Guerra entre Obama y la Fox
La Casa Blanca inicia una controvertida batalla contra la cadena de televisión, muy crítica con el presidente
En su último programa, el viernes pasado, Glenn Beck, la gran estrella del momento en la cadena de televisión Fox News, apareció con un bate de béisbol en la mano. Apuntando con él hacia la cámara, en una pose espeluznante y cómica a la vez, dio paso a una sádica escena de la película Los Intocables en la que el protagonista, Robert de Niro, en el papel de Al Capone, le destrozaba la cabeza a uno de sus rivales, alineado en torno a la mesa del poder.
Trasladado al tiempo actual, según Beck, el Chicago de los años veinte gobierna hoy en Washington, De Niro representa a Barack Obama, mientras que sus víctimas, el pueblo estadounidense, esperan sentadas a la mesa a que les llegue su turno mortal. A menos que reaccionen. Como Beck intenta hacerles reaccionar. Desde la pantalla de la Fox, armado con su propio bate, dispuesto a defender a este país de la destructiva amenaza que, según su fanática concepción, se cierne sobre él.
De esta guisa son muchos de los contenidos de la cadena Fox en estos tiempos. Bill O'Reilly, que en su día fuera el mayor emblema conservador, ha sido hoy desbordado por jóvenes extremistas como el propio Beck, Sean Hannity o Megyn Kelly, apoyados por comentaristas como Dick Morris o Karl Rove. Beck es el principal punto de referencia. Su última cruzada es la de demostrar que el Gobierno de Obama es maoísta, a raíz de una conferencia pronunciada en junio pasado por la directora de comunicación de la Casa Blanca, Anita Dunn, en la que citaba a Mao Zedong entre sus "filósofos políticos favoritos".
Foto de Mao
La mención es cierta, pero la referencia incluía a Mao y la madre Teresa de Calcuta, a los que Dunn ponía como ejemplo de fe en sus propias posibilidades frente a desafíos descomunales. Matices sin importancias. Beck ha instalado ya en la pizarra de su estudio la cara de Mao y la hoz y el martillo al lado de una foto de Dunn y otras de Obama y de varios miembros de su Administración.
Todos estos desvaríos pudieran considerarse grotescos si no fuera porque un libro de Beck encabeza desde hace meses la lista de los más vendidos en EE UU, donde una cuarta parte de la población cree el bulo de que Obama no es norteamericano, y porque sus comentarios, sus amenazas y sus abiertas llamadas a la sublevación -"ésta es una lucha por ver quién controla este país, usted o este grupo elitista"- son aireados en otros programas de la Fox y reproducidos en emisoras de radio y páginas de Internet.
El asunto resulta muy serio, al menos para la Casa Blanca, que ha decidido entrar en confrontación con la Fox. Los dos principales colaboradores de Obama, su jefe de Gabinete, Rahm Emanuel, y su consejero político, David Axelrod, han declarado que "la Fox no está en el negocio de la información" y han advertido que, a partir de ahora, será tratado como lo que es, una marca ideológica. La semana pasada, los periodistas de la Fox fueron excluidos de varias reuniones con altos funcionarios. La página web de la Casa Blanca ha abierto un espacio, Reality Check, destinado casi exclusivamente a desmentir las acusaciones de la Fox.
Otros periodistas y analistas creen que esa estrategia es un error y que Obama ha empezado una batalla que un político jamás puede ganar. La Casa Blanca intentó antes otras vías. El mes pasado, Axelrod se reunió con Roger Ailes, el presidente de la Fox -una empresa del grupo de Rupert Murdoch-, pero sólo sirvió para disparar la popularidad del propio Ailes, a quien algunos conservadores proponen hoy como candidato presidencial.
El desgaste político de Obama no está, seguramente, motivado por esta guerra, que, por otra parte, enardece a la izquierda demócrata. Pero contribuye a envenenar el clima político. Un comentarista de la Fox resumió el proyecto de reforma sanitaria de Obama con esta frase: "El presidente decidirá quién vive y quién muere". Otro dijo que era peor que el cáncer. Dick Morris afirmó que la única manera de definir la política exterior de Obama es como "anti-estadounidense". Todo eso, con un bate de béisbol sobre la mesa como principal argumento.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.