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Conmoción en Polonia

Obsesionado con el pasado

El mandato de Lech Kaczynski estuvo marcado por la defensa de los valores tradicionales del catolicismo

Cristina Galindo

Lech Kaczynski era un hombre con las ideas claras: ferviente católico de derechas, obsesionado con librar a los polacos del demonio del comunismo y dispuesto a todo para mantener los valores tradicionales del país. Su mandato como jefe de Estado vino marcado por la polémica, sobre todo cuando coincidió en el poder con su gemelo, Jaroslaw, primer ministro entre 2005 y 2007. "Impulsaron una forma de gobernar autoritaria", afirma Krzysztof Bobinski, analista de la Fundación Unia Polska en Varsovia. Una forma de gobernar que provocó indignación en la UE.

Lech Kaczynski, de 60 años, fue famoso desde pequeño, gracias a su aparición, junto a su hermano, en una película para niños cuando sólo tenían 12 años. Como buenos gemelos, estaban muy unidos, pero el presidente no compartía el carácter de su hermano, que siempre fue la fuerza dominante de la pareja. Lech Kaczynski era el más moderado.

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Políticamente, el presidente se crió en el movimiento Solidaridad, que acabó con el comunismo en 1989, donde él y su hermano fueron claves tras la gestión de Lech Walesa. Fiel como siempre a sus ideas, fundó el partido Ley y Justicia en 2001, también con su gemelo, con un claro objetivo: defender los valores tradicionales del catolicismo. Se trataba de una formación ultramontana y nacionalista, pero que se ganó la simpatía de muchos polacos, especialmente en las zonas rurales. El voto popular le convirtió en presidente de Polonia en 2005, con la promesa de defender los valores nacionales y un Estado fuerte.

Con su hermano como primer ministro, sus políticas ultraconservadoras desencadenaron más de un escándalo entre sus socios en Europa. "Pero los aspectos más controvertidos siempre eran planeados por Jaroslaw", explica Jacek Kucharczyk, director del Instituto de Asuntos Públicos, un think-tank de Varsovia.

La lista de iniciativas polémicas de aquellos años es larga. El partido de los Kaczynski impulsó una ley para perseguir a los gays que preveía sanciones para los que hablaran de la homosexualidad en las escuelas; intentó suprimir los complementos de las pensiones que cobraran los brigadistas internacionales, y quiso sacar adelante, sin mucho éxito, una legislación que obligaba a 700.000 polacos, incluidos periodistas, a confesar su colaboración con la policía secreta comunista.

Desde que su hermano Jaroslaw perdió las elecciones, en octubre de 2007, víctima de su entusiasmo ultraconservador, el presidente vio muy mermados sus poderes. Como jefe de Estado en un país en el que el poder ejecutivo está acaparado por el Gobierno, las competencias de Kaczynski estaban muy restringidas y se limitaban a tareas de representación y a refrendar las leyes aprobadas por el Parlamento. Pese a tenerlo todo en contra, durante los últimos más de dos años de cohabitación con el primer ministro Donald Tusk, de la Plataforma Cívica (derecha liberal), intentó bloquear algunas iniciativas. La más sonada fue su negativa a refrendar el Tratado de Lisboa una vez ratificado por el Parlamento, aunque finalmente estampó su firma.

Sin embargo, los analistas consideran que el jefe de Estado estaba cansado, harto de su impotencia y de ver cómo, desde su palacio en la reconstruida Ciudad Vieja de Varsovia, su popularidad caía en picado en las encuestas. "No era el presidente más querido, aunque el accidente puede cambiarlo todo", opina Bobinski. "Creo que él habría perdido las elecciones de otoño", añade.

En política exterior, Kaczynski, obsesionado tanto con la invasión nazi como por el comunismo, promovió una política agresiva hacia Rusia y Alemania. "Durante la guerra de Georgia, en 2008, el presidente se plantó allí sin pensarlo dos veces para apoyar al Gobierno de Tbilisi. Esa vez nadie pensó que había hecho algo por la influencia de su hermano. Hizo lo que pensó que tenía que hacer", recuerda Jacek Kucharczyk, que considera que la forma de gobernar de Kaczynski se caracterizó por este tipo de gestos.

El destino le guardaba un irónico final. Ayer perdió la vida en el bosque de Katyn, escenario de una de las matanzas que más le obsesionaban y que mejor simbolizaban el rencor que muchos polacos como él sienten hacia Rusia. Cerca del lugar en el que se estrelló ayer su avión, 22.000 militares polacos fueron asesinados a sangre fría por el Ejército soviético en 1940.

Lech Kaczynski, durante una misa celebrada en una iglesia de Varsovia en 2005.
Lech Kaczynski, durante una misa celebrada en una iglesia de Varsovia en 2005.REUTERS

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Sobre la firma

Cristina Galindo
Es periodista de la sección de Economía. Ha trabajado anteriormente en Internacional y los suplementos Domingo e Ideas.

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