Un desierto donde los oasis son seres humanos
Organizaciones de derechos humanos ayudan a los inmigrantes a cruzar desde México hasta Arizona
"Lo que hace bello al Sáhara es que esconde pozos en algún lugar", afirma Antoine de Saint-Exupéry en uno de los libros más emocionantes escritos nunca sobre el desierto, Tierra de hombres. El poder de esta frase del autor de El principito, que pasó por la terrible sensación de estar perdido en la nada, es que es una metáfora de la vida, que esconde pozos inesperados y por eso la gente sigue luchando sin rendirse, pero también es una certera descripción del desierto: es soportable porque en algún lugar habrá agua. Pero en el desierto de Sonora, entre México y Estados Unidos, que cada día cruzan cientos de personas que se juegan la vida en busca de una existencia mejor, los pozos han sido creados por los seres humanos.
En este territorio dominado por el polvo y el calor, plagado de serpientes de cascabel, con la Patrulla Fronteriza estadounidense empleándose día y noche en la búsqueda de inmigrantes sin papeles que llegan Arizona todos los días desde México, no hay oasis como en el Sáhara. Es un desierto que en algunos momentos resulta paradójicamente verde, porque esconde inmensos acuíferos bajo tierra, pero los pozos son muy escasos. Y, en los últimos diez años, han muerto en él 1.755 personas.
Por eso, organizaciones como Humane Borders -Fronteras compasivas o Los Samaritanos, se dedican a mantener oasis en el desierto. Son bidones de agua, que rellenan periódicamente, balizados con una bandera azul. Sin embargo, muchas veces sufren diferentes formas de vandalismo: a veces tirotean los depósitos de agua, otras arrancan la bandera, otras roban los bidones o los vacían. Algunos dueños de ranchos colaboran y tienen depósitos en su terreno, pero otros han declarado la guerra a los sin papeles. Durante un recorrido por el desierto para comprobar cuatro puntos, uno de ellos ha sido destrozado (se llevaron los bidones), en otro falta la bandera y dos están intactos y han sido utilizados.
Gary y Hall, dos voluntarios jubilados que colaboran con Humane Borders, explican que existe un acuerdo tácito con la Patrulla Fronteriza para que no utilicen los pozos como lugares para atrapar los inmigrantes sin documentos. Y que lo respetan. Explican que los bidones azules están situados en lugares estratégicos, en los caminos invisibles -como aquellos Trazos de la canción de los aborígenes australianos sobre los que escribió Bruce Chatwin- que van dejando los inmigrantes: un sendero en mitad de unos montes, la vía del ferrocarril, el lecho seco de un río.
"Son las ocho de la mañana y el calor no ha hecho más que empezar" explica Gary, un jubilado de San Francisco, instalado en Tucson, la principal ciudad del sur de Arizona, y que colabora con Humane Borders desde 2002. "Nos separan ocho millas de la frontera, resulta difícil imaginar subir y bajar todos esos montes caminando y escondiéndose", prosigue. La presencia de la Patrulla Fronteriza es constante, patrullando, en controles o también con un autobús aparcado en el que van recluyendo a los sin papeles que capturan para llevarlos a la frontera o a un centro de detención.
Cruzar no resulta nada fácil y sin embargo lo consiguen: cada día son atrapados entre 60 y 80 caminantes, pero se calcula que entre 600 y 800 lo logran. Y las cifras en verano bajan mucho: entre noviembre y marzo cruzan unas 1.500 personas al día. "Aunque en los últimos tiempos ha descendido mucho el número de personas que tratan de hacer el camino", explica Hall, quien cree que es mucho más por la crisis (hay menos trabajo por el que merezca la pena arriesgar la deportación, la cárcel o la vida) que por la ley SB 1070, que comenzará a aplicarse en Arizona a partir del 29 de julio y que permitirá a la policía pedir la documentación a cualquiera que pueda parecer que está en situación irregular en EE UU. La ley ha provocado un debate nacional y una movilización sin precedentes de los hispanos (que forman el 31% de los seis millones de habitantes de este Estado, que tiene unos 460.000 indocumentados, la mayoría mexicanos).
"Este es territorio de los minuteman, siempre que venimos nos encontramos algún destrozo", afirma Hall. Y acierta. Los minuteman son grupos ultras de los estados fronterizos que se han establecido como milicia y se dedican a patrullar la frontera por su cuenta. En Arizona se disolvieron hace dos meses porque empezaban a ser un problema serio de seguridad. Su nombre viene de los patriotas que, durante la guerra de independencia, lucharon como guerrilleros contra los ingleses. "Lo peor es que creen que están salvando este país", comenta Gary. La entrada a un territorio donde tienen simpatizantes se nota porque se atraviesa un puente decorado con infinidad de banderas estadounidenses y también porque la baliza que señala la presencia de los bidones ha desaparecido. Pero Gary y Hall llevan otra de repuesto en su camioneta. Y el desierto de Sonora seguirá escondiendo pozos y esperanzas pero también tragedias.
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