La cerrazón birmana se vuelve en su contra
Las agencias humanitarias no pueden entrar por la exigencia de visados a su personal.- La ONU critica la falta de un sistema de alerta temprana
El puño de hierro con que la Junta militar gobierna Myanmar (la antigua Birmania) desde hace 46 años, se está convirtiendo en un problema, incluso para los propios militares, ahora que la catástrofe, en forma de ciclón Nargis, se ha abatido sobre el país. El personal humanitario no puede llegar porque, debido a la estricta normativa, la entrada de extranjeros en el país está muy limitada y es necesario gestionar visados. Además, la ONU culpa al régimen del elevado número de víctimas -22.000 muertos, 41.000 desaparecidos- por no instalar un sistema de alerta temprana, como ha hecho Bangladesh. La disidencia, encabezada por la activista Aung Sang Suu Kyi, critica al régimen por su cerrazón e inmovilidad y empieza a cundir el descontento popular.
Myanmar, uno de los regímenes más cerrados del mundo, limita desde hace años el movimiento de extranjeros por su territorio, lo que ahora perjudica el trabajo de las organizaciones humanitarias. Según ha informado hoy Veronique Taveau, portavoz de UNICEF, la agencia de la ONU para la infancia y la educación, los equipos de las agencias humanitarias de Naciones Unidas están esperando para obtener el visado y poder entrar en Myanmar, cuatro días después del fenómeno. Elizabeth Byrs, portavoz de OCHA, la agencia de coordinación de la Ayuda Humanitaria, ha confirmado que esperan visados, al igual que los equipos de la Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja.
Todos dan a entender que la luz verde dada por Yangon para recibir ayuda humanitaria se refiere más a los materiales -como tiendas de campaña, mosquiteras impregnadas de insecticida, pastillas potabilizadoras para el agua y medicinas- que a las personas. El Gobierno birmano, que limita estrictamente desde 2006 los movimientos de extranjeros en el país, ha aceptado formalmente la ayuda exterior a los damnificados del ciclón, pero los trabajadores de agencias humanitarias y ONGs deben negociar con las autoridades la concesión de visados. "Los equipos de expertos extranjeros que vengan a Birmania deberán negociar con el Ministerio de Exteriores y con las más altas instancias", ha declarado hoy Maung Maung Swe, ministro de Protección social.
Otra crítica lanzada por la ONU es la falta de un sistema de alerta temprana para avisar a la población cuando se acerca un fenómeno como el Nargis. Tras el tsunami que asoló el sureste asiático en diciembre de 2004, se recomendó este tipo de sistemas, pero la junta hizo oídos sordos. Con un sistema así, no habrían muerto tantas personas, cree la ONU: "Un sistema de alerta precoz es muy importante y efectivo, pues un ciclón se puede predecir con 48 horas de antelación. En Myanmar, las autoridades no habían establecido ningún sistema de este tipo, que hubiera salvado miles de vidas", ha dicho Brigitte Leoni, portavoz de la oficina de Naciones Unidas para la Estrategia Internacional de Reducción de Desastres (ISDR). "Al no tener un sistema de comunicación y de alerta rápida, la población no fue avisada de lo que iba a ocurrir y por ello no evacuaron", ha dicho.
También el régimen afronta críticas de la población. Ya en noviembre tuvo que afrontar un levantamiento de los monjes budistas, seguidos por miles de ciudadanos, a favor de la democracia, revuelta que fue duramente reprimida. Ahora, su inmovilidad para hacer frente a la catástrofe y su decisión de no suspender el referéndum del sábado sobre la nueva Constitución diseñada por la Junta -sólo en las zonas más afectadas se aplaza hasta el 24 de mayo-, han hecho aflorar las críticas.
El partido de Suu Kyi, Premio Nobel de la Paz, estima "totalmente inaceptable" que la Junta mantenga el referéndum constitucional. "El mito de que estaban bien preparados ha saltado por los aires", ha comentado el analista Aung Naing Oo, que tuvo que huir a Tailandia por la revuelta de 1988, también reprimida sin piedad.
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