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El juego sucio eclipsa el debate político en la campaña brasileña

Nuevas acusaciones de corrupción y tráfico de influencias cercan a Rousseff

Los pastiches de corrupción y espionaje siguen ocupando la primera página de los rotativos brasileños en la recta final de la campaña electoral, que culminará en los comicios del próximo 3 de octubre. Espoleada por una amplia ventaja que podría otorgarle la victoria en la primera vuelta, la candidata del Partido de los Trabajadores (PT), Dilma Rousseff, se enfrenta a nuevas acusaciones, esta vez de corrupción y tráfico de influencias en su círculo de confianza. La estrategia del partido de Lula, que de momento ha conseguido consolidarse en los sondeos, se centra ahora en evitar que el nuevo frente abierto por la oposición no revierta la vertiginosa trayectoria ascendente de su candidata. De momento, todo parece indicar que el tirón de Lula, que ya ha aparecido en televisión arremetiendo duramente contra el aspirante del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), José Serra, al que acusa de urdir una campaña de acoso y derribo contra Rousseff, puede más que cualquier corruptela aireada a los cuatro vientos.

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Millones de brasileños soñaban con una campaña electoral sin sobresaltos y centrada en las propuestas de los candidatos, pero una vez más el juego sucio está eclipsando el debate político. Lo peor de todo es que esta rutina ya empieza a convertirse en una costumbre a la que los ciudadanos asisten con impotencia: en plena campaña electoral de 2006 también estalló un escándalo tras probarse que el PT pretendía comprar información confidencial de miembros de la oposición. Ni el ex presidente Fernando Henrique Cardoso se ha contenido al afirmar esta semana que Lula es el "cabecilla de una banda criminal".

Por su parte, Serra, cada día más hundido en las encuestas, aprovechó uno de sus recientes espacios electorales televisados para ir a la yugular del PT: "¿Esto es lo que usted quiere para Brasil?¿Seguro que usted conoce a esta pandilla [en referencia al PT]?", se interrogó.

La lista de acusaciones contra la candidata del PT comienza a ser larga: la Policía Federal investiga quién está detrás de la violación del secreto fiscal de la hija del candidato socialdemócrata, Verónica Allende Serra, y del vicepresidente del PSDB, Eduardo Jorge. Según Serra, el PT, con la cobertura del aparato público, habría accedido a los expedientes fiscales de estas personas en busca de información turbia que sería filtrada a la prensa durante la campaña electoral. Por ahora, lo único que se ha podido esclarecer es la identidad de los responsables directos de las actividades de espionaje y se sabe que algunos fueron militantes de base del PT.

La semana pasada se desarticuló una red de corrupción en el Estado de Amapá, en el norte de Brasil, donde el PT mantiene alianzas con el Gobierno estatal. El PSDB también ha tratado de rentabilizar electoralmente la noticia acusando al partido de Lula de mantener vínculos políticos con mafiosos.

La última andanada ha provenido de la revista Veja, siempre crítica con el Gobierno de Lula, que en su número de esta semana documenta cómo la sustituta de Rousseff al frente del Ministerio de la Casa Civil ?una especie de número dos del Ejecutivo?, Erenice Guerra, podría estar implicada en una presunta trama de tráfico de influencias y pago de comisiones. Según Veja, Guerra ocupaba el cargo de asesora y mano derecha de Rousseff, entonces ministra de la Casa Civil, cuando la empresa de su hijo, Capital Assessoria e Consultoria, se estaba embolsando cuantiosas comisiones por activar sus contactos en las altas esferas del Gobierno con el fin de facilitar contratos públicos.

Rousseff, que opta por restarle credibilidad a las acusaciones escudándose en su amplia ventaja, ha pedido que los hechos sean investigados con celeridad para apurar responsabilidades. Mientras tanto, buena parte de la prensa nacional arremete duramente contra Lula y su candidata.

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