La cadena de revoluciones arrolla a Al Qaeda
Las ansias de libertad desconciertan al grupo terrorista
Muamar el Gadafi volvió a acusar ayer, por enésima vez, a las células clandestinas de la organización terrorista Al Qaeda de estar detrás de la rebelión en Libia. "Sus reivindicaciones [de los rebeldes] son las de Bin Laden", llegó a afirmar la semana pasada mintiendo sobre las exigencias de los libios sublevados.
Las revoluciones árabes, triunfantes como en Túnez, o aún en curso, como en Yemen, suponen, sin embargo, un gran revés para Osama bin Laden y sus fieles, que ya estaban en declive en varios países, excepto acaso en África subsahariana.
"Al Qaeda está totalmente superada por este mar de fondo que sumerge al mundo árabe", afirma Jean-Pierre Filiu, autor del libro Las nueve vidas de Al Qaeda (París, Fayard 2009).
Las sublevaciones han hecho más en 20 días que el terror en 20 años
"El empuje democrático invalida todo lo que los yihadistas proponen y sus métodos de actuación", insiste Filiu, que ahora es profesor de la Universidad de Columbia. "Las sublevaciones populares han acabado en semanas con regímenes que Al Qaeda amenazaba, pero a los que nunca puso en peligro a lo largo de sus 20 años de existencia", recalca.
A la voz de los académicos se añadió ayer la del secretario de Defensa de EE UU, Robert Gates. Lo sucedido en el mundo árabe "hace trizas el argumento de Al Qaeda, según el cual la única manera de deshacerse de un régimen autoritario es la violencia extremista", declaró.
Es "un revés extraodinario para Al Qaeda", destacó Gates, que fue director de la CIA. Añadió que también lo es para Irán, cuya "represión salvaje" contrasta con el comportamiento de los Ejércitos de Túnez y Egipto.
La organización terrorista apenas se ha manifestado ante unos acontecimientos que marcarán la historia del mundo árabe, y ese silencio parcial pone de relieve su desconcierto ante unos manifestantes que formulan exigencias en las antípodas del credo islamista radical.
Hubo un llamamiento de su rama magrebí, instando a los jóvenes tunecinos a acudir a sus campamentos en Argelia, y más tarde otro de la yemení reclamando que los nuevos sistemas políticos se rijan por la ley islámica.
También prometió Al Qaeda, en otro comunicado, "hacer todo lo posible para ayudar" a la insurrección en Libia y acabar con el "impostor, pecador y bastardo" de Gadafi, pero en la práctica no consigue hacer nada.
"Al Qaeda cosechará un fracaso aún más espectacular si -de manera directa o a través de alguna de sus extensiones territoriales- no logra hacerse presente a corto plazo, mediante atentados suficientemente espectaculares y contra blancos no musulmanes", resalta Fernando Reinares, investigador en temas de terrorismo del Real Instituto Elcano.
Gadafi aplastó, a finales de los noventa, al Grupo Islámico Combatiente Libio (GICL), que se había atrincherado en las dos pequeñas cordilleras de Cirenaica. Libia fue además, en marzo de 1998, el primer país del mundo que lanzó una orden internacional de detención contra Bin Laden, bajo cuya autoridad se colocó el GICL.
Desde Occidente siempre se alabó a Gadafi por la dureza con la que reprimió a los radicales islamistas, pero también por cómo supo ayudarles a reinsertarse en la sociedad, tras cumplir su condena.
Saif el Islam, el hijo mayor del líder, dirigía un programa de rehabilitación del que se han beneficiado 360 expresos islamistas, 110 a mediados de este mismo mes. El más célebre de ellos, Noman Benotman, dirige ahora desde Londres la Fundación Quilliam, financiada por el régimen libio.
Aunque Al Qaeda sea una víctima colateral de las revoluciones árabes, puede aún renacer. Si una represión despiadada y golpes de Estado militares sofocan las sublevaciones en varios lugares del mundo árabe, la organización terrorista tendrá una segunda oportunidad.
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