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Lula da la espalda a la mayor defensora de la Amazonia

La ministra de Medio Ambiente dimite por disentir del modelo de desarrollo

El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, ha perdido una de las piezas clave de su Gobierno, la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, considerada dentro y fuera del país como la abanderada del ecologismo y férrea defensora de la Amazonia. Tras más de cinco años en el cargo, Silva se despidió de Lula con una carta en la que le reprocha "las dificultades que enfrenta desde hace tiempo para poner en marcha el plan medioambiental federal".

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La salida de Silva, de 50 años, perjudica seriamente la imagen internacional de Brasil y al movimiento ecologista. Tanto Greenpeace como el Comité Chico Mendes, que aglutina a decenas de organizaciones que luchan por la preservación de la Amazonia, lamentaron la dimisión de la ministra. También pierde en imagen el Partido de los Trabajadores (PT), puesto que Silva era una histórica del movimiento y muy respetada dentro de éste.

La que gana con Silva fuera de juego es su rival en el Gobierno, la superministra Dilma Rousseff, mano derecha de Lula y encargada de poner en marcha el plan de crecimiento económico acelerado que choca de frente con la protección del medio ambiente. El programa impulsa la concesión de licencias para los productores agrícolas e industriales y el uso de transgénicos en la agricultura. Fue el respaldo total de Lula al plan de crecimiento acelerado, que prevé infinidad de obras de infraestructuras, la gota que colmó el vaso de la ministra Silva.

El Gobierno no sólo no contó con ella a la hora de poner en marcha el programa, sino que puso al frente del plan de desarrollo sostenible de la Amazonia al secretario de Asuntos Estratégicos, Roberto Mangabeira Unger, un hombre del régimen ajeno al equipo de Silva. Esto, según fuentes del Comité Chico Mendes, irritó profundamente a Silva y le hizo confesar a sus colaboradores durante el pasado fin de semana que ya nada tenía que hacer en el Gobierno.

La ex ministra no negociaba con nada. Había estado demorando todo tipo de concesiones de licencias medioambientales y se oponía a los cultivos intensivos en detrimento del medio ambiente, sobre todo si éstos se destinaban finalmente a la producción de biocombustibles. La intransigencia de Silva la llevó a enfrentarse también al Ministerio de Agricultura y a varios gobernadores. Se opuso, sin éxito, a varias grandes obras en la Amazonia, desde embalses hasta carreteras. Silva había advertido que entre agosto y diciembre de 2007 se habían talado nada menos que 7.000 kilómetros cuadrados de selva.

Silva es hija de una familia de recolectores de caucho del poblado amazónico de Breu Velho, a 70 kilómetros de Río Branco, capital del Estado de Acre. Fue alfabetizada por unas monjas a los 16 años y continuó estudiando hasta cursar una carrera universitaria. Silva entró en la política de la mano de Chico Mendes, una de las primeras voces que se alzó para denunciar la destrucción de la Amazonia brasileña y que fue asesinado el 22 de diciembre de 1988, en una emboscada montada por latifundistas y madereros a los que acusaba de devastar la selva.

Como colaboradora de Chico Mendes, Silva participó en 1984 en la fundación de la filial de la Central Única de Trabajadores (CUT) en Acre. Un año después, se afilió al PT y fue elegida concejal de Río Branco, el primer cargo público para el que postuló en su vida política, que continuó en forma ascendente hasta que conquistó un escaño en el Senado desde 1994 y hasta 2002, cuando Lula la escogió como ministra de Medio Ambiente.

Marina Silva, durante una entrevista en 2007.
Marina Silva, durante una entrevista en 2007.REUTERS

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