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La crisis del euro

Berlusconi estudia nuevos recortes ante la presión de los países de la UE

Los socios del Gobierno ponen trabas a la reforma de las pensiones.- El primer ministro dice que nadie puede dar "lecciones" a Europa

El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, atiende a la prensa durante el Consejo Europeo de este fin de semana.
El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, atiende a la prensa durante el Consejo Europeo de este fin de semana.SEBASTIEN PIRLET (REUTERS)

Tras el rapapolvo del domingo en la cumbre de Bruselas, Silvio Berlusconi decidió finalmente hacer los deberes. Pero ni así: el primer ministro italiano convocó ayer a su Gobierno e intentó y aprobar algunas de las medidas que le exigieron Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, pero sus socios en el Gobierno se lo impidieron. Il Cavaliere está entre la espada de Bruselas y la pared de Roma. Europa le exige reformar las pensiones, además de acometer de una vez medidas adicionales de ajuste, pero si lo hace la Liga Norte -un miembro clave de la coalición de Gobierno- amenaza con retirarle el apoyo y dejarlo caer. Ante el fiasco de anoche y las prisas por la cumbre de mañana, Berlusconi volverá hoy a reunirse con sus ministros para intentar alguna medida mágica que contente a los mercados y a sus socios en el Gobierno. Lo que es seguro es que ni Francia ni Alemania ni Europa darán hoy saltos de alegría: Italia no aprobó anoche ni una sola medida y el primer ministro aseguró, como respuesta a las presiones de sus socios, que en la UE "nadie está en condiciones de dar lecciones".

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La zona euro negocia una solución para la crisis en Bruselas con un ojo puesto en Atenas y el otro cada vez más fijo en Roma. Tras el extraño consenso acerca de Italia alcanzado por la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Nicolas Sarkozy, que acabó con una severa reprimenda al Gobierno de Berlusconi en la cumbre del domingo, el portavoz de la Comisión Europea, Amadeu Altafaj, reclamó ayer al Gobierno italiano un plan "integral" de medidas "con un calendario claro y con compromisos tasados"; es decir, todo lo contrario de lo que acostumbra Il Cavaliere.

No basta con elevar la edad de jubilación a 67 años. "Ese es solo un elemento de los que deben estar sobre la mesa", advirtió Altafaj, que reclamó reformas de las pensiones, judicial, del mercado laboral y un paquete de medidas adicionales con un doble objetivo: recortes y crecimiento. Bruselas empieza a corregir el tiro y ya no exige solo austeridad. "No se trata solo de consolidación fiscal: hay que elevar el potencial de crecimiento de la economía italiana, especialmente ahora que experimentamos una ralentización de la recuperación económica", dijo.

Italia lleva una década flirteando con el estancamiento, y sus problemas recientes en el mercado de deuda están relacionados con el hecho de que la economía transalpina ha mostrado un crecimiento más lento que el de otros miembros de la UE en los últimos meses. Hasta el punto de que el FMI prevé un magro avance -del 0,3%- para 2012, pero la mayoría de las casas de análisis vaticina directamente recesión.

Cuadrar ese círculo no parece nada fácil: por un lado Europa reclama un fuerte tijeretazo al déficit, y eso normalmente está asociado a un menor gasto público y a una ralentización del PIB. Por otro, pide reformas a largo plazo, pero también algún tipo de estímulo para apuntalar la frágil reactivación y evitar una recaída. Eso es, prácticamente, pedir una cosa y su contraria.

Ese coqueteo con la recesión no es solamente italiano: el conjunto de la eurozona roza la recaída. Los indicadores de actividad vuelven a retroceder en octubre, según los datos conocidos ayer del índice PMI. En las últimas semanas, el desplome de los índices de confianza de los consumidores y las empresas, el agravamiento de la crisis financiera -con el consiguiente cierre del grifo del crédito- y el empeoramiento de una amplísima mayoría de los datos económicos han elevado los riesgos de recesión. Esa debilidad económica no beneficia en nada a economías como la italiana o la española. Aun así, Italia acapara ahora el protagonismo: "España está fuera de la primera línea de riesgo", volvió a repetir ayer la Comisión Europea, "pero debe permanecer vigilante".

