Kalashov, el preso número 1
El Invisible es el jefe mafioso de más alto rango detenido fuera de Rusia y el preso más custodiado de España
Zakhar Kalashov no es un preso cualquiera. Ocupa una celda de 10 metros cuadrados que es revisada diariamente y de la que le cambian cada cierto tiempo. Transcurridos unos meses, le trasladan de cárcel. A derecha e izquierda no tiene vecinos: esas celdas están permanentemente vacías por precaución. Cada día se le permite el acceso a un pequeño patio dos horas por la mañana y dos por la tarde. Algunas veces pasea solo. Nunca le acompañarán más de dos presos. El hombre que en su día fue conocido como El Invisible es hoy el preso más valioso y protegido en una cárcel española.
Kalashov es el jefe mafioso de más alto rango detenido fuera de Rusia. En la nomenclatura de las organizaciones delictivas rusas, es lo que se ha dado en llamar un ladrón de la ley: si algún día, un preso ruso se cruza con él en la cárcel deberá besarle la mano si aprecia su vida. Desprovisto de su poder, este hombre de 53 años viajó a Madrid en un avión militar vestido con un modesto chándal. No tenía el aspecto de ser un hombre especialmente peligroso. No es alto. No es fuerte ni musculoso. Las únicas señales que tiene su cuerpo de un pasado turbio son las cicatrices de cinco heridas producidas por un ametrallamiento sufrido hace varias décadas.
Su organización tenía constructoras en Cataluña y terrenos en la Costa del Sol
Se pagaron 60.000 euros para comprar a un médico de la cárcel de Soto del Real
La decisión de invertir en España se tomó en una cumbre mafiosa celebrada en Orihuela
Su detención el pasado 7 de mayo a las afueras de un lujoso hotel en Jumeirah, una localidad costera situada a 35 kilómetros de Dubai (Emiratos Árabes Unidos), tuvo una discreta repercusión en España a pesar de que fueron agentes de la Comisaría General de Policía Judicial quienes llevaron el peso de la investigación. La noticia puso en alerta a las policías de varios países, empezando por el FBI, que envió inmediatamente un escéptico comunicado a la policía española deseándole suerte. Días después, se cruzaron algunas llamadas de otros órganos policiales que preguntaban a sus colegas españoles si el detenido en Dubai era realmente Kalashov. Todos desconfiaban de que este hombre terminara siendo extraditado a España. Sin embargo, el 13 de junio, después de intensas gestiones al más alto nivel, algunas de las cuales precisaron de la intervención del Consejo de Ministros, aterrizó en el aeropuerto de Dubai un avión militar español dispuesto a llevarse a un único pasajero: Kalashov. Su destino no era Barajas sino la base aérea de Getafe para evitar toda posibilidad de testigos de su llegada. Desde entonces, este hombre no ha dejado de estar solo y especialmente custodiado.
Sobre Kalashov pesan acusaciones de ser el jefe de una poderosa organización mafiosa dedicada al blanqueo de dinero, al tráfico de armas, a la extorsión y al asesinato. Ha estado en la cárcel por robo, evasión de impuestos y tráfico de drogas. Sobre él mismo hay acusaciones de haber participado en varios crímenes. ¿Qué pretendía hacer en España?
Su organización, que controla entre otras actividades los casinos Golden Palace y Crystal Casino de Moscú, había dado ya los primeros pasos para invertir una parte de sus beneficios en España. El negocio contaba con una infraestructura dirigida por sus lugartenientes: una constructora en Cataluña y una serie de empresas tapadera en Alicante y la Costa del Sol. El modus operandi parecía muy sencillo: unos se dedicarían a la compra de terrenos (fincas en Mijas, Marbella y Benalmádena) y encargarían la edificación de urbanizaciones a las constructoras bajo su control. Todas las sociedades actuantes en las operaciones estarían dominadas por la organización. Había algunos otros proyectos, como la instalación de gasolineras en España o la inversión en negocios hoteleros en Andorra y el sur de Portugal. La estrategia pasaba, naturalmente, por tener influencia cerca de algunos ayuntamientos de la Costa y de personalidades políticas del Gobierno catalán.
