La crisis deja Europa al desnudo
Los Veintisiete son incapaces de pactar políticas comunes para superar el bache
La crisis económica avanza a tal velocidad que está pulverizando todos los análisis políticos previos. Los Estados, y sobre todo los proyectos supranacionales como la Unión Europea, se van a poner a prueba. Con esta crisis, "Europa no está al abrigo de la tempestad. Saldrá reforzada o, de lo contrario, seriamente destruida por los conflictos internos", advertía recientemente el Comité de Orientación de Notre Europe, un grupo de reflexión sobre la unidad europea.
La crisis está poniendo al desnudo las debilidades de la UE más que nunca. Los grandes países son incapaces de ponerse de acuerdo para adoptar una estrategia común sobre las medidas de estímulo económico y se encuentran desarmados sin instrumentos políticos por el bloqueo del Tratado de Lisboa en manos de los irlandeses.
"Necesitamos pensar más en dónde queremos estar", afirma Solana
El calado de la crisis se refleja en que ahora el debate ya no está entre los federalistas, que querían correr más deprisa en el proyecto de la construcción europea, y los euroescépticos, que sólo tenían interés en organizar un gran mercado. Ahora quienes pulsan la alarma son los europeístas más convencidos, como los miembros de este club, entre los que figuran Jacques Delors, Franz Fischler, Pascal Lamy, Josep Borrell, Enrique Barón, Alain Lamassoure, Eneko Landaburu, Tomasso Padoa Schioppa y Guy Verhofstadt, entre otros.
Para ellos a pesar de los triunfos del euro y el bienestar social logrado por la Unión, "si la respuesta política a un desafío sistémico no es también sistémica, las oportunidades de que sea eficaz serán ridículas".
La gravedad del panorama europeo fue alertada esta misma semana por el ex presidente Felipe González, que dirige el Grupo de Reflexión sobre el Futuro de Europa. González pintó un panorama realmente crudo ante los dirigentes socialistas europeos reunidos en Madrid. Subrayó la debilidad de la Unión por la crisis institucional, la crisis económica que en su opinión "no se resolverá en 2009 ni en 2010", y advirtió de "la pérdida de competitividad y productividad, sin la cual no habrá cohesión social". Y puso al descubierto las torpezas de la UE en política migratoria al recordar que "habría que agradecer a los inmigrantes que los europeos tuviéramos pensiones".
Pero quizá lo más llamativo fue su advertencia de que quería realizar su trabajo como presidente del Grupo de Reflexión con total independencia. De lo contrario podría sufrir un ataque delorsiano y dejarles plantados. Que un personaje respetado como González tenga que lanzar tales advertencias es realmente inquietante.
La paradoja es que la debilidad de la Unión Europa se produce en el mismo momento en que Estados Unidos se ha convencido de la inviabilidad del unilateralismo.
El presidente electo, Barack Obama, lo dijo bien claro en Berlín este verano. "Estados Unidos no tienen mejor aliado que Europa... En este siglo necesitamos una Unión Europea fuerte que profundice en la seguridad y en la prosperidad de este continente, mientras tiende una mano más allá de sus fronteras".
Nunca Europa había recibido una invitación más calurosa para la participación a la gobernanza mundial, más debilitada que nunca. Estados Unidos no puede afrontar solo la proliferación de conflictos y tensiones desde Israel-Palestina, Irán, Afganistán, Pakistán, los Balcanes, Congo, Sudán, hasta Somalia, entre otros. Un panorama difícil de afrontar de manera independiente a la realidad de 3.000 millones de personas, medio mundo, que viven con menos de dos dólares al día.
Es cierto que, a pesar de todo, la UE ha estado presente en la solución de algunos conflictos como el de Georgia, aunque en buena parte debido al hiperactivismo de Nicolas Sarkozy. Pero también es cierto que "si el líder francés fue escuchado en Moscú es porque hablaba en nombre de la UE, tal como exigieron los dirigentes rusos", señala una fuente diplomática. François Mitterrand fracasó en su intento de paralizar la guerra de Kuwait.
"Pero estar presente no es lo mismo que configurar la agenda", señalaba recientemente Javier Solana en una conferencia en París. El Alto Representante, habitualmente muy contenido, criticaba la escasa eficiencia de la UE: "Nosotros todavía dedicamos demasiado tiempo en Europa discutiendo quién dirá algo en lugar de preocuparnos por lo que haremos". Solana también es consciente de la gravedad de la situación y pone plazos cortos. "Necesitamos pensar más en función de dónde queremos estar dentro de seis o 12 meses; qué influencias tenemos y qué precio estamos dispuestos a pagar". Para lograr todo esto "necesitamos el Tratado de Lisboa", aseguraba.
Debido al auge de los países emergentes como China, India o Brasil, Estados Unidos reconoce la necesidad de una nueva arquitectura basada en un multilateralismo regional. "Pero hay que distinguir entre el multilateralismo basado en varios poderes regionales que compiten entre sí y el multilateralismo eficaz que defiende Europa", señala una fuente comunitaria. "Para nosotros el multilateralismo eficaz supone que los conflictos se resuelvan con el derecho internacional en la mano y en el marco de las Nacionales Unidas. Los europeos no aspiran a un liderazgo militar en el mundo, el pueblo no lo quiere, a diferencia de los americanos", añade.
Pero el discurso europeo es muy poco conocido fuera de la UE, lo que añade más debilidad al proyecto común. Un reciente estudio titulado ¿Has oído hablar de la UE?, elaborado por Sonia Lucarelli y Lorenzo Fioramonti, de Garnet y SciencesPo, señala el bajo conocimiento de la UE entre los países emergentes como China, Suráfrica o Brasil.
El trabajo subraya la relación inversa entre "imagen positiva" y "eficiencia". Así, destaca que "las áreas en las que la representación propia de la UE es más próxima su imagen externa -tales como multilateralismo, diplomacia, promoción de la democracia- son también las que la toma de decisiones unitarias de la UE están menos desarrolladas y su efectividad estimada bastante baja". Inquieta especialmente a muchos países que "los Estados europeos están reinterpretando gradualmente sus políticas de inmigración a la vista de sus preocupaciones de seguridad y la UE es acusada de islamofobia y antisemitismo".
Irlanda se la juega
Los próximos 11 y 12 de diciembre los líderes de los Veintisiete intentarán unificar sus posiciones para responder a la crisis económica de manera común. Este asunto y el logro de un acuerdo para luchar contra el cambio climático aparecen como los temas dominantes de la agenda. Pero la gravedad de la crisis ha puesto de relieve la urgencia en desatascar el Tratado de Lisboa, la herramienta fundamental para fortalecer la política exterior de la UE y facilitar la toma de decisiones. El primer ministro irlandés, Brian Cowen, debe ofrecer una solución.
Para Bruselas la solución es la fecha de la convocatoria de un nuevo referéndum. La canciller Angela Merkel ya ha expresado su disposición a aceptar las peticiones de Cowen: garantía de que Irlanda mantiene su comisario y que se resolverán sus preocupaciones sobre fiscalidad, aborto y neutralidad. Todo se puede arreglar si Cowen da una fecha antes de octubre de 2009. Pero, sin fecha, Irlanda se la juega.
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