Silvio Berlusconi lo tiene realmente difícil para salir políticamente indemne del embate. No tiene otra salida que hacerle caso a sus socios europeos, pero si toma una de las medidas que le piden con más insistencia -la reforma de las pensiones- entrará en confrontación con sus socios italianos. La Liga Norte, que le sostiene en el Gobierno pero que ha dado pruebas muy recientes de que se lo está pensando, le advirtió ayer de que se opondrá radicalmente al retraso de la jubilación. "No es posible", dijo Rosi Mauro, vicepresidenta del Senado y secretaria general del Sindicato Padano, "que cada vez que haya que poner en orden las cuentas de este país, la primera cosa que venga a la mente sea meter mano a las pensiones. Nosotros diremos no y, llegado el caso, estamos dispuestos a salir a la calle. Si la petición viene de Europa, a Europa de vez en cuando hay que decirle que no".

El problema es que, por la vía de los hechos, Berlusconi siempre dice no. De hecho, durante todo el día de ayer, los medios italianos estuvieron dándole vueltas al vídeo de la conferencia de prensa conjunta de Merkel y Sarkozy en el momento en que un periodista les pregunta si confían en que Berlusconi cumpla sus compromisos. Antes de responder, el presidente francés hace una pausa, mira a su colega alemana y sonríe, ella le devuelve la sonrisa cómplice y Sarkozy se dirige al periodista como diciéndole: ¿y usted qué cree? Finalmente responde: "Confiamos en el sentido de responsabilidad del conjunto de las autoridades italianas, políticas, financieras y económicas". El problema es que su sonrisa acababa de decir justo lo contrario. Con el orgullo herido, Il Cavaliere hizo pública una nota en la que se desquitaba con Merkel: "Nadie en la UE puede autodenominarse comisario y hablar en nombre de los Gobiernos elegidos y de los pueblos europeos. Nadie está en posición de dar lecciones a sus socios".

Una paradoja final: la extrema debilidad de Italia ante sus socios europeos y las presiones en los mercados sobre la deuda del país llegan en un momento dorado en lo relativo a la presencia de italianos en las instituciones comunitarias. El próximo presidente del Banco Central Europeo (BCE) -la institución que probablemente tiene en sus manos la llave de la salida de la crisis a corto plazo- es Mario Draghi. Italia es el país que contará con más miembros en el consejo del Eurobanco: hasta tres (Draghi, Lorenzo Bini Smaghi e Ignazio Visco, nuevo gobernador del banco central italiano) . Marco Buti, director general de asuntos económicos y financieros de la Comisión Europea, es italiano. Lo mismo que Andrea Enria, presidente de la Aurtoridad Bancaria Europea (EBA), que decidirá los criterios contables de la recapitalización del sistema financiero. Una superabundancia en el cuadro de mando europeo que llega en el momento de máxima debilidad del país: la Comisión tuvo que salir ayer a desmentir que la eurozona vaya a rescatar a Italia en la cumbre del miércoles, una vez acordado el nuevo y potente fondo de rescate.

"Está claro que hay gente que se pregunta si no es el momento de ofrecer ese mecanismo a Italia", dijo una fuente diplomática a France Presse. En el momento de máxima presión para España, hace unos meses, hubo insistentes rumores sobre un eventual rescate, recogidos profusamente por la prensa alemana. Como por aquel entonces, Bruselas tuvo que salir ayer para desmentir rumores: el rescate de Italia "es pura especulación", indicaron fuentes comunitarias a este diario a media tarde, en plena la reunión del gabinete de Berlusconi.

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