"Latinoamérica ya no necesita ayuda de EE UU"
Fernando Henrique Cardoso (Río de Janeiro, 1931), el primer presidente de Brasil que gobernó durante dos periodos (1995-2003), reconoce que la crisis financiera afectará a América Latina y a su país más de lo que reconocen en público sus gobernantes. Más allá "del único tema que parece que existe", Cardoso, considerado uno de los intelectuales de más prestigio de América Latina, prefiere conversar sobre otros asuntos.
Pregunta. Barack Obama ha prometido una nueva página en la relación con Latinoamérica. ¿Qué tiene que cambiar?
Respuesta. El asunto no es tanto América Latina; el asunto es el mundo. Mientras Estados Unidos no se dé cuenta de que hay que compartir las decisiones y no imponerlas, no tendrá quien lo escuche con simpatía.
Obama es negro; eso supone una transformación del espíritu norteamericano y quizás una sensibilidad mayor para entender que el mundo es desigual. Ha sido positivo que nombrara a Hillary Clinton secretaria de Estado.
Creo que puede ayudarlo en esta visión más diversificada del mundo.
P. ¿Cuáles serán los asuntos más importantes que tendrá que abordar?
R. Habrá que ver con qué margen de maniobra cuenta Obama en algunos casos, como Cuba, que no es una potencia económica, pero sí tiene un valor simbólico para América Latina. Resistió a la prepotencia americana, con o sin razón. Si lograra, pese al lobby de Miami, suspender el embargo, que ya no tiene sentido, sería un paso adelante. Un punto importante será, sin duda, la lucha contra el narcotráfico. Hay que ver lo que está pasando en México. Colombia, por ejemplo, hizo un esfuerzo enorme. Sin embargo, el área cultivada de coca no ha disminuido. Si los americanos no se dan cuenta de que hay que combatir el consumo y mantienen que hay que darle guerra a la producción, algo no va a funcionar. Con el tabaco lo consiguieron. ¿Por qué no hacer lo mismo con las drogas?
P. ¿Cómo va a afectar la política de Obama al liderazgo regional de Brasil?
R. Puede afectar positivamente si entiende que es importante que los mercados regionales se fortalezcan. Clinton entendió que Mercosur era importante. Los tratados de libre comercio no se pueden concretar si no se entienden los desequilibrios. Pero antes de mirar a América Latina, lo que tiene que hacer Obama es rescatar la situación global.
En América Latina lo que necesitamos es una mejor educación, más inversiones, instituciones más sólidas, aunque esto último depende de nosotros. Brasil no necesita ayuda americana para crecer; Brasil necesita de sí mismo. América Latina ya pasó el momento en que necesitaba asistencia, ayuda, de EE UU. Es la política global americana la que tiene que cambiar para que sea beneficioso para nosotros.
P. Aunque Lula nunca ha reconocido públicamente un papel hegemónico de su país en la región, el peso estratégico de Brasil los últimos años es incuestionable. ¿Cuáles son los pros y los contras de un liderazgo brasileño?
R. No es conveniente estar hablando continuamente de liderazgo, es mejor que fluya. Brasil no es un país que deba limitarse a una visión regional; tiene posibilidades de una acción más global. Pero la política exterior no se hace con palabras, sino con hechos.
P. En la pasada cumbre del G-20 quedó demostrado que Brasil se ha situado en primera línea mundial. ¿Qué ha ocurrido para que haya abandonado su perfil de eterna promesa?
R. El punto más importante ha sido la democratización. Hay una historia institucional, democrática, que es importante. Tuvimos la capacidad de, en democracia, lograr la estabilidad económica; construimos instituciones que aún perduran. La gente pensaba que iba a haber un cambio enorme entre el Gobierno de Lula y el mío, y no ha sido así, porque el peso de algunas instituciones es muy fuerte.
