Los ejércitos de América del Sur se unen para colaborar por primera vez
El nuevo organismo de Unasur, el Consejo de Defensa, se constituye hoy en Chile
Marzo de 2008. El Ejército de Colombia asesta el golpe más duro hasta entonces a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) al matar a su número dos, Raúl Reyes. La operación, realizada en territorio ecuatoriano, desata una crisis diplomática a tres bandas -Colombia, Venezuela y Ecuador- por la forma de proceder del Ejército de Álvaro Uribe. A unos cuantos miles de kilómetros al sur, un gran estratega geopolítico, Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, toma buena nota del asunto. Piensa que del conflicto puede surgir una iniciativa común de defensa. Sabe que es el único que puede lograrlo. Un año después nace el Consejo de Defensa Suramericano.
El nuevo organismo militar, que se constituirá entre hoy y mañana en Santiago de Chile, se concibe como un mecanismo de integración, diálogo y cooperación en materia de defensa de los 12 países que componen la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Será la primera vez que los responsables políticos de las Fuerzas Armadas del Cono Sur se sienten a hablar periódicamente. La presidencia del organismo será temporal, al igual que la de Unasur. Están previstas una reunión anual de los ministros de Defensa y dos de los viceministros. "Hasta ahora siempre se ha negociado bilateralmente; el Consejo abarcará asuntos de manera multilateral", explica en conversación telefónica el ministro de Defensa de Chile, José Goñi.
Lula impulsó el proyecto después del conflicto entre Colombia y Ecuador
Unasur no pretende crear una fuerza armada de corte clásico al estilo de la OTAN. En una parte de la región donde los nacionalismos son tan fuertes y los roces fronterizos tan habituales sería inviable. Haber superado esos inconvenientes, sin embargo, es uno de los motivos que más entusiasmo han generado, según analistas militares que han seguido de cerca el proceso de gestación del Consejo.
Con esta iniciativa se pretende acabar con algo tan arriesgado y complejo como las tentativas de conflicto, minimizar cualquier fricción entre los países de América del Sur. Desde que en mayo del año pasado los 12 presidentes de Unasur diesen la orden a sus ministros de crear el Consejo se han celebrado cuatro reuniones de carácter técnico.
Hay quien considera que a través de este organismo se puede llegar a perfilar una política de defensa y seguridad conjunta. Hasta lograrlo habrá que seguir una hoja de ruta, un "plan de acción", según el ministro chileno, que se perfilará estos días en Santiago. Reforzar la cooperación militar, coordinar misiones humanitarias y operaciones de paz e incluso la futura creación de un instituto de defensa en Suramérica son algunos de los objetivos. La lucha contra el narcotráfico no está ni estará en la agenda, a menos a corto plazo. "Buscamos la convergencia de intereses. Para algunos países es un tema policial, no militar; no queremos que haya injerencias en la manera de actuar", justifica Goñi.
Aun así, será una tarea harto complicada. Analistas militares que han asesorado a algunos de los países del nuevo organismo dan fe de que ha sido un año de intensas negociaciones, donde las cancillerías han jugado también un papel clave. No todo el mundo tenía la misma visión de seguridad y estrategia: Venezuela, por ejemplo, cuenta con un perfil militar mucho más acentuado que el de Brasil, a pesar de que éste cuente con uno de los ejércitos más poderosos de la región.
Uno de los asuntos que más controversia generó fue la vuelta a las aguas latinoamericanas, en julio del año pasado, de la IV Flota de Estados Unidos después de 58 años de inactividad. Venezuela lo considera una amenaza. Más allá de reconocer cierta preocupación -ningún país avaló los argumentos de EE UU-, nadie quiso confrontarse con el gran gigante norteamericano.
Aunque es pronto aún para ver si esta iniciativa se estanca y queda en el olvido, como tantas otras que han surgido en América Latina, lo cierto es que el Consejo se ha ganado el voto de confianza de muchos expertos. La principal duda que genera es comprobar si es gobernable un organismo en el que estén implicados 12 ejércitos. La percepción de los analistas es que si no se generan rápido proyectos concretos, puede quedarse en nada. "Nos cuesta mucho operar, no hay mucha coordinación entre los países. Además, si uno no tiene instituciones fuertes en su país es más complicado tenerlas en la región", asegura Fabián Calle, investigador del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).
Con el tiempo también se despejará la duda de por qué Brasil decidió impulsar un organismo que le ha obligado a encabezar una gran campaña diplomática para lograr en un año el sí de países tan antagónicos como la Colombia de Álvaro Uribe o la Bolivia de Evo Morales. En el meollo del asunto está, según algunos analistas, conseguir su tan añorado asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Más allá de las hipótesis, lo que está claro es que el Consejo de Defensa Suramericano es otro golpe de mano del presidente que un día dijo: "Suramérica tiene capacidad para mover el tablero político de todo el mundo en beneficio de nuestras naciones".
Un 91% más de gasto militar
Entre los objetivos, y a la sazón quebradero de cabeza, que se han marcado los 12 Gobiernos del Consejo de Defensa Suramericano, está la creación de un método de medición del gasto militar común. Entre 2003 y 2008, el desembolso en defensa en América Latina y el Caribe aumentó un 91%, según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS). En 2008, se gastaron 47.200 millones de dólares (38.659 millones de euros) frente a 24.700 millones de dólares (19.500 millones de euros) en 2003.
Los países suramericanos, los que más han reforzado su arsenal, rechazan que se trate de un rearme y lo justifican como una modernización de su material. Aunque esto es en parte cierto, no excluye que el aumento del gasto se realice por la percepción de que hay riesgos en la región, bien por los conflictos existentes o por las compras de armamento de los países vecinos.
Evaluar la capacidad de cada país es complicada, puesto que cada uno tiene su metodología, e incluso hay gastos que no están presupuestados. Aun así, hay dos ejemplos ilustrativos: en 2008 el Ejército colombiano se gastó 5.500 millones de dólares (unos 4.340 millones de euros), un 13,5% más que en 2007. Las compras de material armamentístico del Gobierno venezolano a Rusia, Bielorrusia, China y España han sobrepasado ya los 6.700 millones de dólares (unos 5.286 millones de euros).
Argentina y Chile aplican desde 2002 un método de medición estandarizado. Sin embargo, mientras que en el primero la situación militar es precaria, en Chile ha triunfado el doble discurso de las Fuerzas Armadas: por un lado, aseguran que las tensiones vecinales son peligrosas, por tanto, hay que comprar armamento; por otro, recalcan que no hay una carrera armamentista, así no se bloquean las compras.
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