'Harakiri': una solución drástica ante el fracaso laboral
El suicidio de un ejecutivo de la empresa japonesa Livedoor, inmersa en un escándalo financiero, sorprendió a pocos en una sociedad que, tradicionalmente, considera que la muerte lava el honor
La aparición del cuerpo sin vida de Hideaki Noguchi, un ejecutivo de inversiones sospechoso de falsificar información para aumentar la cotización de los títulos de su compañía en el mercado, ha añadido un toque de tragedia al escándalo que causó el desplome de la Bolsa de Tokyo, la semana pasada. Pero el suceso ha sorprendido a pocos en Japón, donde el suicidio no está prohibido por las creencias religiosas y la muerte es considerada tradicionalmente como una manera de escapar al fracaso o a la deshonra.
De hecho, el ritual del harakiri (cortarse el vientre, en japonés) fue usado durante cientos de años por los guerreros samurai para evitar caer en manos del enemigo o expiar una falta al código de honor y evitar así la vergüenza.
Noguchi se cortó las venas después de que la policía registrara su casa y oficina para encontrar pruebas sobre supuestos delitos financieros que cometió en las múltiples adquisiciones de Livedoor. Compras que, según muchos analistas, doblan las de Enron.
No es el único caso de este estilo que se registra en Japón. Un empresario se suicidó en noviembre tras destaparse una estafa en la construcción de miles de casas vulnerables a los terremotos. Un matrimonio de criadores de pollos hizo lo propio tras darse un supuesto caso de gripe aviar en su granja, en 2004. Los escándalos de los préstamos bancarios japoneses de los 90 también causaron múltiples suicidios.
"A menudo, se trata de una tentativa de compensar algún perjuicio que se ha causado a un cliente, director administrativo u otras personas" explica Seizo Fukuyama, profesor de psicología clínica en la Universidad Rikkyo en Saitama, al norte de Tokio.
Estos motivos son especialmente frecuentes en Japón, donde la devoción a la empresa está muy arraigada.
Una estricta moral
Fukuyama explica que los suicidas pretenden lograr un efecto similar al de limpiar una pizarra. "Tenemos un refrán sobre azotar los muertos. Castigar a una persona muerta es lo peor que se puede hacer. No respetar a los muertos, investigar sus pecados, no está bien visto en Japón,", cuenta Fukuyama, que ha trabajado durante 30 años en El Teléfono de Vida, un servicio de ayuda a suicidas.
Como Noguchi, mucha gente se quita la vida con la esperanza de su muerte sirva para proteger sus familias de las consecuencias de un escándalo. Incluso, los hoteles situados en zonas remotas suelen sospechar de los viajeros solitarios.
Pero los que se suicidan en estas circunstancias no son necesariamente culpables de algo. A veces, simplemente, sienten que no pueden aguantar más.
Fukuyama también explica que "otra razón posible es reclamar su alta moral. Algunas personas piensan que demuestran su inocencia muriendo".
Casos en otros países
Suicidarse cuando se está implicado en un gran escándalo no es una realidad desconocida en otros países. El antiguo presidente de vicio de Corp. Enron J. Clifford Baxter se pegó un tiro en 2002. En Gran Bretaña, el experto de armas del Gobierno David Kelly se suicidó en 2003, después de que saliera a la luz que él había sido la fuente de una información de la B.B.C que explicaba que los motivos que habían llevado a Reino Unido a la guerra de Irak habían sido exagerados.
Pero los porcentajes de suicidios son, por mucha diferencia, más altos en Japón que en la mayoría de los países industrializados. 32.325 personas se quitaron la vida en 2004.
Según los datos de la Organización de Salud Mundial ", accesibles en la página web www.who.int/en, el porcentaje de suicidios en Japón era 24,1 por 100.000 personas en 2000, comparados con los 18.4 de Francia y los 10.4 en los Estados Unidos. La tasa más alta se situó en 2004 en Rusia, donde de cada 100.000 personas, 39,4 decidieron dejar de seguir viviendo.
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