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La triste y desoladora verdad

Sudáfrica descubre ante Uruguay que su fútbol no está a la altura de su ilusión

En una noche helada, en el estadio donde habitualmente juega el mejor club de rugby, la afición sudafricana entendió con fría y desoladora claridad lo lejos que su selección del fútbol está de la cima del deporte más popular de la tierra.

Loftus Versfeld es donde juegan los Blue Bulls, mítico equipo de rugby de Pretoria ganador hace dos semanas del equivalente en rugby de la Champions League. El objetivo de la selección de fútbol, los Bafana, Bafana, y el sueño de su ferviente afición, es más humilde en este primer Mundial en el continente africano: clasificarse para la segunda vuelta del torneo, para octavos de final.

Pero tras la derrota anoche contra Uruguay, más contundente incluso de lo que refleja el 0-3 del marcador, la única forma de evitar el bochorno de ser la primera selección local en la historia de los Mundiales que no pasa de la primera fase depende de la misión improbable de vencer a Francia el martes que viene en el tercer y último partido del grupo A y que los demás resultados vayan a favor. Uruguay, en cambio, ya tiene pie y medio en octavos.

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Diego Forlán marcó los dos primeros goles charrúas y jugó a otro ritmo que los demás jugadores en el campo, controlando todas las acciones ofensivas de Uruguay. Por otro lado, la noche fue un desastre para el portero sudafricano, Itumeleng Khune, que inexplicablemente no se movió cuando un disparo de Forlán, nada difícil de alcanzar, voló por encima de su cabeza. Khune acabó enterrando a su propio equipo tras un penalti clarísimo al delantero uruguayo Luis Suárez que le costó la expulsión y que Forlán transformó en gol. Era el minuto 79 y el silencio en el estadio fue casi sepulcral. Se callaron las vuvuzelas y el estadio triste y lentamente se empezó a vaciar. Apenas la mitad de los que habían comprado entradas se quedaron a presenciar la estocada final del tercer gol uruguayo, de cabeza y flojo pero certero, de Álvaro Pereira en el último minuto. Los aficionados sudafricanos, que tanta ilusión tenían en las últimas semanas, descubrieron que sus jugadores no estaban a la altura de la fe y las ganas de la nación.

Uruguay no es una selección para lanzar cohetes pero se notó la diferencia en experiencia, en peso histórico, con una selección sudafricana que lleva menos de 16 años compitiendo a nivel internacional. Uruguay ganó el primer Mundial, celebrado en su propio país en 1930, y el segundo en Brasil 20 años después. Jugando con poca chispa o velocidad, Uruguay se hizo dueño del balón casi desde el primer momento. A Sudáfrica le faltaba solidez y convicción, dando la impresión de que no se creía capaz de vencer a una selección mucho mejor colocada en el campo, más astuta y físicamente más fuerte. El propio seleccionador de Sudáfrica, Carlos Alberto Parreira, delató su falta de confianza en los suyos al jugar desde el comienzo con un solitario delantero, Kagetlo Mphela, al que los demás jugadores lanzaban cuando podían balones largos, especulativos, fáciles para la defensa uruguaya.

A comienzos del segundo tiempo, Parreira remplazó un centrocampista defensivo con un delantero llamado Surprise Moriri, pero no hubo ninguna sorpresa, ni se creó ninguna ocasión seria de peligro en el área uruguaya. Y con la expulsión del portero y el segundo gol de Forlán, tanto la afición como los jugadores se desinflaron. Volvieron a casa reflexionando, quizá, entre el abismo al fútbol de su país del deporte que siempre se ha jugado en el estadio de Loftus Versfeld. Hace cuatro días la selección sudafricana de rugby, los Springboks, destrozó a Francia 42-17. Muy difícilmente la de fútbol le hará algo similar la semana que viene.

El delantero uruguayo Diego Forlán celebra uno de sus goles a Sudáfrica.
El delantero uruguayo Diego Forlán celebra uno de sus goles a Sudáfrica.AFP
Uruguay doblega a la anfitriona Sudáfrica con dos goles de Forlan. <strong>Resúmenes y goles: <a href="http://www.elpais.com/deportes/futbol/mundial/videos/">Vídeos Mundial 2010</a></strong>

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