La decisión de invertir en España se habría tomado tiempo atrás, según informaciones que han ido llegando a la Policía española, durante la celebración del cumpleaños de Kalashov en el hotel Montívoli de Orihuela (Alicante) el 20 y 21 de marzo del año 2003. En aquella fecha, Kalashov celebró su onomástica por todo lo alto. Las policías de Rusia y Alemania habían dado la voz de alerta: no sería una fiesta cualquiera, porque allí se reunirían varios jefes mafiosos junto a sus familias. Se daba por sentada la presencia de Tariel Oniani, un capo mafioso con mucho poder en Georgia. Estaba prevista también la visita de Vitali Izguilov, otro jefe de alto rango. Se tenía noticias de la llegada de varios vuelos privados y de la contratación de algunos cantantes muy populares en Rusia para amenizar la fiesta. No fue aquella una celebración muy discreta.
La elección de Alicante para esa cita no era caprichosa. Desde finales de los 90 varios notables de organizaciones mafiosas habían elegido esa provincia española como lugar de residencia. En una urbanización de Orihuela, en varios chalets pegados uno con otro, se habían instalado unos ciudadanos rusos a quienes tanto la Guardia Civil como la Policía tenían bajo discreta vigilancia. No había por entonces demasiada información sobre sus antecedentes. Por otra parte, sus actividades en España no parecían alarmantes: habían invertido en algunos pequeños negocios, preferentemente restaurantes. Aquellos rusos no desentonaban de algunos otros que llegaron a España por aquella época, gente sobrada de dinero, capaz de decorar sus casas a base de mármoles, griferías de oro y horteradas de diversa consideración.
La policía española tardó mucho tiempo en saber dónde comenzaba y dónde terminaba la organización que dirigía Kalashov. De hecho, se pensó durante algún tiempo que Oniani, que cambió su residencia a Barcelona, estaba por encima de Kalashov en el escalafón. Esa incertidumbre se entiende por la forma peculiar que tienen de funcionar los grandes jefes mafiosos. Una de sus características es la de disfrutar de un tremendo poder sin dejar el más mínimo rastro. Un ladrón de la ley puede ser un jefe que no tenga una sola propiedad a su nombre o de sus familiares: algunos de ellos se enorgullecen de no haber firmado nunca un documento e incluso de no haber hablado nunca por teléfono. A pesar de ello, pueden disfrutar de una vida repleta de lujos y de un poder absoluto sobre mucha gente y muchas empresas. Así, las facturas de la fiesta de cumpleaños de Kalashov las pagó Oniani.
Oniani se había caracterizado como un hombre muy emprendedor, sobre todo en Cataluña. Dirigía sus negocios desde Barcelona hacia otros países de la Unión Europea. Disponía de guardaespaldas y de soldados, centenares de ciudadanos georgianos dispuestos a actuar a sus órdenes porque habían obtenido trabajo y residencia en España gracias a sus gestiones. El capital asociado a Oniani era muy difícil de precisar (y todavía hay dificultades para concretarlo en su totalidad), pero se le relacionaba con compras de inmuebles en las calles más céntricas de Barcelona, con la toma de posición en algunas constructoras locales, con cadenas de restaurantes y con proyectos en ciernes para invertir en un complejo turístico en Andorra, además de representar a los intereses de una petrolera con intención de adquirir gasolineras en España. Lo que no estaba muy claro por entonces era que Oniani actuaba al servicio de Kalashov, quien, durante ese tiempo, había cambiado de residencia: primero vivió en Málaga, luego se trasladó a Dubai.
El 17 de junio de 2005 la Comisaría General de Policía Judicial junto con la Fiscalía Anticorrupción prepararon un primer golpe, la Operación Avispa, Pero no se cerró como estaba previsto: los dos objetivos principales escaparon. Uno era Oniani. El otro, que se mantuvo en secreto, era Kalashov. A los investigadores les quedó la sospecha de que alguna filtración desbarató el objetivo final.
