Obama implora el voto hispano
El desinterés de la comunidad latina en las elecciones legislativas amenaza con hundir a los candidatos del Partido Demócrata en California
Los asistentes a una comida, esta semana en Los Ángeles, para animar a los latinos a acudir a las urnas en noviembre parecían más interesados en los tacos que en los votos. "Nuestra participación puede decidir estas elecciones", decía, con bastante razón, uno de los oradores, Antonio González, presidente de una organización dedicada a la movilización política de los hispanos. Pero, entre la audiencia, sus palabras no encontraban la reacción pretendida.
Gloria, una joven de origen mexicano nacida en el este de Los Ángeles, confiesa que, aunque votó por Barack Obama en 2008, no tiene intención de hacerlo ahora, entre otras razones porque ni conoce a los candidatos ni acaba de saber qué es lo que se vota.
La participación hispana siempre es inferior en los comicios legislativos
El protagonismo del Tea Party no ha provocado reacción en la comunidad
Los demócratas necesitan urgentemente vencer ese desinterés si quieren mejorar sus posibilidades en las elecciones legislativas del próximo día 2. De los tres grupos electorales que necesitan movilizar para evitar el anunciado desastre electoral -jóvenes, mujeres y latinos-, este último es el que puede resultar más decisivo en competencias clave, como las de California, Nevada, Colorado y Nuevo México.
Esta semana el Partido Demócrata anunció la inversión de un millón de dólares (717.000 euros) en anuncios en español animando a la participación de los latinos en esos Estados. Barack Obama, que se ha involucrado personalmente en esa misión, ha grabado uno de esos anuncios y viajará este fin de semana a Las Vegas para ayudar a atraer a los hispanos a favor del líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, que se juega su puesto en Nevada en una carrera a cara de perro. El presidente ha concedido, además, una entrevista a varios medios en español para llegar más fácilmente a ese público.
"Los latinos tienen una actitud pasiva, tanto por desinterés por el proceso como por decepción con lo ocurrido en los dos últimos años", asegura Louis Desipio, un profesor de la Universidad de California en Irvine especializado en el voto hispano. La decepción tiene que ver con el incumplimiento de la promesa hecha por Obama de llevar al Congreso una reforma migratoria en su primer año de gestión. El desinterés es tradicional en este tipo de elecciones.
La participación de los latinos en los comicios legislativos de mitad de mandato es siempre inferior a la de la elección presidencial. En 2008 participaron un 6% más de latinos que en 2006. Este año, esa apatía parece aún mayor. Según un estudio del centro Pew, solo un 51% de los latinos registrados para votar está decidido a hacerlo, comparado con el 70% de la población en general.
Ha descendido también notablemente el grado de apoyo a los candidatos demócratas. De acuerdo con una encuesta de Gallup, la ventaja de los demócratas frente a los republicanos entre los votantes hispanos, que en junio era de 32 puntos, se ha reducido ahora hasta los 13 puntos.
El profesor Desipio no cree que eso signifique un corrimiento del voto hispano de efecto profundo y duradero, sino una mera muestra de su frustración actual. "En última instancia, Obama y los demócratas tendrán el voto de los hispanos cuando lo necesiten", asegura. Confiados en ello, los dos principales candidatos demócratas de California, Jerry Brown, aspirante a gobernador, y la senadora Barbara Boxer, que pretende la reelección, han dedicado pocos recursos a los hispanos. En el caso de Brown se entiende porque sus medios son escasos; en el caso de Boxer, simplemente da por hecho que los latinos no respaldarán a una candidata republicana, Carly Fiorina, apoyada por el Tea Party.
Esa certeza ha irritado a algunos grupos latinos más radicales que han emitido un anuncio animando a la abstención, aunque la principal cadena de televisión en español, Univisión, se ha negado a emitirlo.
El protagonismo del Tea Party en estas elecciones no ha provocado hasta el momento la reacción que cabía esperarse de parte de los hispanos, pese a que algunos candidatos del movimiento ultraconservador han expresado comentarios despectivos y hasta racistas hacia ese colectivo. La candidata al Senado en Nevada, Sharron Angle, por ejemplo, confesó que confundía a los latinos con los asiáticos.
Es posible, sin embargo, que en los días que quedan hasta las elecciones los líderes hispanos, que saben que la participación de su comunidad significa poder para ellos, consigan crear conciencia entre sus seguidores de lo que está en juego en estos comicios. Una de las advertencias hechas por las organizaciones hispanas a sus votantes es la de que un éxito del Tea Party facilitaría la aprobación en diversos Estados de leyes similares a las de Arizona contra los inmigrantes irregulares. Varios sindicatos hispanos promocionan un anuncio con el lema "Martes sí, Arizona no", en alusión al día de la votación.
Como otros sucesos políticos en este país, las elecciones de noviembre ponen en evidencia, en definitiva, la dificultad para convertir la fuerza potencial de la comunidad hispana -47 millones de personas y 19 millones de posibles votantes- en una fuerza decisiva en las urnas. Paradójicamente, el hispano con más futuro en estos momentos en la política norteamericana es un republicano: Marco Rubio, casi seguro próximo senador de Florida.
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