Grozni sale del infierno
La vida vuelve a la normalidad en la capital chechena tras dos guerras
"Bienvenido al infierno", decía el letrero a la entrada de Grozni durante la primera guerra chechena. Y, en verdad, la capital de Chechenia era un auténtico infierno, cuyas huellas se prolongaron por más de diez años. Grozni en ruinas, destruida tanto o peor que las ciudades más bombardeadas durante la II Guerra Mundial, parecía que nunca podría renacer. Pero el milagro ocurrió y de las cenizas alzó el vuelo la nueva Grozni.
Hoy prácticamente ya no quedan huellas de las dos guerras en la capital chechena, donde la vida parece haber vuelto a la normalidad. Las madres pasean con sus hijos y sus coches con bebés en la plaza Kadírov -nombrada en honor del padre del actual presidente checheno, muerto en un atentado de los separatistas- y en la de los Petroleros. Los cafés nuevamente se animan en las tardes, ya no hay necesidad de encerrarse en las casas cuando oscurece. Las calles están limpias y los edificios relucientes.
Los cafés se animan y no hay necesidad de encerrarse al oscurecer
Kadírov ha sido acusado de estar tras el asesinato de Ana Politkóvskaya
Grozni era considerada una de las ciudades más bellas del Cáucaso del Norte en la época soviética, y ahora quiere recobrar esa fama. Pero con una nueva impronta: el culto a ambos Kadírov, padre e hijo. El retrato del líder local, Ramzán Kadírov, que a sus 31 años es el más joven jefe de una región de la Federación Rusa, es visible por doquier. Esta abundancia -que justificaría rebautizar la ciudad como Ramzanesburgo-, junto a la limpieza y tranquilidad de la ciudad, trae a la memoria la atmósfera que había en las repúblicas centroasiáticas de la Unión Soviética. Subrayaban su fidelidad a Moscú, pero en su feudo eran reyezuelos con poderes absolutos. La reconstrucción de Grozni es en primer lugar mérito de Kadírov, que para lograrlo ha utilizado todos los recursos a su alcance, incluidos, según sus críticos, los que están reñidos con la legalidad.
Los secuestros y desapariciones -generalmente de sospechosos de simpatizar con los separatistas- han disminuido drásticamente después de que el joven Kadírov se convirtiera en presidente de Chechenia. Baste decir que, según datos de la organización de derechos humanos Memorial, entre mayo y agosto hubo sólo nueve secuestrados. Verdad es que -según Natalia Estemírova, de Memorial de Grozni- también ha aumentado el número de quienes temen hacer denuncias, ya que los secuestros son llevados a cabo en gran parte por uniformados, y tratan de recuperar a sus familiares pagando rescates o recurriendo a personas con influencia. Sea como fuere, el problema subsiste, unido también al de la impunidad.
Kadírov no lo niega. "Reconozco que existe el problema de los secuestrados y desaparecidos. Constantemente estoy llamando la atención sobre ello a la fiscalía. No sé por qué hay determinadas instituciones que hacen la vista gorda ante este problema. Yo soy un defensor de mi pueblo, no soy una marioneta de Rusia, soy un patriota, quiero a mi república y defenderé los intereses del pueblo; conseguiré que los criminales, con galones o sin ellos, sean encarcelados", aseguró el líder checheno a un grupo de periodistas que visitó Grozni, tratando de hacer recaer la responsabilidad de esos crímenes sobre los militares rusos. Al tiempo, negó terminantemente haber participado en secuestros y torturas.
Varias organizaciones de defensa de los derechos humanos han denunciado en repetidas ocasiones que las fuerzas de Kadírov -antes de que éste asumiera la presidencia- secuestraban a personas, algunas de las cuales después aparecían muertas y con huellas de tortura. La periodista asesinada Ana Politkóvskaya es una de las que acusó a Kadírov de esos crímenes, y colegas suyos piensan que el líder checheno está detrás del crimen. La estabilidad que se ve hoy en Chechenia es, sin embargo, muy frágil, ya que hay graves problemas sociales. El paro supera el 70% y muchas familias tienen que malvivir con tan sólo 150 euros al mes.
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