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El desafío iraní

Irán se aferra a una alianza con Suramérica

El régimen iraní, cuestionado en su país y casi aislado del mundo por el programa nuclear, busca en Brasil, Bolivia y Venezuela nuevos socios políticos y comerciales

Soledad Gallego-Díaz

La llegada hoy a Brasil del presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, es una arriesgada operación diplomática del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que intenta reforzar su papel como protagonista internacional y ofrecerse como posible mediador, tanto en el conflicto de Oriente Próximo como en el que suscitan los planes nucleares de Teherán, pero que puede quedar en una difícil posición si la visita acaba en un completo fiasco. Ésta se produce pocos días después de que Irán haya ignorado la propuesta de la comunidad internacional para que realice las operaciones de enriquecimiento de su uranio en un tercer país y no en instalaciones propias.

Irán busca desesperadamente apoyos internacionales, que sean comprensivos con su política nuclear y, sobre todo, socios comerciales que le permitan esquivar las consecuencias del estrecho marcaje que sufren todas sus operaciones financieras en el exterior: más de 80 grandes bancos internacionales en todo el mundo han dejado de hacer negocios con bancos iraníes en los últimos años.

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En ese sentido, América Latina se ha convertido en el escenario de un importante esfuerzo de penetración diplomática iraní, aunque limitado hasta ahora a un pequeño grupo de países liderados por Venezuela, socio de Irán en la OPEP. A través de Caracas, Teherán ha conseguido estrechar lazos con Nicaragua, Bolivia y Ecuador. El presidente venezolano, Hugo Chávez, se ha entrevistado en 11 ocasiones con su colega iraní y ha visitado Teherán siete veces desde 1999. En 2008, fueron los presidentes de Bolivia, Evo Morales, y de Ecuador, Rafael Correa, quienes se desplazaron a Teherán. Con Argentina, por el contrario, las relaciones están cortadas por la negativa de Irán a entregar a varios funcionarios sospechosos de haber participado en el atentado contra una asociación mutual israelí, en Buenos Aires, que les costó la vida a 85 personas en 1994.

En conjunto, Irán ha firmado más de 150 acuerdos con Venezuela, Bolivia y Ecuador, e incluso se ha constituido en observador, simbólico, en el ALBA (Alternativa Bolivariana para América).

Ninguno de estos viajes y acuerdos había despertado tanta inquietud como la gira que comienza hoy. Brasil es un país muy diferente y plantea un escenario distinto. Así lo ha entendido Israel, que se apresuró a enviar a Brasil a Simón Peres hace 10 días. El presidente israelí, que viajaba a América Latina por primera vez en los últimos 20 años, se entrevistó con Lula para expresarle su preocupación por lo que Tel Aviv considera una postura "excesivamente contemporizadora" con respecto a Irán.

Peres se dio por enterado del deseo de Brasil de tener un papel en las negociaciones de Oriente Próximo, algo que Brasilia considera imprescindible para poder optar, llegado el momento, a un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU. El presidente israelí se mostró conciliador e invitó públicamente a Lula a sumarse a los esfuerzos para la paz. Incluso se felicitó de que el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, fuera a visitar Brasilia (lo que ocurrió pocos días después). Pero aprovechó una reunión en el Congreso brasileño para dejar claro lo que pensaba de la presencia del presidente iraní: "Ahmadineyad", dijo, "es una amenaza para la paz" y un enemigo declarado de Israel.

La preocupación de Israel por la presencia iraní en América Latina se dejó sentir también durante su visita a Buenos Aires, un terreno mucho más abonado ya que la ciudad cuenta con la tercera población judía más importante del mundo fuera de Israel. Peres intentó, sin mucho éxito, que la presidenta Cristina Fernández presionara a Hugo Chávez para que corte esos crecientes lazos de amistad. La respuesta fue seca: "Argentina no permite que nadie elija a sus amigos ni tampoco pretende elegir los amigos de nadie", declaró la presidenta.

Lula, por su parte, ha mantenido que la peor manera de tratar el problema nuclear de Irán es aislar a ese país y a sus dirigentes. "Creemos que es mucho más importante mantener un diálogo con Irán que simplemente decir no, dejándolo estigmatizado y aislado", declaró a Reuters Marco Aurelio García, uno de sus principales asesores en política internacional. Interrogado por un periodista israelí durante la visita de Peres, Lula insistió en esa postura conciliadora: "Uno no construye la paz necesaria en Oriente Próximo si no conversa con todas las fuerzas políticas y religiosas que quieren la paz, o que se oponen a la paz". Y a otro que le recordó que Ahmadineyad ha negado el Holocausto, Lula le pidió no entrar a discutir frases ni palabras. Fuentes diplomáticas han sugerido, sin embargo, que se ha pedido a Ahmadineyad que modere su lenguaje y eluda toda nueva referencia al tema.

Brasil tiene una posición peculiar en el asunto de la energía nuclear porque desarrolla un programa propio de tecnología atómica, con fines pacíficos, e incluso se dispone a fabricar, con ayuda francesa, un submarino de propulsión nuclear. En 2004, Brasilia se negó a que la Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) inspeccionara su planta de enriquecimiento de uranio en Resende, pero su postura no planteó recelos porque la Constitución brasileña prohíbe fabricar o tener armas nucleares, porque el país ha firmado todos los acuerdos internacionales al respecto y porque la comunidad internacional no tiene dudas sobre su voluntad pacífica.

La mayor inquietud sobre la visita de Ahmadineyad a Brasil la suscita la posible reacción de EE UU. Washington ha mantenido siempre una actitud vigilante sobre la presencia iraní en América Latina, que algunos senadores estadounidenses han llegado a calificar de "infiltración", y nunca ha ocultado su disgusto por esa presencia, aunque todavía pueda ser valorada como pequeña.

La entrada en liza de Brasil, una enorme potencia en todos los sentidos, cambia por completo el mapa. Tal vez por eso, fuentes brasileñas se apresuraron a adelantar que la visita de Ahmadineyad cuenta con el visto bueno expreso del presidente Barack Obama, dispuesto a que Brasil intente abrir una vía de diálogo. Todo el riesgo corre de parte brasileña. El terreno elegido para su estreno como mediador en el concierto internacional (no sólo latinoamericano) es extraordinariamente difícil. Y si no obtiene ningún guiño iraní, resultará más fácil pedirle en el futuro que rebaje el nivel de tolerancia demostrado hasta ahora con Teherán.

Los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez (izquierda) y de Irán, Mahmud Ahmadineyad, en Santo Tomé en 2006.
Los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez (izquierda) y de Irán, Mahmud Ahmadineyad, en Santo Tomé en 2006.AP

Amplias relaciones

- Venezuela e Irán han firmado más de 100 acuerdos de cooperación. Teherán invertirá 2.700 millones de euros en el sector petrolero.

- Bolivia. Ahmadineyad ha apoyado los programas de salud del presidente Morales y financiado la instalación de una planta petroquímica. Bolivia traslada su embajada de El Cairo a Teherán.

- Ecuador. Irán le otorgó un crédito de 80 millones.

- Nicaragua. Teherán ha financiado la construcción de 10.000 viviendas populares y varios proyectos de energía.

- Brasil. Irán supone el 28,7% de las exportaciones brasileñas a Oriente Próximo. Además, el 80% del comercio bilateral entre Irán y América Latina es entre Brasilia y Teherán.

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