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Columna
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Gacelas o tortugas

Xavier Vidal-Folch

Recapitulemos antes de la pausa. Casi dos años desde el estallido de Lehman Brothers. Y un semestre largo de crisis con epicentro en Europa. Cuatro sanedrines del G-20 e innumerables cumbres europeas. ¿Quién va ganando? ¿Los mercados financieros o los Gobiernos democráticos? ¿A qué velocidad llegan las respuestas contra las oleadas especuladoras? ¿A la de la gacela o a la de la tortuga?

Unos retratan a los Gobiernos como tortugas. Sostienen, con la profesora Araceli Mangas, que acuerdos como los del G-20 son "tan abiertos y débiles que se los ha ido llevando el viento" y que "la UE no ha aprobado ninguna medida importante". Y con el analista Edward Hadas creen que "el mundo financiero era servil" cuando agonizaba, mientras que ahora ha recuperado el mando y "una vez más los inversores interpretan la melodía". Un título periodístico resume la extendida frustración: "Las reformas financieras, promesas incumplidas".

¿Quién está ganando la partida: los mercados financieros o los Gobiernos democráticos?

Versión contraria, la de los protagonistas. Rodrigo Rato clama contra "el tsunami regulatorio", que estaría ahogando a los agentes económicos y por ende a la recuperación mundial. El presidente de la Cámara de Comercio de EE UU, Tom Donahue, critica a Obama porque "está enterrando a los negocios en una nueva generación de regulaciones". Y el profesor García Montalvo advierte que las regulaciones europea y norteamericana "son maximalistas", "intentan cambiarlo todo simultáneamente", por lo que concitan un amplio sindicato de agraviados.

¿Gacelas o tortugas? Depende del color del cristal con que se mire. De las expectativas de cada uno. De las referencias elegidas. Y de la paciencia. Matícese.

Le sobra razón a Mangas al quejarse de que los mercados desafían a los Gobiernos "en nanosegundos" y estos reaccionan a la defensiva. Ejemplo paradigmático: la parsimonia en crear un fondo de rescate en la UE para salvar a Grecia y al euro: se necesitaron más de cuatro meses de discusiones; la conciencia de que en mayo el sistema mundial rozó "el colapso", según descripción de José Viñals; las presiones de Obama, el FMI y el BCE...

Si la referencia es el momento álgido de la crisis, la velocidad es de tortuga, casi de cangrejo. Pero si el término comparativo es de más largo plazo, la cosa cambia. El Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera (dotado con 750.000 millones de euros, vigente de momento por tres años) no es que sea importante, es que es la decisión más colosal adoptada en Europa desde la creación de la unión monetaria. Acompañada de la política del BCE de comprar deuda soberana e insuflar liquidez ilimitada al sistema. Lo es más si se recuerda que hubo que sortear vetos políticos, reservas morales y obstáculos jurídicos como la interpretación más ramplona del Tratado, según la cual este prohibía todo rescate. Los resultados de esta doble decisión para estrangular la especulación y estabilizar los mercados de deuda ahí están.

Junto a ello (y a la nueva agenda 2020 y al inicio de la reforma del Pacto de Estabilidad), han proliferado, en forma de aluvión, las normas y medidas de nueva regulación financiera. Algunas dejan sentir sus efectos solo con plantearse: el 88% de las compañías financieras de la UE ha puesto topes y plazos razonables a los bonus multimillonarios de sus directivos. Los tres nuevos supervisores comunitarios funcionarán desde septiembre. El impuesto a la banca se traducirá de momento en una contribución seria, a la española, a los Fondos de Garantía de Depósitos de cada país. Las pruebas de resistencia han sido escuela de transparencia y palanca de retorno a la confianza, y no hacen falta leyes para que deban repetirse en años sucesivos. Sigue su curso la directiva sobre fondos de alto riesgo (hedge funds), la apuesta limitadora de las operaciones bursátiles bajistas....

Y al otro lado del Atlántico acaba de aprobarse, en forma de big bang, no de aluvión, la reforma financiera más sustancial desde la que puso coto a la Gran Depresión. Eso sí, con concesiones.

Quizá son gacelas vestidas de tortugas.

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