Una 'gran muralla' para Tíbet
Pekín teme las posibles protestas con motivo del 50 aniversario del fracasado levantamiento tibetano contra el Ejército chino
El presidente chino, Hu Jintao, ha recurrido este lunes a la mayor obra de defensa de la historia del país para pedir a los diputados del Parlamento, reunidos en Pekín, que luchen contra el separatismo y a favor de la estabilidad en Tíbet. "Debemos construir una Gran Muralla sólida contra el secesionismo, proteger la unidad de la madre patria y hacer progresar Tíbet de una estabilidad básica a un orden y una tranquilidad duraderos", dijo, en vísperas del 50 aniversario del levantamiento popular contra el Gobierno chino que forzó al Dalai Lama a exiliarse en India.
Hu conoce la fragilidad del terreno que pisa. Entre 1988 y 1992, fue secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh) en la región autónoma, y, como tal, impuso, en enero de 1989, la ley marcial para agostar otra ola de manifestaciones independentistas.
La Gran Muralla esgrimida por el presidente ha llegado, de momento, en forma de medidas de seguridad extraordinarias de cara a la efeméride. "Hemos desplegado tropas militares para reforzar los controles en los puntos de entrada en sectores claves y carreteras a lo largo de las fronteras internacionales para asegurar la estabilidad y la protección de Tíbet", señaló Fu Hongyu, comisario del partido en el departamento de control de fronteras del Ministerio de Seguridad Pública. China linda con Bután, Myanmar, India y Nepal, países, estos dos últimos, en los que viven muchos tibetanos en el exilio.
Además, Pekín ha incrementado la presencia militar dentro de la región autónoma -especialmente en la capital, Lhasa- y en otras provincias con población tibetana, como Qinghai, Sichuan y Yunnan, y ha cancelado la emisión de los permisos que necesitan los turistas extranjeros para visitar el territorio del Himalaya, según afirman las agencias de viajes, aunque el Gobierno lo ha negado.
Todo tipo de medidas
El viernes pasado Qiangba Puncog, presidente del Gobierno de Tíbet, aseguró que este año no se volverá a producir una revuelta como la que tuvo lugar en 2008. "Hemos tomado todo tipo de medidas", señaló. Hace un año, muchos habitantes de Lhasa se echaron a la calle, liderados por monjes, para protestar contra la presencia china y lo que consideran falta de libertad religiosa y de respeto a su cultura y tradiciones. Lo que inicialmente fueron manifestaciones pacíficas se convirtió cuatro días después -el 14 de marzo- en un estallido de violencia, en el que fueron quemados cientos de comercios regentados por miembros de la etnia 'han' (la mayoritaria en China) y 'hui'.
Según el Gobierno, los alborotadores mataron a 19 personas, mientras que las organizaciones tibetanas en el exilio aseguran que más de 200 tibetanos murieron cuando las fuerzas de seguridad reprimieron la protesta, que se extendió a otras provincias vecinas. El incidente asestó un duro golpe a la imagen de China, a pocos meses del inicio de los Juegos Olímpicos de Pekín, e hizo temer al Gobierno que se produjera un boicoteo de la competición.
El Dalai Lama afirma en una entrevista publicada el viernes pasado por el periódico liberal alemán Frankfurter Rundschau que el ambiente en Tíbet es muy tenso y podría registrarse "una explosión de violencia" en cualquier momento. Un monje se prendió fuego el mes pasado en Sichuan para protestar contra el Gobierno chino, y, según la agencia oficial Xinhua, un coche de policía y un camión de bomberos resultaron dañados ayer, a causa de una explosión con artefactos caseros, en la prefectura tibetana de Golog (Qinghai), en rechazo a un control llevado a cabo a un conductor.
Pekín ha acusado a "la camarilla del Dalai Lama" de estar detrás de las revueltas del año pasado y le ha llamado separatista que utiliza la religión para conseguir la independencia. El líder budista y premio Nobel de la Paz, de 73 años, dice que rechaza la violencia y que tan sólo quiere una autonomía real para su tierra, bajo soberanía china. Los tibetanos profesan un gran respeto y adoración por el Dalai Lama, y muchos llevan su retrato escondido bajo la ropa, a pesar de que Pekín prohíbe su imagen, y obliga a los monjes en los templos a seguir cursos de adoctrinamiento político.
El aniversario que se celebra este martes es de gran significado para la comunidad tibetana, ya que se cumple medio siglo del fracasado levantamiento contra el Ejército chino y la huida del Dalai Lama por las montañas hasta India. Los exiliados aseguran que durante la represión del alzamiento, las fuerzas armadas chinas mataron a más de 87.000 personas.
China ha gobernado Tíbet desde 1951, un año después de que las tropas entraran en el territorio para "liberar" la región, según afirma Pekín, de la servidumbre feudal. El Gobierno dice que Tíbet ha sido parte de su territorio desde hace siglos, pero muchos tibetanos defienden que su tierra fue un estado virtualmente independiente la mayor parte de ese tiempo. En la década de 1950 y 1960, la guerrilla tibetana fue financiada y entrenada por la CIA (Agencia Central de Inteligencia) estadounidense.
Los grupos activistas aseguran que la situación en las regiones tibetanas desde las últimas semanas es de ley marcial 'de facto'. Algo difícil de comprobar de forma independiente, ya que las autoridades impiden el acceso de los periodistas extranjeros a los pueblos y templos tibetanos en China, a pesar de que, desde enero de 2007, Pekín permite, supuestamente, a los informadores viajar por el país -no a la región autónoma de Tíbet- sin tener que solicitar permiso previamente
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