Hubo que esperar un año hasta que llegó una confidencia muy importante: Kalashov tenía previsto acudir en Dubai al cumpleaños de Ivanov, un jefe mafioso, conocido como Japonesito, que en su día fue detenido en Estados Unidos. Ivanov iba a recibir un regalo muy valioso: un Lamborghini, un coche valorado en casi 300.000 euros. El soplo fue bueno y Kalashov pudo ser capturado.
Sin embargo, el caso estaba lejos de cerrarse. La liberación de Kalashov tenía un precio.
Apareció entonces un hombre clave, un abogado ruso, Alexander Gofshtein, quien viajaba con cierta frecuencia de Moscú a Madrid. Hacía labores de mensajero y organizaba la red española en nombre de Kalashov. Era quien daba las órdenes en ausencia del jefe y así quedaba relatado en sus conversaciones con quienes trabajaban para la red en España: "Vente para acá a recibir las órdenes", decía a uno de ellos.
Gofshtein desconocía que algunas de sus conversaciones estaban siendo intervenidas y que la policía tenía conocimiento de cómo sus interlocutores le confesaban sus esfuerzos por influir en personas cercanas al juez que llevaba el caso y al fiscal o, en todo caso, a funcionarios relevantes de la Audiencia Nacional. En una de esas conversaciones, salió a relucir la cifra de 60.000 euros para comprar a un médico de la cárcel, hecho que sigue actualmente bajo investigación.
El cerco sobre Gofhstein y sus continuas visitas a España se fue cerrando. Gofshtein estaba cada vez más irritado y presionaba a sus interlocutores. El dinero no era problema: él mismo traía elevadas sumas en sus viajes a España.
Gofhstein consiguió tener una entrevista a solas con Kalashov. Lo hizo como simple visitante, no como abogado porque no estaba colegiado en España, por lo que la policía española obtuvo el permiso de Instituciones Penitenciarias para grabar dicha entrevista en la cárcel. Gofshtein hablaba en clave porque sospechaba que le podían grabar. Cuando necesitaba exponer algo comprometedor escribía unas notas en unos papeles.
El resultado de aquella entrevista resultó clave. Gofshtein desconocía que la policía tenía preparada una operación para detener a parte de la nueva red actuante en España. Cuando abandonó la cárcel fue detenido. En su bolsillo estaban los papeles con las anotaciones que le había comunicado a Kalashov.
Desde entonces, siguen llegando presiones desde Moscú para obtener su libertad condicional. También se han detectado turbios movimientos en la red mafiosa. El precio por Kalashov se ha doblado: hay dinero por liberarlo y también por acabar con su vida. Así son las cosas en ese negocio. Entretanto, Kalashov, que ha pasado por las cárceles de Soto del Real y Aranjuez, sufrirá próximamente un nuevo traslado.
El despertar del 'durmiente'
Una vez detenido Kalashov, su organización puso en marcha una amplia estrategia para facilitar su liberación. Para ello, activó a los durmientes: ciudadanos residentes en España que trabajaban calladamente para la red.
Algunos durmientes actuaron para eliminar todas las pruebas de la red empresarial de la organización en España. Se procedió así al cambio de testaferros, a la disolución de algunas sociedades o a su cambio de denominación. Luego, estaban quienes debían mover influencias o comprar voluntades.
Uno de los hombres elegidos para esta tarea fue Oleg Vorontsov, un ciudadano ruso residente en Majadahonda (Madrid), casado con una ciudadana que tenía pasaporte diplomático saudí. Vorontsov carecía de antecedentes. Pasaba por ser un ciudadano dedicado al negocio de la relojería y con especiales relaciones en el Comité Olímpico Internacional. Vorontsov era dueño, además, de una valiosa colección de medallas y emblemas olímpicos y parecía estar muy bien relacionado con los círculos empresariales madrileños y las autoridades políticas, a cuenta esto último de la candidatura de Madrid para organizar los Juegos del 2012. De hecho, Madrid acogió una exposición de su colección como uno de los actos de la campaña olímpica. De Vorontsov se sabía que había sido en su día asesor de Yeltsin cuando ocupó la presidencia de Rusia.
Lo que no se sabía es que Vorontsov era un hombre de Kalashov.
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