insoportable la perspectiva de ver a un 'ultra' ensalzado a la presidencia y acordaron que la sesión la dirija el presidente saliente, el democristiano alemán Hans-Gert Pöttering.
LOS ROSTROS DE LA DERECHA POPULISTA Y XENÓFOBA EUROPEA
Geert Wilders (Holanda). Su formación, el Partido por la Libertad (derecha populista), ha sido el segundo más votado en Holanda. Wilders, de 45 años, ha obtenido cuatro diputados y un 17% de los votos, con un discurso euroescéptico, contrario a la adhesión de Turquía y partidario de expulsar, por corruptas, a Bulgaria y Rumania de la UE
Nick Griffin (Reino Unido). Ocupará uno de los dos escaños conseguidos por su formación, el racista Partido Nacional Británico. Griffin, nacido en 1959 y diplomado en Cambrigde, defiende la repatriación voluntaria de los inmigrantes y asegura que la "élite dirigente" ha convertido a la "mayoría autóctona" en "ciudadanos de segunda clase".
Krisztina Morvai (Hungría). Esta abogada de derechos humanos de 46 años es la cabeza de lista del partido ultraderechista Jobbik (Movimiento por una Hungría Mejor). La formación ha logrado tres escaños en el Parlamento Europeo, con casi un 15% de los votos, con un discurso xenófobo contra la minoría gitana.
Heinz-Christian Strache (Austria). Considerado sucesor del fallecido Jörg Haider, Strache, de 39 años, es el líder del Partido Liberal de Austria (FPÖ). La formación ha lanzado durante la campaña lemas contra el islam, proclamas antisemitas y una crítica radical contra la UE y ha conseguido un 13% de los votos, el doble que en 2004.
Umberto Bossi (Italia). Su partido, la Liga Norte (aliada de Silvio Berlusconi en el Gobierno) ha avanzado en las urnas, con un 10,2% de los votos, y se convierte en la tercera fuerza más votada de Italia. La formación liderada por Bossi, de 67 años, es una de las mayores defensoras de endurecer las leyes de inmigración.
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