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ELECCIONES 2008 | Campaña electoral

"Yo esperaba más de este hombre"

El tropiezo de Pizarro ante Solbes abre una vía de agua en la estrategia del PP

Una letra grande es como un grito. Lo saben bien los chavales que se asoman a Internet para mandar a sus novias mensajes llenos de pasión y faltas de ortografía. Por eso, cuando quieren demostrar enfado, teclean sus sentimientos en mayúsculas. El título de esta crónica, aunque escrito en letras grandes, fue pronunciado ayer en voz baja por un simpatizante del PP de Córdoba mientras esperaba la llegada de Rajoy. El hombre -de unos 60 años, corbata oscura bajo el jersey de pico- dijo: "Yo esperaba más de este hombre...". Su interlocutora, una señora vestida de punta en blanco, asentía al tiempo que ensayaba una frase de consuelo: "Pero Solbes tampoco estuvo bien".

Ese "yo esperaba más de este hombre" no es ningún dato científico, ni siquiera lleva implícita la constatación de una derrota. Es algo peor. Porque habla de decepción, que es el "pesar causado por un desengaño", un pesar muy difícil de pesar. El del hincha que ve naufragar en el césped al fichaje estrella que les iba a llevar en volandas a primera. La decepción del padre que soñó un hijo juez y ve crecer a un tarambana. La de Rajoy, que ensombrecido durante cuatro años por Acebes y Zaplana, se sacó de la manga a un triunfador, a un sabio de las finanzas, a la piedra sobre la que edificaría una campaña basada en la economía. Lo presentó como a una estrella del balompié y todos corrieron a fotografiarse junto a él. Y fue entonces -en ese ambiente de euforia- cuando llegó el debate.

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Las vísperas del duelo fueron vividas con desasosiego en el PSOE. Los jefes de Ferraz recibieron numerosas muestras de nerviosismo. "¿Y por qué no lo suspendemos? Tenemos la excusa del ojo. Decimos que no se encuentra bien y ya está". El único que se mostraba seguro era Solbes. Encerrado en su casa, dedicó todo el fin de semana a preparar la contienda. El resultado, ya se sabe. El primer dato lo ofreció Antena 3 unos minutos después del programa -Solbes se había impuesto con claridad a Pizarro-, pero durante el día de ayer se fueron sucediendo las noticias sobre el fracaso del ex presidente de Endesa. La primera llegó del propio Rajoy. En un mitin mañanero celebrado en Córdoba ni siquiera se refirió al debate celebrado la noche anterior, un debate sobre el que tenían tantas esperanzas, que habían visto en directo casi cinco millones de españoles y que era la comidilla de toda la clase política. De hecho, el único militante significativo del PP que ayer se refirió a la malograda actuación de Pizarro fue el propio Pizarro, pero para defenderse como gato panza arriba, a veces en tono desabrido. En Cuatro, un periodista le preguntó si, visto el resultado, no cambiaría nada de su actuación. El ex presidente de Endesa contestó visiblemente molesto: "¡Yo soy de Teruel y no cambio nada!".

El tropiezo no es pequeño. Sobre todo teniendo en cuenta que el PP había basado la campaña en la economía, que el debate no sólo era la puesta de largo de Pizarro como político, sino también su única oportunidad de medirse en público con Solbes -no habrá debate de vuelta-. Por si fuera poco, el nivel exhibido por Pizarro ante las cámaras dejó mucho que desear. Habló de "escuela y despensa" y citó en varias ocasiones al regeneracionista Joaquín Costa. Cuando se sentía perdido, tiraba del ideario más reaccionario del PP, ese que hasta Rajoy intenta no utilizar en sus mítines, ese que llega a acusar al Gobierno de estarle pagando a ETA.

El silencio en la cúpula del PP estuvo enmarcado ayer por los cuchicheos de muchos de sus dirigentes, que admitían en privado que Solbes les había hecho un roto en la línea de flotación. Y no sólo por el fondo -se constató que Pizarro es todavía un aficionado a la política-, sino también por la forma. Los casi cinco millones de españoles que vieron el debate sabían que Pizarro se había llevado de Endesa una indemnización de 2.000 millones de pesetas, y muchos esperaron que, de un momento a otro, Solbes le lanzara la estocada. La espera fue en balde. El ministro optó por ganar sin hacer sangre. Prefirió que fuera Zapatero quien, anoche, se diese el gusto de clavar la daga: "¿Cómo es posible que este señor haya cobrado esa indemnización con lo poco que sabe de economía?".

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