Un escándalo debilita las opciones de la candidata conservadora portuguesa
Destituido un asesor presidencial por filtrar acusaciones falsas contra Sócrates
La oposición conservadora está aturdida. Los socialistas (en el Gobierno) contienen la euforia. En la recta final, la campaña portuguesa ha dado un giro que puede sentenciar las elecciones legislativas del domingo a favor del primer ministro y candidato socialista, José Sócrates, y en contra de la aspirante conservadora, Manuela Ferreira Leite. Un presunto escándalo de espionaje, que inicialmente tenía mala pinta para el jefe de Gobierno, se ha convertido en su tabla de salvación a causa de un grave traspié de uno de los principales asesores del presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva. El único damnificado, de momento, se llama Fernando Lima, colaborador del jefe del Estado desde hace 24 años y su actual jefe de prensa, que fue destituido de manera fulminante el lunes.
El jefe de prensa de Cavaco implicó al primer ministro en un caso de escuchas
El fiasco amenaza con sentenciar la campaña en favor de los socialistas
El caso compromete al propio Cavaco, deja malparada a la candidata Ferreira Leite -ambos del Partido Social Demócrata (PSD), en la oposición de centroderecha-, y abre numerosos interrogantes sobre la relación entre poder y prensa. Porque entre los ingredientes de esta historia destaca el diario Público, que sacó a la luz el supuesto caso de espionaje. La historia se remonta al 18 de agosto pasado cuando Público tituló en portada: "La Presidencia sospecha estar vigilada por el Gobierno". La supuesta noticia, que tuvo seguimiento al día siguiente, señalaba que desde la oficina del primer ministro se espiaba al presidente de la República, y se citaba el nombre de Rui Paulo Figueiredo, asesor jurídico de Sócrates, como implicado.
La versión del periódico señalaba que dicho consejero fue incluido de manera irregular en la comitiva del presidente Cavaco, en un viaje oficial a Madeira en abril de 2008, durante el cual habría mantenido una actitud que despertó sospechas entre los miembros del entorno presidencial. La noticia daba a entender claramente que el primer ministro espiaba al presidente. Pasadas las vacaciones, la noticia tomó nuevos bríos cuando Diario de Noticias publicó el viernes pasado que la "fuente anónima" de aquella grave acusación era Fernando Lima, hombre de máxima confianza del presidente, quien se habría reunido con un periodista de Público para tramar la historia del espionaje. El mismo día, Cavaco ni confirmó ni desmintió la noticia, dijo que hablaría después de las elecciones, y anunció, para sorpresa general, que ordenaría investigar lo que llamó "cuestiones de seguridad". Los dos últimos domingos, el defensor del lector de Público, Joaquim Vieira, fue sumamente crítico con la actuación del diario y de su director, hasta el punto de preguntarse si el periódico, su periódico, tiene "una agenda política oculta". El lunes, se producía el bombazo: Fernando Lima, el fiel escudero de Cavaco, era destituido.
El asunto no está cerrado ni mucho menos. La opinión mayoritaria es que el presidente tardó en reaccionar y debe una explicación al país, porque ahora las sospechas recaen sobre el jefe del Estado. La cohabitación entre el primer ministro y el presidente, de signo político contrario, no ha sido fácil en los últimos tres años. La distancia entre ambos es considerable. Prueba de ello es que en tres años Cavaco ha ejercido en 12 ocasiones su facultad constitucional de vetar proyectos legislativos auspiciados por los socialistas. El presidente devolvió al Parlamento, entre otras, las leyes sobre paridad, régimen jurídico del divorcio, financiación de partidos y campañas electorales y parejas de hecho, además del estatuto de autonomía de las Azores. El escándalo del supuesto espionaje entre altas instituciones del Estado, cuyas consecuencias son imprevisibles, no contribuye a la estabilidad política de Portugal.
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