_
_
_
_

En el desfiladero de la libertad

"Estamos en la montaña porque no podemos ser libres", afirma un guerrillero - El PKK se pasea por las aldeas fronterizas, pero el Gobierno kurdo finge no verlo

Francisco Peregil

Por una carretera que culebrea por las montañas próximas a la frontera con Turquía aparece Cawa, un jefe del PKK. "No tenemos miedo, luchamos por la libertad", dice. No es fácil encontrar en el Kurdistán iraquí traductores de inglés. Y más difícil aún es convencerles para subir a la montaña en busca de la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), organización considerada terrorista por Turquía, EE UU y la UE.

En algunas poblaciones, los rebeldes sustituyen a la policía
Más información
Irak promete poner coto al PKK para evitar la invasión turca
Ankara bombardea posiciones de los rebeldes kurdos en Irak

"Es muy difícil llegar a ellos", señalaba el lunes un traductor en Erbil, capital del Kurdistán iraquí. "Nosotros no sabemos dónde están", decía ayer un representante del Gobierno autónomo kurdo en la ciudad fronteriza iraquí de Zajo. "Si lo supiéramos, tendríamos que detenerlos".

Hace varias noches, la aviación turca bombardeó las inmediaciones de una aldea próxima a Zajo. "Se empeñan los turcos en pensar que ahí está la guerrilla del PKK, pero ahí sólo hay civiles", decía el citado representante del Gobierno. Para llegar a la aldea es preciso pasar primero el control de un puesto de peshmergas, soldados del Gobierno kurdo iraquí. Y una vez superado el control, seguir hacia arriba, por una carretera asfaltada que culebrea por montañas tan altas como el desfiladero de Despeñaperros. En la cumbre de la montaña hay una aldea de pequeñas casas adosadas, pintadas de verde, rosa y amarillo. Ésa es la aldea. Está como a 10 kilómetros de Turquía. Sólo se necesita el contacto de un tendero de 50 años, veterano de la guerra entre Irak e Irán, donde quedó lisiado de una pierna y con bastón. Después, sólo se precisa continuar por la misma carretera durante un kilómetro, parar el auto y caminar unos 200 metros por una colina.

Una cabaña con sacos de arena y techo cubierto de plástico sirve de control de vigilancia a la guerrilla del PKK. Es la primera vez que el tendero se acerca allí con su bastón. "Pero me conocen de sobra, no hay peligro", asegura. Se ven pantalones y camisas militares secándose en algunos arbustos. Hay un depósito de agua con una tubería que asciende montaña arriba. No se ve a nadie en los alrededores. Sólo se oye el supuesto gorjeo de algunos pájaros diciéndose algo a lo lejos. Al cabo de un minuto surge un guerrillero. Después otro y después dos más.

Cawa es el jefe de la base. Lleva una pistola en el bolsillo interior de la chaqueta y una radio de transmisión que funciona con pilas pegadas con cinta adhesiva. Cojea, igual que el tendero, a causa de una herida que sufrió combatiendo contra los turcos. Tiene 37 años y lleva 17 en la guerrilla. De España, lo que más le gusta es ETA. "¿Por qué todo el mundo escribe ahora por la muerte de 15 soldados turcos? Nuestro líder [Abdalá Ocalan] lleva 10 años preso y aislado. Y nadie escribe de eso".

"Los turcos lo quisieron envenenar. Pero nadie escribe de eso tampoco", continúa. "Nadie se acuerda de nosotros hasta que muere algún turco. Pero no somos terroristas. Estamos escondidos en la montaña porque no podemos ser libres, pero no tenemos miedo. Luchamos por la libertad de nuestro pueblo".

Cawa solicita permiso por el radio-transmisor a un superior para ver si le autorizan a seguir hablando con periodistas. "Me dicen que no. Que para hablar con nosotros se requiere un permiso desde Europa. Tenemos representantes en Alemania, España, Bélgica... Con una carta de ellos, no hay ningún problema. Sólo puedo invitarles a té". El té lo sirve un guerrillero con un Kaláshnikov a la espalda y se toma sentado en el suelo.

En realidad es muy fácil observar cómo viven muchos guerrilleros del PKK. Basta con acceder a algunas aldeas como ésta, próxima a la frontera. "A nuestra aldea bajan cada día", dice el tendero que ha servido de contacto. "Cawa sólo lleva un año en ese puesto. Unos llegan y otros se van, pero ahí siempre hay gente del PKK. En nuestra aldea son ellos los que nos protegen. Si alguna vez viene alguien de Zajo que ha bebido whisky y llega causando problemas, sólo tenemos que recurrir al PKK. Ellos son la autoridad en esta zona. Aquí no suelen acudir los peshmergas del Gobierno. Sin embargo, los del PKK vienen a menudo a nuestras casas, nos preguntan que cómo estamos o si tenemos algún problema. Y a veces se quedan a ver la tele".

Los miembros del PKK bajan también hacia Zajo en sus vehículos. Pasan el control de los peshmergas sin ningún problema. Da la impresión de que si el Ejército turco pasase la frontera para atacarles, sería muy fácil para ellos camuflarse entre la población. Tan fácil como cambiarse de ropa y meterse en las casas vecinas.

Dos mujeres con boinas militares marchan tras una bandera turca en el funeral, ayer, de un soldado muerto en un ataque del PKK.
Dos mujeres con boinas militares marchan tras una bandera turca en el funeral, ayer, de un soldado muerto en un ataque del PKK.AP

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_