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Reportaje:

Relevo generacional en Suráfrica

Los nacidos tras el 'apartheid', la mayoría en el paro, votan por primera vez - El ANC recurre a la figura de Mandela para mantener su hegemonía tras 15 años

Busisiwe lava platos en un orfanato de Johanesburgo. Está contenta porque Jacob Zuma, el presidente del Congreso Nacional Africano (ANC en sus siglas en inglés), zulú como ella, va a convertirse mañana en el presidente electo de Suráfrica: "Sí; votaré por él. Me parece honesto y... guapo", dice guiñando el ojo. Busisiwe tiene 19 años recién cumplidos y es la primera vez que vota, apenas recuerda el sistema racial del apartheid, oficialmente desaparecido hace 15 años con la llegada de la democracia al país, en el que ha gobernado el ANC desde entonces, apoyado por mayorías del 70%.

No todos los jóvenes opinan como Busisiwe. Sólo un 22% de los electores registrados para votar en estas elecciones tienen entre 18 y 24 años, cuando representan el 37% de una población de 45 millones. No les seduce ni la figura controvertida de Zuma, acusado primero y absuelto después de violación, inculpado por corrupción y librado por un tecnicismo, destronado del poder y aupado al mismo en apenas cuatro años y un polígamo con 18 hijos del que se recuerdan alarmantes declaraciones (luego rectificadas) respecto al sida o a la homosexualidad.

El principal candidato, el controvertido Jacob Zuma, no convence

Muchos, como Hayden Manuel, un coloured (raza mixta) de Ciudad del Cabo de 21 años y administrativo, dicen sentirse defraudados por los mensajes de los partidos políticos. "No estoy registrado, no me parece necesario, no hay ningún partido al que crea que deba votar".

Son los jóvenes, especialmente de las áreas rurales, pero también los urbanos y con estudios de secundaria, los más afectados por la pobreza. Dos tercios de los que se encuentran entre 18 y 24 años no disponen de trabajo. Votar al ANC es votar por un partido que hasta ahora no les ha ayudado. Votar a la oposición es, o bien inútil -la mayoría de la población negra, el 80% del total, vota al ANC, el partido que les libró del apartheid-, o insensato: la escisión surgida del ANC, el Congreso del Pueblo (COPE), está impulsada por ex ministros del Gobierno de Thabo Mbeki, que fue obligado a dimitir en septiembre tras su lucha intestina con Zuma, descontentos con su pérdida de poder; es decir, son políticos que ya les han defraudado.

El resto de partidos tienen escaso peso, siguen líneas étnicas (como Inkatha Freedom Party, que domina buena parte de la zona de KwaZulu-Natal e integrado por zulúes) o son percibidos como defensores de los intereses de la población blanca.

La incógnita en estas elecciones es si COPE (que en su creación pareció adquirir mucha fuerza, pero que ha llevado una campaña muy modesta por escasez de apoyos económicos, con un candidato desconocido, el obispo Mvume Dandala) va a causar algún daño a la mayoría absoluta del ANC, que pretende obtener de nuevo el 70% de los 23 millones de votos en disputa.

"La Constitución no dice nada respecto a que una victoria masiva del partido en el Gobierno sea algo nocivo. El país está en manos seguras, nada puede ir mal", aseguró Zuma el domingo en el mitin de fin de campaña en Johanesburgo, ante más de 60.000 personas. Su figura quedó empequeñecida por la presencia en el estadio de un sonriente y frágil Nelson Mandela.

Además de la incógnita de COPE, falta por saber si, como se prevé, el partido de la oposición, la Alianza Democrática (AD), con la alcaldesa de Ciudad del Cabo, Helen Zille, como candidata, puede desbancar al ANC del Gobierno de Cabo Occidental, la única provincia del país con posibilidades dada su popularidad, -pese a que el AD se sigue percibiendo como un partido para blancos-, entre la población coloured, con gran peso demográfico en la zona. El AD ha basado su campaña en avivar el resquemor que entre buena parte de la clase media blanca y coloured ocasiona la figura de Zuma.

El líder de ANC, de 67 años, ha sido pasto de titulares en los últimos cuatro años, cuando fue forzado a dimitir de la vicepresidencia por Mbeki -sucesor de Mandela en la presidencia del país-, tras ser acusado de corrupción. Se daba su carrera por acabada cuando su asesor económico era condenado a prisión y continuaba una investigación por corrupción en su contra que iba a durar ocho años. Pero Zuma dio cuenta de su espíritu de luchador (inició su militancia en el ANC a los 17, formó parte de Umkhonto we Sizwe, el brazo armado del partido, cumplió penas de prisión en Robben Island, la isla-cárcel en la que Mandela cumplió también condena) y se constituyó en líder de la oposición interna del ANC a un Mbeki criticado por arrogante y dictatorial.

El pasado año, en uno de los congresos del partido más crispados, Zuma (carismático, cercano en el trato, popular y populista) se convirtió en presidente del ANC desbancando a Mbeki, que fue forzado a dimitir como jefe de Estado. A Zuma, ave fénix personificada, sólo le quedaba el escollo, que despareció el 6 de abril. Un tecnicismo, el hecho de que los investigadores barajaran acusarle en firme antes o después del congreso (y utilizaran el caso de forma política para beneficiar a Mbeki) obligó a la fiscalía a retirar los cargos.

Un simpatizante del Congreso Nacional Africano en un mitin electoral celebrado en Ciudad del Cabo el 14 de abril.
Un simpatizante del Congreso Nacional Africano en un mitin electoral celebrado en Ciudad del Cabo el 14 de abril.REUTERS

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