Y habló la 'madame'
La dueña de un prostíbulo de Washington revela en televisión que muchos altos cargos usaron sus servicios, aunque no da nombres
Nada de nombres más allá de los dos que ya se conocían: Randall Tobias, alto funcionario del Departamento de Estado y ariete en la lucha contra la prostitución dentro del Gobierno de George Bush, y Harlan Ullman, columnista de The Washington Post, antiguo comandante de la Marina y autor del informe Shock and Awe, que sirvió para engrosar los argumentos para invadir Irak.
Han sido varias las semanas de especulaciones con las carreras que quedarían arruinadas y los cuantiosos -en número y en dólares- divorcios que se avecinarían cuando quedaran expuestos a la luz pública los nombres y apellidos de respetables señores que usaron los servicios de la madame de Washington.
Bastaron unos minutos en televisión para saber que el Washington más oficial, pero que no alcanza a la Casa Blanca -por ahora, porque la lista estudiada sólo engloba los últimos cuatro años y ha habido 13- utilizó los servicios del negocio de chicas de compañía de Jeane Palfrey. Pero ni un solo nombre. ¿Altos cargos? Muchos ¿Nombres? Ninguno. Quizá uno, si se quiere jugar a los detectives: un fiscal que murió recientemente. Y nada más. ¿La razón? "No eran suficientemente reconocibles para nuestra audiencia", justificó Brian Ross, presentador del programa de la cadena ABC que emitió la entrevista con la mujer, según la define el humorista Jay Leno, "con más poder en la capital de la nación tras Nancy Pelosi [presidenta de la Cámara de Representantes]".
"No vendían su cuerpo, era un simple servicio. Como un corte de pelo", dice Miss Julia
Las "señoritas de compañía" preferidas eran las que se hallaban en la cincuentena
Palfrey, que dentro del negocio se hacía llamar Miss Julia, 51 años, residente en California, está acusada por la fiscalía del Gobierno federal de ser la dueña de una casa de prostitutas que contrató a 100 señoritas de "alto standing" para prestar servicio a distinguidos caballeros de la vida política de la capital americana y se enfrenta a una pena de entre ocho y diez años de cárcel si es hallada culpable de los cargos de extorsión y lavado de dinero.
Con sus bienes congelados, la madame de DC decidió primero vender al mejor postor la lista de teléfonos para pagar la minuta de su famoso y nada barato abogado, Montgomery Blair Sibley (que en sí mismo ya es toda una historia como descendiente de algunas de las más poderosas familias de la historia de Washington). Un segundo pensamiento, guiado por la posibilidad de que la fiscalía se incautase de la ya famosa lista, le llevó a entregar sin ánimo de lucro los números de teléfonos a la ABC, que se ha encargado de ponerles nombres y ya ha anunciado que no se los entregará a Palfrey para su defensa. Ésta puede utilizar como testigos de su causa a las personas que ella conoce, pero ABC no le entregará a las más de 1.000 personas que ha localizado como usuarios de los servicios de la compañía Pamela Martin y Asociados.
Los clientes que se hicieron públicos el viernes por la noche fueron funcionarios del departamento de Justicia, de la NASA, cinco altos cargos del Ejército, dueños de mansiones en la residencial Georgetown, altos cargos del Banco Mundial y el FMI, lobbystas demócratas y republicanos... No hay senadores ni congresistas. Las chicas se desplazaban a las casas de los clientes o usaban hoteles de lujo como el Mayflower o el Four Seasons. "No eran chicas baratas. No llamaban la atención. Eran mujeres excelentes que necesitaban dinero extra", dijo la madame.
Las mejores "señoritas de compañía" -porque chicas es un término que se les queda pequeño, ya que, según contó la propia Palfrey, las mujeres preferidas por los hombres para sus "fantasías sexuales" (nada de sexo real, es lo que alega la madame en su defensa, que no existían relaciones sexuales a cambio de dinero, sólo compañía y masajes y "fantasías", a 300 dólares la hora y media)- eran las que se encontraban en la cincuentena.
"Las más solicitadas de la plantilla", explicó en televisión, eran una teniente del Ejército, una importante agente inmobiliaria, una doctora del hospital de Georgetown, una secretaria de la conocida firma legal Akin Gump... "Era gente que necesitaba dinero extra, y me pedían si podían tener este trabajo una vez a la semana", aseguró Palfrey. "Esto es legal. El sexo ilegal es prostitución. Esto son sólo fantasías", añadió. "No vendían su cuerpo, era un simple servicio. Como un corte de pelo".
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