P. El año que viene hay elecciones generales. ¿Qué etapa se abre después de Lula?
R. Lo más probable es que gane un candidato del PSDB, de mi partido. Las encuestas dan una clara ventaja al gobernador de São Paulo [José Serra], y en segundo lugar, al gobernador de Minas Gerais [Aecio Neves], ambos de mi partido. Así como no hubo un gran cambio macroeconómico cuando Lula me sucedió, no creo que exista un cambio dramático el año que viene. Habrá que adaptarse por la situación global, pero la visión institucional va a seguir igual. Quizás sí sea necesario corregir el clientelismo, que ha crecido durante los ocho años de gobierno de Lula. Pero no se va a cambiar la política social, que empezó incluso antes de mí. Brasil ha llegado a un punto de madurez en que los cambios no producen quiebras.
P. Lula ha repetido en varias ocasiones que Brasil está mejor que cuando usted dejó la presidencia.
R. Tiene razón. Pero es natural. A él le tocó una coyuntura económica positiva de 2003 en adelante. Y tuvo la sabiduría de no haber cambiado. Puede que haya defraudado a sus seguidores, pero para Brasil fue bueno que lo hiciera. El país progresa desde hace mucho tiempo, y el progreso es acumulativo. De igual modo que el próximo presidente mejorará más todavía, porque se beneficiará de lo que hice yo y lo que ha hecho Lula.
P. ¿Cómo le afecta a su país tener tan cerca a líderes como Hugo Chávez o Evo Morales?
R. Son distintos. Morales tiene una raíz sindical e indígena más fuerte que Chávez. En el partido de Lula, no en el Gobierno, hay gente que comparte esa visión, que tiene una cierta simpatía hacia esas actitudes. Pero Brasil es un país demasiado grande, demasiado complejo, no es probable que los brasileños se adhieran al modelo de Chávez. Lula tiene una retórica populista, es popular, pero su Gobierno no.
P. Brasilia ha decidido reducir sus importaciones de gas boliviano. ¿Le afecta la presencia de Morales en Bolivia a los intereses brasileños?
R. La decisión afecta más a Bolivia, que, a su vez, ha tomado decisiones previas que nos han afectado a nosotros. No creo que Lula vaya a jugar la carta de sofocar Bolivia, un país demasiado pobre. Además, es vecino nuestro y lo va a ser siempre. Hay muchos intereses brasileños allí, no podemos actuar como si fuéramos subimperialistas.
P. Brasil es un gigante que va hacia la autosuficiencia energética, un arma de poder. ¿Qué se puede hacer con ese arma?
R. En materia de energía hidráulica, tenemos una ventaja y es que en Brasil hay mucha agua. Hay ocasiones, como durante mi mandato, en que no llueve. Pero es una energía barata y renovable. Otra ventaja es el etanol. Aunque desde un punto de vista global tiene resistencia, desde el punto de vista de consumo doméstico no. Los coches se mueven con etanol. Y tercero: tenemos mucho petróleo. No se sabe cuánto, pero puede ser muchísimo. Ese petróleo está en aguas profundas, pero hay tecnología para encontrarlo.
P. ¿Qué implica tener tanto petróleo?
R. Si tenemos una visión de largo plazo será un factor de poder importante. Siempre tuve en mi cabeza la idea de que Brasil tiene que actuar como hacen los chinos: con una visión a larguísimo plazo, mirando por su interés nacional. Brasil no debe de ir muy deprisa con sus responsabilidades globales, no meterse en todos los problemas del mundo. No tendremos capacidad para tanto, pero lo tendremos. La posición energética va a ser un factor importante no solamente en la región.
P. ¿Qué habrá que hacer cuando se consiga todo el crudo?
R. Podemos equilibrar la cuestión energética si logramos movilizar esos recursos petrolíferos. Es poco probable que se logre en base a una única empresa, como Petrobras. Los recursos disponibles son mucho más grandes que Petrobras; Brasil es más grande que Petrobras. Petrobras va a ser un actor importante, pero no va a ser el único, porque el monopolio es muy peligroso. No se trata de abrirse de pronto sin una visión estratégica. Hay que ver qué mundo se va a construir después de esta crisis. Pero siempre con una visión a largo plazo, como hacen en China.
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