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Fallece Betty Ford a los 93 años

La batalla de la primera dama de EE UU entre 1974 y 1977 con las adicciones la llevó a fundar una popular clínica de rehabilitación

"Soy una mujer ordinaria que tuvo que subirse al escenario en un momento extraordinario. Cuando me convertí en primera dama seguí siendo la misma de antes. Pero por accidentes de la historia me convertí en una persona interesante". Con estas palabras se describió Betty Ford en el prólogo de su autobiografía. Y no hay duda de que para muchos estadounidenses esta mujer valiente que ocupó la Casa Blanca junto a su marido Gerald Ford, cuando este tuvo que sustituir a Richard Nixon tras el escándalo Watergate en agosto de 1974, no fue una primera dama al uso.

Tras su muerte, el viernes a los 93 años en Palm Springs, las condolencias pronunciadas por todo el espectro político estadounidense se encargaron de recordar las muchas virtudes de una mujer osada que se enfrentó a duros fantasmas personales -cáncer de mama, alcoholismo, adicción a los opiáceos- y que defendió abiertamente los derechos a la igualdad de género, de los homosexuales, el aborto libre e incluso el consumo de marihuana en una época en que muy pocas mujeres prominentes, y casadas con un republicano, se atrevieron a hacerlo. "Como primera dama fue una de las grandes defensoras de la salud y de los derechos de las mujeres. Tras abandonar la Casa Blanca, ayudó a reducir el estigma social que pesaba sobre las adicciones e inspiró a miles de personas para buscar tratamiento", ha declarado el presidente de EE UU, Barack Obama.

Betty Ford nunca sintió estar llamada para el puesto de esposa del presidente. "Me aterraba. No tenía ni idea de qué es lo que tenía que hacer así que decidí ser yo misma", dijo. En realidad ni siquiera su marido, con quien se casó en 1948, aspiraba a ello. Pero el Watergate cambió el puzle político estadounidense y también la vida de esta mujer nacida en Chicago en 1918 y cuyo sueño de juventud fue ser bailarina profesional. Llegó a trabajar con la compañía de Martha Graham, pero siempre arrastró el fantasma de no haber podido convertirse en estrella de la danza, de no tener una carrera universitaria y de "sentirse cada vez más pequeña a medida que mi marido adquiría prominencia política". Sus problemas de autoestima, unidos a su adicción a las drogas de prescripción médica, que comenzaron en 1964 para luchar contra un pinzamiento muscular, se fueron multiplicando con el paso del tiempo y en los círculos políticos, la debilidad por el alcohol de la esposa de Ford, se convirtió en tema de conversación habitual, aunque su simpatía y su espontaneidad, en contraste con la severidad de su antecesora, Pat Nixon, la convirtieron en un icono de su tiempo.

Como primera dama se atrevió a declarar que dormía en la misma cama de su esposo -en la Casa Blanca oficialmente se dormía en habitaciones separadas-, que su hija podría haber tenido relaciones prematrimoniales y hasta habló sin pudor de su mastectomía, un tema tabú hasta entonces. Pero sus adicciones se acentuaron tras su paso por la Casa Blanca y finalmente, tras la derrota electoral de Ford en 1976, su familia la convenció para que se tratara. Superados sus problemas, decidió hablar abiertamente de ellos e ir aún más lejos: en 1982 creó la clínica de desintoxicación Betty Ford, con la que contribuyó a romper una lanza a favor de los adictos y su problemática.

Betty Ford, en una imagen tomada en 1994.
Betty Ford, en una imagen tomada en 1994.DOUG MILLS (AP)

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