Nacida el 11 de septiembre
Christina Green, la niña de nueve años asesinada, se convierte en un símbolo de la tragedia por haber llegado al mundo el día del peor atentado en EE UU
Dice su madre que Christina estaba muy interesada en política, todo lo interesada que puede estar una niña de nueve años aunque ella tenía una marca invisible de nacimiento: haber llegado al mundo el fatídico 11 de septiembre de 2001, el día en que cambió el modo de funcionar del planeta. "Christina era muy consciente de lo que sucedía en el mundo, de los problemas y las inquietudes de la gente", aseguró Roxanna Green al diario The Arizona Star. Christina era una patriota, recuerda su madre en las televisiones con una entereza que casi duele al escuchar. En un momento, esa fortaleza se resquebraja y se le rompe la voz. "Vestir de rojo, azul y blanco [los colores de la bandera estadounidense] era muy especial para ella".
Christina Green tenía 9 años. Nació el día del peor atentado en EE UU y ha muerto en una de esas tragedias americanas que de vez en cuando sacuden de forma brutal al país. Tanto interés tenía la pequeña en saber lo que sucedía en la sociedad en la que vivía que una vecina la llevó al mitin que la congresista Gabrielle Giffords ofrecía el sábado en un concurrido centro comercial de Tucson. "No pudieron hacer nada por ella", dice la madre sobre los infructuosos intentos de los médicos de reanimar el cuerpo sin vida de su hija. "Recibió un disparo en el pecho que acabó con su vida". "Éramos cuatro y ahora somos tres", certifica el padre de Christina, John Green, al referirse a la muerte de su hija.
Giffords permanecía ayer en condiciones críticas, pero el equipo médico del hospital universitario de Tucson expresó "cauto optimismo". Una bala recorrió la parte izquierda del cerebro de la congresista. Los médicos mantenían ayer en un coma farmacéutico a Giffords, que logró responder a algunos simples estímulos, como la petición de levantar un dedo.
Además de Christina Green, otras cinco personas perdieron la vida el sábado en otro día negro para la historia de Estados Unidos. El juez federal John Roll, 63 años, resultó herido de muerte por los disparos de Jared Lee Loughner, el sospechoso que la policía tiene desde el sábado por la tarde bajo su custodia. El presidente Barack Obama dijo del juez Roll que había sido un jurista que sirvió "al sistema legal americano durante más de 40 años". Nombrado para la judicatura por el primer presidente Bush, Roll y su familia no eran ajenos a los riesgos que conlleva impartir justicia. En 2009 el juez Roll tuvo que recibir protección policial tras allanar el camino judicial de una demanda por 24,8 millones de euros presentada por inmigrantes ilegales contra un hacendado de Arizona.
Diversos medios de comunicación apuntaban ayer a que el juez se había acercado al lugar de los hechos tras salir de misa para saludar a la congresista Giffords, con la que había trabajado con anterioridad, para agradecerle una carta de apoyo que ella había mandado al noveno distrito de apelaciones -en el que servía el juez Roll- para que se declarara "una emergencia judicial" que ayudara a sacar adelante la enorme cantidad de trabajo que se acumulaba en esos juzgados. Otras fuentes apuntaban ayer a que el juez se encontraba realizando compras en el supermercado cercano al lugar en el que la congresista realizaba su denominado acto Congreso en tu esquina, reuniones con las que los miembros del Capitolio quieren acercarse a los problemas reales de la gente de sus distritos electorales.
La juez retirada del Tribunal Supremo Sandra Day O'Connor, que vive en Arizona, aseguró ayer al diario The New York Times estar devastada por la noticia de la trágica muerte del juez Roll. "Parece que algo así solo sucede en lugares como Afganistán. Desde luego es algo que no debería pasar en Tucson o ningún otro lugar de Estados Unidos".
Las otras cuatro víctimas mortales son Dory Stoddard, un trabajador de la construcción de 76 años retirado que se abalanzó sobre su mujer para protegerla cuando el pistolero comenzó a disparar. Su esposa fue alcanzada tres veces en las piernas pero se recupera en el hospital de Tucson. Dorothy Morris, 76 años, y Phyllis Scheck, 79, también resultaron muertas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.