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Columna
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El coste de los precios

Andrés Ortega

La subida de los precios de los alimentos en el mundo no parece, desgraciadamente, un fenómeno coyuntural, sino estructural, que puede tener graves consecuencias y generar más conflictos sociales. Se vio en México hace unos meses con el maíz; o posteriormente en Argentina. Ya ha provocado disturbios en varias partes de África. En Etiopía, ya aquejada por hambrunas hace 25 años, el Gobierno ha tenido que instalar centros de distribución de cereales. Ahora llega la subida del arroz de un 42% en un trimestre, y en algunos casos de un 50% en dos semanas. A diferencia de hace décadas, estas subidas afectan directamente a los llamados nuevos pobres urbanos, en las barriadas del Tercer Mundo que, con el éxodo del campo a las ciudades, ya no disponen de ningún terruño en el que cultivar (lo que no quita para que la mayoría, dos terceras partes, de los 1.000 millones de más pobres de la Tierra sigan estando en zonas rurales). La situación se agrava con la cantidad de jóvenes africanos urbanos y en paro. El crecimiento, sin más, no equivale a la equidad. En África no se ha traducido en una mayor distribución de esta riqueza que hubiera puesto en manos de más gente más dinero para pagar estos alimentos.

Esta crisis alimentaria global castiga a los más castigados y requiere soluciones de urgencia

El encarecimiento del petróleo y de los carburantes, el aumento de la población, algunas malas cosechas en Asia y en África, el cambio climático y las sequías en África y las inundaciones en Asia, o la dedicación de algunas cosechas de cereales a los biocarburantes, entre otros factores, han contribuido a esta tragedia que alimenta una inflación que afecta más a los más pobres, ya sean países o capas de población, y que en buena parte ha anulado el impacto de la ayuda exterior en África. Es un drama que parece tener pocas soluciones a corto plazo. Al menos no se atisbaron en la cumbre sobre gobernanza progresista de este fin de semana en Watford (Inglaterra), organizada por Gordon Brown y Policy Network.

El presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, por su parte, ha propuesto "un nuevo pacto [new deal] para la política alimentaria global" y un fondo de emergencia de los donantes, una inyección urgente de dinero de los países ricos a las poblaciones más afectadas de los pobres para que puedan comprar alimentos, sin esperar al lento goteo de la ayuda oficial.

Para el ex primer ministro portugués y actual presidente de la agencia de refugiados de la ONU (ACNUR), António Guterres, la mayoría de los países más afectados no tiene la capacidad de financiar un subsidio de estos alimentos. Donald Kaberuka, presidente del Banco de Desarrollo Africano, considera que si hay una crisis financiera internacional, "para muchos lo que hay es una crisis en el mercado alimentario", agravada por las migraciones internas en esos países. En el año 2007, por primera vez en la historia, vivían más personas en las urbes que en zonas rurales. En África subsahariana esta proporción se sitúa entre un 35% y un 50% y sigue creciendo rápidamente. En las actuales condiciones, es una garantía para el desastre y los disturbios sociales y geográficos.

Para garantizar el suministro interno, Vietnam, India, China y Egipto, entre otros, han recortado sus exportaciones de alimentos, con lo que supone de merma de ingresos. Y mientras, se sigue hablando de la necesidad de liberalizar el comercio. Los países africanos están rebajando los aranceles a la importación de estos productos, y endeudándose más para pagar los cereales u otros alimentos que importan (cuya factura se ha doblado para los Estados más pobres en los últimos cinco años), según la FAO (organización de la ONU para los alimentos y la agricultura). Si la ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio tuviera el éxito que se busca, y que podría estar cercano, y si por ejemplo, Estados Unidos suprimiera las subvenciones a su agricultura, los precios de los alimentos subirían, como recordaba Financial Times, que añadía que la supresión general de los subsidios y los aranceles podría incluso ser negativa para los países más pobres de África subsahariana, importadores netos de alimentos.

Una vez más ha fallado la prevención, y no hay cura a la vista. Esta crisis alimentaria global castiga a los más castigados, y requiere soluciones de urgencia. Eso realmente sería política progresista. Mientras, el espectro de las hambrunas vuelve a África y a otros lugares del mundo, esta vez de la mano de la subida de precios de los alimentos, no de la falta de ellos, aunque algo tiene de regreso a la escasez.

www.elboomeran.com

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